— Has hecho bien Moses. Como rey te otorgo el título de barón de esta ciudad y tus desentiendes los ostentarán al igual que tú. Haz lo que quieras con los funcionarios esos y el librejo ese que llamáis constitución, pero la ciudad a partir de hoy será siempre fiel a su rey —. Tras esto,la corte seguía funcionando pero eran la mitad y los representantes los elegía el nuevo barón. La constitución y todo los elementos que daban libertad se habían eliminado y prevalecía la palabra del barón y por encima la del rey. La ciudad con el paso del tiempo perdería a mucha gente; la comida era escasa, se necesitaba oro para financiar un ejército en la ciudad y mucho también había ido a parar a la persona con pretensiones al trono. Mucha gente era reclutada a la fuerza y se unía al nuevo ejército de la ciudad. La guardia antigua se había incorporado al séquito personal de Moses aunque mucha gente se había ido con ricos y con antiguos representantes que seguía buscando volver al sistema de antes. La población vivía en un miedo constante pues más sectas habían aparecido, contra los elfos y contra la magia entre otras. Jar Boreaz había ofrecido una recompensa por la gente que fuera fiel a los registradores y al comandante fugado. Muchos se acusaban unos a otros y el comercio de la ciudad había descendido a niveles mínimos. Vitor Quevar y su hermano eran el la zona este de la ciudad los verdaderos gobernantes y seguían la filosofía de Calder. Aun así era difícil competir contra la autoridad del rey y su ejército. Tenían el mayor número de antiguos guardias pero ni la décima parte del total del séquito del barón. Los pocos elfos que no habían huido habían sido encerrados e interrogados. Ninguno parecía querer hablar pero Moses se negaba a usar tortura, pero no recibian mejor trato que una comida mala y una celda fría. Lo que antes había sido una ciudad poderosa ahora estaba llena de gente sin casa, miseria y un lugar tan inseguro como los caminos alejados en mitad del campo. Muchos soldados del rey maltrataban a la gente, obligaban a los taberneros a darles servicio gratis y muchas mujeres habían sido manchadas. — Pronto marcharemos sobre las torres azules y llegaremos a la Llama Roja. La capital y las fortificaciones cercanas son lo único que nos queda. Con estas nuevas incorporaciones somos más de treinta mil hombres. Mi sobrino tiene nueve mil según mis espías. Jarabo Garya ha sido encontrado con unos pocos hombres intentando llegar al norte. Seguramente intentaban llegar a alguna de las zonas de los bandidos para huir —. — Aunque Jara esté capturado aun tiene a mucha gente que le debe favores. Yo creo que iba al norte pero no a las Montañas Lijadas, su objetivo era más elevado. Varaz es un sitio que es mas seguro y Dorn lo sabe. Tenemos que marchar cuanto antes y capturarlos —. — Entiendo Moses tu preocupación pero ninguno tiene opción de dañarme. Jara no tiene visitas y la comida se la doy yo personalmente. Dorn tiene como mucho trescientos hombres y aún es un novato por lo que me has contado. Hay poca gente que sea capaz de destruir ejércitos y mientras se mantengan en Tair no habrá problemas. Esos viejos con narices llenas de polvo están obsesionados en sus libros y nunca salen. Además, están obligados por juramento de muerte a no intervenir. Si lo hacen, su propio hechizo les matará — dijo Boreaz soberbio. — El juramento lo hacen solo los magísteres y llevamos muchos años sin noticias de lo que pasa allí. Insisto en ir al norte, con solo dos mil es suficiente — . — No, es una orden. Hay que llevar comida y abrigo y un suministro de comida. Lo necesitamos en otro lado. Deja de preocuparte por las cosas minoritarias y ven a beber. Mi consejero Gulbo ya tiene que haber acabado con un barril de cerveza y con todo el cerdo. Date prisa — dijo mientras salía de la sala para dirigirse al comedor enorme de la casa que antes hubiera sido del cargo de Protector.