Dos Simples Tragedias (corregido)

Cap.12=Es mia

Emma.

Cierro los ojos mientras recuesto mi cabeza en la ventana. Las gotas de lluvia hacen carrera para llegar al final del cristal. Llevo un mes en el hospital, un mes lleno de estudios, doctores y enfermeros. Ha habido momentos divertidos, como cuando una chica escapó con otros tres chicos en una ambulancia; fue divertido ver cómo se escabullían. Pero también ha habido momentos dolorosos, como cuando trajeron a urgencias a una chica y un chico; el chico falleció. Recuerdo el grito desgarrador de la chica, llamando a Lucas, creo. Gloria tuvo que calmarla, y aunque me gustaría haberla abrazado, Gloria no me lo permitió.

Abro los ojos y miro hacia la calle. Las personas pasan riendo y divirtiéndose. Veo chicas saliendo de la escuela con uniformes y mochilas. Me pregunto cómo será ir a la escuela. Desde pequeña he estado enferma, así que nunca pude asistir; mi educación ha sido en casa, y todo ha sido muy aburrido.

Todo el mes que he pasado aquí ha sido un vacío sin el sonido de Ada. Si pudiera volver a escuchar su risa, la guardaría como un tesoro para aliviar mi soledad.

Vuelvo a la realidad cuando tocan la puerta de la habitación.

—Adelante —digo sin dejar de mirar por la ventana. Entra Gloria con una bandeja de comida, y la miro con desdén. ¿Cuándo podré irme?

—Cuando comas tu comida. No quisiera tener que enviarte al nutriologo o a los pacientes de bulimia —dice mientras organiza la habitación. Me acerco a la bandeja con desgana.

La comida aquí siempre me desagrada; sabe a sala de emergencias, y eso es lo que más odio. Quiero irme de aquí. Siento una furia contenida. Me someten a estudios interminables para confirmar lo que ya sé: estoy cada vez más cerca de la muerte.

—No tengo hambre.

—Eso dijiste hace dos días. Debes comer o nunca saldrás de aquí —dice con severidad.

—¿Me iré en un cajón tal vez? —digo con una sonrisa amarga. A Gloria no le gusta cuando hago esos chistes, pero disfruto molestándola.

—Saldrás de aquí cuando comas algo —responde, saliendo con una expresión de furia. Suelto una risita que la enfurece aún más.

Apenas ella se va, la habitación se sumerge en un silencio abrumador. Miro la bandeja y la tomo con furia; la tiro contra la pared y empiezo a destruir todo a mi alrededor.

Enfermeros entran y me sujetan por los brazos.

—¡Odio esto! ¡Odio a todos ustedes! En vez de aliviar mi dolor, lo empeoran —grito mientras sigo destrozando la habitación.

—Llamen al doctor —ordena una enfermera. Algunos enfermeros salen corriendo, y yo logro soltarme y continuar rompiendo todo a mi paso.

—Llamen a sus padres, traigan el calmante —dice mientras un enfermero corre a buscarlo. Continúo lanzando cosas hasta que un enfermero me inyecta un calmante. Mi vista se vuelve borrosa y antes de desvanecerme en un sueño profundo, veo a mis padres gritando mi nombre. Luego, la oscuridad y la soledad me envuelven.

Siento frío, dolor y sufrimiento; quiero que todo se detenga, incluso el tumor que crece en mi cabeza. Deseo que el tiempo se detenga para vivir lo que debería.

—Emma... Emma... Emma —escucho a lo lejos. Trato de abrir los ojos, pero se sienten demasiado pesados.

—¡¿Por qué no despierta?! —gritan voces a mi alrededor.

No me importa el escándalo; por un momento, siento alivio, un alivio que había olvidado. Antes de que el dolor regrese por completo, algo aparece. Una pequeña luz de esperanza, cabellos negros, una sonrisa, preguntas, muestras de cariño... Ada llega a mí como la luz que tanto he esperado. Quisiera despedirme de ella, pero...

El dolor volverá, pero no será para siempre. De toda oscuridad, siempre surge una luz de esperanza. Todos tienen su esperanza; ahora me toca a mí tener la mía.

Esa esperanza está lejos de este hospital. Está en la mansión grande que me espera. Al final, todo saldrá bien; y si no está bien, no es el final todavía.

—Emma... Emma... Emma —abro los ojos lentamente y veo a mi madre con una sonrisa llena de alivio.

—Mami.

—Sí, cariño, aquí está mamá. No temas, nos iremos de aquí. No quiero que sigas sola en este lugar —dice mientras ajusta las sábanas de la cama del hospital. Veo cómo mis cosas ya no están en su lugar. Por dentro sonrío… me voy de este lugar.

Llegan mis hermanos y mi padre. Josh me carga como una princesa después de ponerme el abrigo.

—Estás más pesada que antes —dice en tono burlón. Yo lo golpeo en la cabeza, y él suelta una risotada.

—Vamos, hermanita —dice mientras me paso el brazo por el cuello. Veo a Jared. Le extiendo la mano, y él la toma. Así nos vamos todos juntos: Jared sosteniendo mi mano y serio como siempre, Josh cargándome como cuando era niña, mis padres tomados de la mano, temiendo si hemos tomado la decisión correcta al sacarme de aquí. Y yo, aliviada.

Vamos en el auto, cruzando casi toda la ciudad. Nos detenemos en un semáforo en rojo. Miro por la ventana y mis ojos se posan en un edificio grande. Todo el cielo está gris y las gotas de lluvia siguen corriendo por el vidrio. Antes de seguir avanzando, veo la puerta del gran edificio. En ese momento, toda la lluvia cesa, los autos se detienen, y solo somos ella y yo. Ella sale del edificio con un traje, alguien detrás de ella sosteniendo un paraguas para protegerla de la lluvia, un hombre elegante a su lado hablando con ella. Ada se ve como siempre: hermosa, elegante y seria. Al verla, todas las canciones de amor en la radio cobran sentido para mí.




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