Dos Vidas ,un Camino

Parte 5

CAPÍTULO 5: Melissa

Hoy, Pau y yo llegamos temprano, casi a la par con Lucas. Eso nos dio la oportunidad de hablar un poco más sobre la empresa y nuestras estrategias para impactar con nuestro trabajo al Sr. Montenegro y a los nuevos socios. Sabíamos que teníamos que dar lo mejor de nosotras si queríamos dejar una buena impresión.

Mientras estábamos en medio de una conversación sobre las propuestas, las puertas del ascensor se abrieron y apareció el Sr. Montenegro, acompañado de una mujer muy atractiva, agarrada del brazo de él.

—Buenos días —dijo él, con su tono habitual, mientras pasaba al frente de nosotras. La mujer no dijo nada, ni siquiera nos volteó a ver. Simplemente lo siguió hacia su oficina, como si fuéramos invisibles.

—Lo que tiene de bonita, lo tiene de mal educada —comenté en voz baja, mientras Pau asentía con la cabeza.

—Ella es la Srta. Swan, la novia del Sr. Montenegro —susurró Lucas, acercándose a nosotras—. Y sí, es muy guapa, pero… —en ese momento, ella salió de la oficina y Lucas frenó su comentario. Sin siquiera mirarnos, pasó de largo y se fue por el ascensor. Enseguida, el Sr. Montenegro salió y le hizo señas a Lucas para que entrara con él.

—No entiendo cómo es que Lucas terminó siendo el asistente de él —dijo Paula, mientras se reía—. ¿No se supone que siempre es una mujer?

—No lo sé, pero te aseguro que le voy a preguntar —respondí, intrigada por la dinámica entre ellos.

Poco después, Lucas salió de la oficina y nos hizo señas para que nos acercáramos.

—Vengan, chicas. Les voy a señalar cuál será su puesto de trabajo —dijo, mientras nos guiaba por el pasillo—. No es una oficina grande ni nada, pero podrán tener todos sus implementos de trabajo en vez de estar cargando con ellos para arriba y para abajo.

Ambas lo seguimos, escuchando atentamente mientras nos explicaba. La oficina no era muy grande, pero cada una tenía un escritorio con computadora. Aunque las paredes eran de vidrio, daban una falsa sensación de privacidad, lo que nos permitiría hablar y desarrollar ideas sin tener que susurrar.

—Oye, Lucas —dije, con un tono de burla solo para molestarlo—, ¿cómo es que terminaste siendo el secretario del jefe?

—No soy su secretario, soy su asistente —respondió, con un dejo de irritación en la voz.

—Asistente o secretario, igual le llevas el café, atiendes sus llamadas, ordenas su agenda —intervino Pau, riéndose y haciendo que Lucas se molestara aún más.

—Sí, todo se reduce a que cuando entré aquí, no era ni secretario ni asistente, solo el muchacho de los mandados —explicó Lucas, tratando de mantener la compostura—. El Sr. Swan, hermano de la Srta. Swan, vio que hacía mis mandados en orden y rápido. Coincidió que, para ese entonces, el Sr. Montenegro estaba buscando un asistente —resaltó la palabra "asistente" como para dejárnoslo bien en claro—. Ya que la Srta. Swan hizo que despidieran a Rebeca solo porque a ella no le gusta que haya mujeres trabajando al lado del Sr. Montenegro.

—Toda una lindura —dije, con total sarcasmo.

—Bueno, yo las dejo. Cualquier cosa, no reparen en preguntarme —dijo Lucas, mientras se alejaba.

—Será mejor que nos cuidemos de esa mujer —comentó Paula, mientras nos acomodábamos cada una en nuestro lado de la oficina—. Mira que necesitamos este trabajo.

El día transcurrió con normalidad. Habíamos avanzado mucho con respecto a las propuestas que le queríamos mostrar al Sr. Montenegro. Aunque debo admitir que todo el formalismo me molesta un poco. Ni que estuviéramos en una academia militar. Hasta a Lucas tenemos que tratarlo por el apellido, solo para que no haya intimaciones entre miembros del personal, ya que están prohibidas las relaciones entre trabajadores. Eso me hizo pensar que esa mujer, la Srta. Swan, no debe trabajar aquí. Dios quiera que así sea, porque no me da muy buena vibra.

Pero él… hay algo en él que desde ayer no dejo de pensar. No voy a negar que es un hombre muy atractivo: cabello negro, ojos de igual color, tez clara, de unos 1,80 de alto y de cuerpo… no está nada mal. Aunque sé que no debería estar pensando en eso, no puedo evitarlo.

—Base llamando a Melissa —dijo Paula, interrumpiendo mis pensamientos.

—Dime, Pau —respondí, tratando de que no se notara que estaba en otro sitio.

—Te decía que ya es la hora de irnos. ¿No pensabas recoger tus cosas? Recuerda que Paúl viene hoy por nosotras.

—Cierto, quedamos en ir a cenar juntos —dije, recordando el plan—. ¿Lucas ya estará listo?

—Lo más seguro es que sí, así que apúrate y deja de estar pensando en pajaritos —se burló de mí.

Nos dirigimos a buscar a Lucas, quien ya nos esperaba en la puerta del ascensor.

—Paúl tiene como diez minutos de haber llegado. ¿Qué tanto hacían? —preguntó, mirándonos con curiosidad.




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