—Listo, ya puedes irte a casa —dice el abogado. Yo solo lo miro exhausta. Él sonríe con ternura—. Ya te acostumbrarás —añade mientras se sube a su auto para irse. Lo observo desaparecer al doblar una esquina. Aunque se ofreció a llevarme, le dije que tengo auto, así que cada uno se va por su lado.
Conduzco hasta la mansión; al entrar en el distrito privado, trato de ver si en casa de Emma hay alguna luz encendida, pero no es así. Un poco desilusionada, aprieto el botón del portón de la mansión. Apenas entro el auto, noto algo: en la oscura entrada de la mansión, veo unos pequeños pelos anaranjados. Salgo rápidamente del auto.
—¡Emma! —grito lo más fuerte posible para que me escuche. Está helando afuera y ella no tiene un solo abrigo. Ella se levanta del suelo de la entrada y corre hacia mí. Sus ojos están aguados… Dios, duele ver sus ojitos hermosos llorosos.
—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta con la voz temblorosa. Mira al frente, donde su casa está completamente apagada. Mis hermanos y mis padres fueron al cine; yo dije que no iría porque no me sentía bien… Me quedé dormida y cuando desperté estaba sola en casa. Me asusté y vine corriendo aquí… pero tú tampoco estabas, me asusté demasiado. —dice temblando. Yo la abrazo con todas mis fuerzas.
—Lo siento, cariño, no quise tardar tanto. Lo siento de verdad —digo acariciando su cabello, mientras ella se esconde más en mi pecho—. Vamos adentro, hace demasiado frío. —Ella asiente y toma mi mano con fuerza.
—Siento que si te suelto, te irás y no volverás nunca más —dice con los ojos todavía aguados. Juro que estoy aguantando las ganas de darle un simple beso.
—Jamás te dejaría, pelirroja. Me agradas demasiado para dejarte sola. —Ella solo ríe ante mi comentario.
Entramos a la casa y corro hacia el salón para encender la chimenea. Después de varios intentos, lo logro. Corro hacia Emma, que sigue temblando en la entrada mientras se abraza a sí misma.
—Vamos, ven —digo, llevándola hacia el salón. La dejo en un sofá cerca de la chimenea, corro arriba a buscar ropa más abrigadora y una manta. Es la misma manta con la que me tapó Luka aquel día que intentó suicidarse.
—Oye, Ada —me llama Emma. Yo la miro esperando a que hable. Ella piensa un poco antes de continuar—. La primera vez que hablamos, ese día había venido la ambulancia a tu casa… ¿Por qué? —pregunta. Yo tomo asiento frente a ella mientras observo el fuego.
—¿No quieres un té? —pregunto. Ella hace una mueca y asiente. Me levanto a calentar el agua y buscar las tazas. Toco mis labios mientras espero, sintiendo una pequeña necesidad de darle un...
—Oye, Ada —dice Emma mientras entra en la cocina. Me giro para no mostrarle mi sonrojo.
—¿Qué sucede, pelirroja?
—¿Me vas a contar?
—¿Qué cosa?
—Oh, vamos, no puedo con la curiosidad. Investigé sobre ti. O me lo dices por las buenas... o me lo dices por las malas —dice tratando de mostrar severidad. Me acerco lentamente, mostrando una máscara de frialdad. Ella deja de hacer su pose y se echa hacia atrás hasta chocar con la pared, mientras yo pongo mis brazos a los lados de su rostro.
—¿Cuáles serían las malas? —pregunto con una media sonrisa. Ella se sonroja y baja el rostro. Tomo su barbilla para que me mire. Odio cuando no me miran a los ojos.
—¿Recuerdas cuando te pregunté cuánto quieres para estar cerca de mí? —pregunto. Ella asiente, todavía sonrojada.
—Lo… lo recuerdo bien —dice, ahora mirando mis labios. Yo miro los suyos y me acerco un poco más.
—Emma Romano, te pagaría lo que quieras para que te quedes a mi lado, para que nunca te separes de mí. Eres la única que hace que mis días sean mejores. A pesar de que te conozco desde hace poco, me siento sumamente agradecida de haberme asomado a la ventana ese día, de habernos encontrado. Emma Romano… sé mía a partir de ahora.
Ella me mira completamente pasmada, sin saber qué hacer o qué decir. Mi cara es seria, y noto cómo su sonrojo se intensifica. Sus ojos brillan. Intento acercarme más, pero algo me detiene. Alguien toca el timbre de la mansión.
—¿En serio? —digo frustrada. Ella suspira aliviada, lo que provoca que la mire con un poco de enojo.
—¿Qué? —pregunta mientras caminamos juntas hacia la puerta. Nos encontramos con nada más y nada menos que el buchón. Yo me cruzo de brazos mientras lo miro por la ventana al lado de la gran puerta. Él solo suspira y abre sus brazos para que su pequeña hermana corra hacia él. Durante todo el proceso, yo los observo.
—Nos tenías preocupados —dice su hermano mientras acaricia su cabello.
—Lo siento, es solo que cuando desperté y no los vi, vine a casa de Ada —dice al final. Su hermano me mira de arriba abajo. Yo solo asiento en forma de saludo.
—Josh… ¿Puedo quedarme un ratito más? —pregunta haciendo un pequeño gesto con sus dedos. Josh la mira pensativo.
—Debes volver antes de la medianoche. Te cubro por esta vez, pero me debes una grande —dice mientras la mira con una gran sonrisa. Yo sigo con mi rostro frío. Emma da saltitos en el lugar y antes de volver a entrar en la casa, le da un pequeño beso en la mejilla para luego correr adentro.
—Nos vemos un rato más, hermanito —dice con una gran sonrisa. Ella levanta la cabeza para mirarme. Yo solo le doy una sonrisa cálida.
—Cuídate, Emma, y Ada Comanov, lamento lo que te ha pasado —dice Josh antes de ponerse su capucha y alejarse rápidamente. Emma me mira, esperando una explicación. Yo solo la miro, acaricio su cabello y regreso a la cocina.
—¿A qué se refería Josh? —pregunta mientras me sigue hasta la cocina.
—Cosas personales, sin mucha importancia —digo mientras coloco el agua en las tazas. Ella hace una mueca.
No dirá nada más porque, aunque apenas nos conocemos, no podemos hablar de asuntos personales en este momento. Ella se sienta en un taburete y apoya su cabeza en la isla de la cocina.
—¿Cómo se llaman tus hermanos? —pregunto. Ella levanta la cara de la isla.