Drag Me To Hell

Capitulo VII

¿Cómo se puede seguir adelante si constantemente se vive en el pasado? Esa no era más que otra de las incontables preguntas que de llegaban a mi mente de forma desprevenida.

Mire fijamente la puerta de mi despacho, el vaso de whisky seguía frente a mí y la carta que había leído la noche anterior seguía debajo de mi brazo.

-¿Por qué no luchamos? –pregunte en un susurro, solo para recibir como respuesta el silencio de la cruel realidad.

Me levante lentamente luego de haber guardado aquella carta, o mejor dicho; aquel tormento. Subí a mi habitación y me encerré en esta, ignorando el insistente sonido del despertado, el cual se encontraba sobre la mesa de noche junto a mi cama. Entre al baño y me dedique un relajante tiempo para mí. Abrí el grifo de la tina dejando que esta se llenara, le agregue varios minerales y un poco de jabón con aroma de rosas, el cual inmediatamente inundo todo el lugar con aquel embriagante olor. Puse el reproductor en aleatorio e inmediatamente las notas musicales de la canción; Tu sin mí. Hizo, eco en todo el baño.

Es terrible percibir que te vas y no sabes el dolor, que has dejado justo en mí, te has llevado la ilusión de que un dia tú serás solamente para mi, oh para mí.

Muchas cosas han pasado, mucho tiempo, fue la duda y el rencor que despertamos al ver que no nos queríamos. No, ya no. Ya no nos queríamos.

Y ahora estas… tu sin mí, y que hago con mi amor, el que era para ti, y con toda la ilusión de que un dia tú fueras solamente para mi, oh para mí.

Y ahora estas… tu sin mí, y que hago con mi amor, el que era para ti, y con toda la ilusión de que un dia tú fueras solamente para mi, oh para mí.

Varias lagrimas recorrieron mi rostro mientras cada melodía resonaba, escuchaba atentamente la letra de la canción, recordando aquel pasado del cual se me hacía imposible escapar, era como si otra persona estuviera diciendo todo lo que en muchas ocasiones quise gritar, pero que no pude por temor a ser juzgada de mala manera. Sus besos, sus carias, y todas esas promesas sin cumplir, me golpearon cual si fuera un saco de boxeo. Todo me resultaba tan real, era como si todo estuviera sucediendo en aquel momento.

-¡Por Dios! Katherine… ¿tienes idea de cuantas llamadas te he hecho?

-Katherine, ¿Qué es lo que te sucede?

-Nada que te interese –dije pasando por su lado.

-Katherine, por favor…

-Ya déjate de idioteces, Alexander –le corte antes de que continuara hablando y así me arrastrara a aquel infierno que una vez llame: cielo.- olvídate de mí, de que una vez me conociste, olvídate de todo aquello que hayamos hecho juntos, olvídame de una vez por todas y sobre todo… déjame olvidarte.

-¿Qué?...

Me sobresalte en cuanto la música se detuvo para dar paso al todo de llamada del móvil, estire el brazo para encontrarme con un número desconocido en la pantalla de este, ignore la llamada y vi que solo faltaban cinco minutos para el mediodía. Decidí salir de tina para alistarme e ir a la oficina. Mientras me cubría con la toalla, el mismo número desconocido volvió a aparecer en la pantalla.

-¿Qué? –dije de mala manera al contestar la llamada.

-¡¿Dónde demonios estas metida?! –nuevamente Abbiate decidía hace acto de presencia  para joder la poca paz que había conseguido en aquellas horas de relajación.

Rodee los ojos y colgué la llamada antes de que se le ocurriera iniciar con alguno de sus sermones, de esos que estoy cien por ciento segura adora dar. Ni que fuera mi jefe. Me vestí con unos jeans negros y una blusa de color rojo y unos botines negros y me dispuse a ir a la oficina para ver que tal iban las cosas, era evidente que no tenía pensado estar en el mismo edificio que aquel mandón por más de dos minutos, y estaba segura que ni siquiera era capaz de soportar dos horas junto a él.

El camino no resulto ser tan largo como usualmente es, escuchar música te distrae al mismo tiempo que te relaja, de so estaba segura… tanto así que sientes como te pierdes en ella, sientes que revives todas y cada una de aquellas melodías. Al llegar a la empresa procure que todo estuviera igual que siempre. El bullicio y el ajetreo porque todo salga a la perfección resulto ser música para mis oídos.

-¡Katherine! –vi como Magdalena venia, literalmente, corriendo hacia mi- Señorita De La Rosa, que bueno que llega.

-¿Qué sucede Magdalena? –pregunto al ver su expresión de apuro.

-Es el joven Abbiate, no está de muy buen humor.



#49684 en Novela romántica
#32787 en Otros
#2834 en No ficción

En el texto hay: destino

Editado: 25.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.