Ada estaba en el lugar que tanto detestaba: el hospital privado de la ciudad. Sentada fuera de la habitación de Emma, sus manos temblaban, igual que todo su cuerpo. Odiaba ese lugar… tal vez era por lo solitario y silencioso que era, o por las constantes películas de terror que había visto.
Después de un largo y desesperante silencio, escuchó la puerta de la habitación de Emma abrirse. De allí salieron Eliza y Marco, llorando desconsoladamente. Ada se levantó rápidamente y los abrazó, y a ella también le salieron lágrimas.
—Ella quiere verte —dijo Marco, mientras le sobaba el brazo. En sus ojos se veía dolor y tristeza. Ada solo negaba con la cabeza.
No podía verla. No era valiente para enfrentar la situación y no querer huir… necesitaba escapar.
—No, no, tranquila, estarás bien… solo sé fuerte por ella, ¿sí? —dijo Eliza, mientras tomaba su mano y la sobaba. Ada limpió sus lágrimas, infló su pecho de aire y trató de ofrecer la mejor sonrisa… por y para ella.
Ellos le dieron todo el apoyo que pudieron. Ada caminó hasta la puerta, la tocó y entró. La habitación era blanca, pero estaba iluminada por las luces de la calle. Lo único que no me animaba a mirar era a Emma; no podía hacerlo.
—Mírame… por favor —dijo Emma, con la voz completamente áspera. Poco a poco, Ada bajó la mirada al suelo, incapaz de verla. Se estaba destrozando al hacerlo. —Por favor… por favor, mírame —decía, pero esta vez su voz estaba entrecortada y su nariz goteaba; estaba llorando.
Al no poder contenerse más, Ada alzó la mirada y las lágrimas comenzaron a caer. Un tubo pasaba por la nariz de Emma, su famosa peluca rosa que llevaba puesta esa mañana estaba en el pequeño sillón al lado de la cama. Una máquina emitía sonidos provenientes de su corazón y también se veía su presión en la pantalla. Una aguja estaba conectada a un suero en su brazo…
—No llores, porque yo lloraré más —dijo Emma mientras Ada se acercaba a ella para sentarse a su lado. Tocó su cara, se acercó y besó su frente con tanto amor.
—Esto es mi culpa. Si yo hubiera empujado a Evan, tú… tú no estarías aquí. Lo siento, me siento tan culpable. Todo iba bien y yo molesté a Evan. Si no lo hubiera hecho, no te hubiera empujado. Todo iba bien y tuve que estropearlo inconscientemente —dijo Ada, mientras Emma la detenía con un beso dulce y delicado; sus labios ya no eran cálidos, estaban fríos, y eso la asustaba.
—Cuando salga de aquí, iremos a la playa y haremos castillos de arena —dijo Emma, mientras juntaba sus frentes. Ada sonrió y asintió.
—Te lo prometo —dijo mientras levantaba su meñique. Emma soltó una risita y unieron sus meñiques. Era una promesa…
Luego de un par de risas más, entró Gloria a darle su comida. Emma la miró con asco y negó con la cabeza, haciendo que Gloria casi le diera la comida en la boca. Ada solo reía; a Emma le gustaba hacer que Gloria se enojara.
Cuando ya estaba bastante oscuro, Emma comenzó a sentirse un poco mal.
—Voy a llamar a Gloria —dijo Ada mientras se levantaba de su asiento. Emma la tomó de la muñeca y negó.
—Es solo un pequeño dolor de cabeza, tranquila, estaré bien —dijo, mientras le regalaba una sonrisa. Ada asintió, aunque no estaba del todo convencida.
Pasaron las horas y todo parecía ir bien. Emma estaba perfectamente y eso la relajó.
—¿Me pasas el vaso de agua? —dijo Emma, señalando el vaso de agua. Ada asintió y caminó hasta él. Cuando lo tomó en sus manos, un sonido la hizo soltarlo.
—¡Emma! —dijo Ada mientras corría hacia ella, tocando el botón de emergencia una y otra vez—. ¡Emma, abre los ojos! ¡Abre los ojos para mí! —dijo desesperada y, con los ojos totalmente aguados, salió de la habitación gritando por ayuda.
—¡AYUDA! ¡POR FAVOR, AYÚDENME! —gritó desesperadamente. Una enfermera corrió a ver sus signos vitales. Notó en su cara un total miedo y gritó por ayuda. Llegaron otros enfermeros y un doctor, diciendo cosas raras. La acomodaron para hacerle reanimación. Ada solo veía todo mientras caía al suelo llorando desconsoladamente.
—Señorita, no puede estar aquí. Necesito que salga fuera —dijo un enfermero mientras la levantaba. Ada solo miraba a Emma, incapaz de dejarla sola. Ella no le gustaba estar sola.
—No, no me iré. Ella no le gusta estar sola. Si no me ve, se asustará. Déjame. Ella es mi novia y la conozco mejor que todos ustedes. Ella odia esto —gritó mientras el enfermero la sacaba a la fuerza. Solo pudo oír a las enfermeras cerrar la puerta y escuchar…
—La perdemos.
Ada se tiró al suelo, tomando su cabello con fuerza y golpeando la pared con desesperación.
No podía irse, no podía dejarla. Ella era su luz, la que la sacó de la soledad y la oscuridad, la que le mostró el verdadero arcoíris que tanto merecía ver, la que la hizo creer en el amor… la que la hizo creer en sí misma.
Pasó un rato y vieron a los padres y hermanos de Emma llegar corriendo hacia ella.
—Yo no sé qué pasó. Estábamos bien y… me pidió un vaso de agua y antes de dárselo, la máquina dejó de emitir sonido… Ella cerró los ojos —dijo Ada, desbordada. Cayó de nuevo al suelo. Josh la abrazó, sus padres lloraban y Jared fue el último en salir del shock y empezar a llorar.
Pasaron unos quince minutos y salió una enfermera. Todos se levantaron automáticamente y esperaron a que dijera algo.
—Ella sufrió un infarto. El golpe en la cabeza fue demasiado, y mezclado con su cáncer, solo empeoró todo —dijo la enfermera mientras todos comenzaban a llorar de nuevo—. Está despierta, pero… no sabemos si… —Antes de terminar, salió el doctor y todos lo miraron.
—¿Puedo hablar con ustedes? —preguntó el doctor mientras miraba a los padres de Emma. Ellos asintieron y se fueron a un rincón apartado. La enfermera solo se fue.
Miraron a los padres de Emma. Eliza se tapó la boca y lloró sin parar; Marco hizo lo mismo. Todos se miraron sin comprender nada, mientras el doctor miraba al suelo y negaba con la cabeza. Eliza comenzó a gritar.