Se había culminado mi tiempo laboral en el pos grado de medicina critica, sin embargo me quede un par de meses más, por la carencia de médicos en esa área, que me hizo reafirmar mi juramento hipocrático, llevándome a tratar de apalear un poco la necesidad, pero el llamado de la sangre es más fuerte, lo cual me hace tomar la decisión de volver a mi país, mi hijo menor contaba ya con ocho años, y estaría por cumplir los nueve años, sería propicio mi retorno, pero solo volvía con mi maleta, con los conocimientos adquiridos en mis estudios, y en la práctica, y un título que me acreditaba como médico Intensivista, pero lo que me aquejaba es que no llevaba nada de pasta, (Dinero), no había logrado reunir para poder llevar a casa si quiera algunos ahorros, pues las economías en ambos países eran muy diferentes, marcando la diferencia garrafal en sueldos, pero aun así en Venezuela, yo podría apalear, a diferencia de acá en España, lo cual me llevaba a un nuevo inicio, pero lo peor es el no disponer de ahorros que me pudieran ayudar a subsanar un poco mi situación económica; conseguir empleo fue otro gran tema, y para colmo de males me costó homologar el título de Medicina Critíca acá en España, lo cual inició para mi la odisea de búsqueda de empleo en España, presenté cantidades de currículum en diversidad de hospitales que recorrían desde Girona a Tortoza, incluyendo la zona de los Pirineos, (Es decir hasta Valls de Nuria), estaba muy necesitado de dinero, debido a la hipoteca del piso, no acababa de encontrar una ocupación como tal, o ni siquiera eso: prescindiendo de mi contento agrado personal, no había hallado el modo honrado de ganarme la vida, a pesar de mi profesión, en dos ocasiones me había visto obligado en pedir prestado, lo cual me incomodaba, hasta que por suerte se me presentó la oportunidad de volver a laborar en el Hospital Lobraguet en Barcelona, un viejo colega tomaría un largo reposo, por una intervención quirúrgica la cual se sometería, surgiendo la posibilidad de sustituirlo mientras se recuperase; el trabajo no estaba mal, pero no cubría el cien porciento mis requerimientos.
Transcurrieron varios meses, y una de estas tantas mañana, amaneció sombría, caía a raudales una lluvia ventosa, esa noche anterior yo me había trasnochado de la forma más tonta, por lo que me sentía cansado he irritable, antes de partir a mi trabajo, habría de tirarme corriendo bajo la lluvia torrencial, al llegar a la estación, mientras me quitaba mi chaqueta para sacudirla, y mientras me di vuelta para seguir mi camino, casi tropiezo con un individuo muy alto, que llevaba un vistoso traje de saco, y camisa blanca, no lleva corbata pareciese que esto fuese la moda hoy en día, sobre su nariz ganchuda, unas llamativas gafas de montura dorada, su cabello lustroso peinado hacia a tras, el pico bien planchado de su pañuelo, color blanco haciendo contraste con su camisa, asomado del bolsillo de su Americana, me excusé, ¿No sé por qué?, si era el, quien casi me había arrollado, por caminar de frente mirando al costado, su rostro se me hacía familiar pero aún no conseguía recordar dónde le conocía, después de aceptar mis disculpas se queda observándome con la misma mirada de intriga a la que yo le observó, nos distanciamos a polos opuestos de la estación, sin embargo algo me dio por voltear a ver, y ahí se encontraba a la distancia observándome aquel enigmático hombre, mi memoria intentaba recordar de quién se trataba, me supongo que en los pensamientos de aquel mismo hombre transitaban las interrogantes que yo mismo me hacía, aquel hombre se aproxima, mientras camina asía mi, busco algún indicio que llegara a mi memoria, logro percibir cierto parecido pero con algo diferente, ya que su apariencia es muy distinta a la de aquel dirigente político que en una ocasión conocí en una de las tantas reuniones que participé con el partido Venezolano Voluntad Popular, sin embargo este no pertenece a esta tolda política, sus principios son más radicales, tanto así que le llamaban entre sus conocidos como “El Talibán”, este participaba dentro de todas las revueltas estudiantiles, y manifestaciones, a pesar de estar un poco pasado de edad, continuaba siendo estudiante universitario, pero su tema era el movimiento de choque dentro del campus Universitario, comencé a recordar que este lo he visto por primera vez cuando estábamos en el Aula Magna, en aquel famoso discurso que me llevó a despertar mi interés en la política venezolana, a este personaje a pesar de estar vestido diferente, su típica forma de caminar y algo en su rostro a hecho que le recuerde, al llegar ante mi, me reconoce, y marcando con un gesto de agrado en su rostro y me saluda coloquialmente, pero aun así percibía su intriga, —¡Hola!, ¿tu eres venezolano?— este comentario me llevó a confirmar que le avía conocido en Venezuela, y solo con mi asentó se percató que no lo era, —¡No!, pero si e estado en Venezuela, en Caracas y e vuelto hace poco— al responderle, su mirada se vuelve en incógnita, —Siento que te conocí en algún lado, pero no recuerdo donde— me responde, disipando sus dudas, a lo cual le comenté, —Yo creo haberte conocido en una ocasión que estuve reunido con Leopoldo López, no se si hoz acordáis en la oficina de el, que nos ha presentado— con su mirada asertiva, comienza a recordarme, —¡Si!, ya recuerdo, pero vaya sorpresa encontrarnos aquí, cuéntame ¿te viniste después de lo que le pasó a Leopoldo?— No la verdad que me vine un par de meses después,— el Llamado de voz femenina que caracteriza el anuncio del arribo del tren que debía de tomar enmudeció por un instante nuestra plática, —Bueno lo siento es mi tren que debo de abordar— Me responde casi interrumpiendo, —que casualidad, yo voy a abordar el mismo,— el tren se detuvo en la estación, justo al frente de nosotros, ambos abordamos el mismo vagón el cual estaba algo vacío, sin embargo el decidió sentarse justo al frente de mi asiento, sono el timbre característico, y las puertas del tren se cerraron, el Renfe (tren) emprendió su marcha; en los venezolanos tienen como característica popular ser muy amigables, a pesar de que estos vean el apremio o pesadéz de humor que uno cargue, no bajan su estado anímico, no pasaron minutos después de acomodarse en su asiento y observar su celular, la expresión de su rostro lo hizo notar algo preocupado, volvió a guardar en su bolsillo de su pantalón su móvil, y observándome por un instante, me abordó con una conversación algo extraña para mí, —Cuéntame y que tal tu economía acá en España, ¿Estás trabajando?— no es habitual de mi hablar de mi condición
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Editado: 19.07.2023