Drag Me To Your Hell

Capitulo 7:¿Que soy?

Leizel

No he visto a Pol en meses, he dejado libros sobre la roca donde nos sentamos frente a la cascada, pero cuando volvía siempre estaban ahí tal y como los dejé. Nuestros mundos estaban en paz por el momento, no habían encontrado el cuerpo de Miguel, supongo que deberían estar atareados con otras cosas.

Papá no me dijo nada, mamá había mandado a llamarlo de inmediato, al verme solo me ayudó a limpiarme la sangre. Heinz fue a ver por curiosidad, cuando noto toda la sangre no podía sacarme la vista de encima, él era de esos que no podían sostener la mirada, pero esa vez no podía dejar de ver mi rostro.

Nunca había llegado a ese punto, siempre supe controlarme, pero esa vez fue completamente distinto a las otras, deje fluir mi naturaleza, dejé fluir todo aquello que siempre retuve por miedo a no parar.

Esa noche no hice ni siquiera la mitad de las cosas que me rogaba que hiciera la voz en mi cabeza, no porque no quisiera, sino por miedo a que Pol saliera corriendo horrorizado y no pudiera encontrarlo.

[...]

Estaba en la roca de siempre, esperando a que Pol llegará y me cuestionara todo como lo hacía siempre, sería mi último día en el Edén, me estaba arriesgando mucho al venir pese a las circunstancias, pero como siempre el riesgo es algo a lo que siempre me he sentido atraída.

El clima como siempre estaba perfecto, el agua tan clara que invitaba a tomarla, la pareja de pajaritos que siempre estaban enfrente de nosotros cuando leíamos, ahora estaban por nacer sus pichones.

Un pequeño escalofrío en la nuca me desconcentró de mi lectura, mire a todos lados esperando verlo pero nadie apareció, supuse que se estaba escondiendo y que todavía no se animaba a salir, me recordó a la primera vez que lo ví.

Pasaron unos minutos y vi que se sentó junto a mí, con la misma desconfianza que la primera vez. Respiró hondo un par de veces, no paraba de jugar con sus manos y de mover su pierna derecha, provocaba un leve roce con la mía.

Entrelazo sus manos y jugaba con sus pulgares, parecía buscar las palabras que su garganta no permitía dejar pasar hasta sus labios. Sus nervios eran tales que pensé que hasta se me iban a contagiar.

Dejé el libro a un lado y apoyé mi mano sobre las suyas, su mirada estaba en la cascada, sus ojos estaban cristalizados y parecía que hubiera estado llorando.

—Se que te sientes mal por esto, en verdad lo lamento. Pero si no lo hacíamos nos mataría a ambos.

—No puedo dormir, solo pienso en su sangre y en... tu rostro cubierto de ella.

Pol no tenía miedo de mostrar sus sentimientos, no tenía miedo de mostrarse tal y como era, ese día no era la excepción.

Se giró y me abrazó, comenzó a llorar y cada vez me apretaba más entre sus brazos. Su acción me tomó por sorpresa pero le correspondí. Acaricié su espalda en un intento de calmarlo y que pudiéramos hablar tranquilamente.

—Tus ojos estaban completamente negros.

No respondí, seguí dándole caricias.

—La sangre chorreaba de tu boca.

Cada vez respiraba peor y hablaba entrecortado.

—Leizel ¿Que eres?

En ese momento me paralice por completo, no sabía qué responder porque no sabía la respuesta. Me consideraba un conjunto de cosas pero sin etiqueta de una sola de ellas. Físicamente podía ser muchas cosas, pero por dentro había otras miles de cosas más.

¿A qué se refería Pol? ¿Me mostraba tal y como era igual que él o sin darme cuenta era tan cerrada que hasta ni yo sabía que era? ¿Quería una respuesta superficial o que cuente de todas las cosas de las que estoy hecha? Y ahora soy yo la de las preguntas.

Se separó de mí, limpió las lágrimas con la manga de su sudadera blanca, respiró hondo y volvió a preguntar "Leizel ¿Que eres?"

—¿A qué te refieres?

—Se supone que soy un Arcángel, protagonista de una supuesta profecía y ahora un asesino. ¿Qué eres?

—Pol no creo que quieras...

—Leizel, siempre me dices que ellos siempre me mantienen al margen de todo, por favor no hagas lo mismo.

Solté todo el aire que no había notado que estaba reteniendo. —Soy Leizel Estrella de la Mañana, hija de Satanás y Lilith. Mi madre solo tuvo hijos súcubos y vampiros, yo soy una mezcla de ambos.

—Eso explica lo de la sangre. ¿Y tú hermano... también es...?

—No, él solo es la versión masculina y más barata de la bella durmiente.

Se rió entre dientes ante mi estúpido chiste.—Leí que ustedes son como los pecados.

—Mi hermano representa el pecado capital de la pereza.

—¿Y tú?

—El de la ira.

—¿Hay otros pecados?

—No puedo hablar de eso contigo.

—Entiendo... ¿Puedo preguntarte algo más? —Asentí. —¿Cómo es que todavía no se han percatado de que Miguel no ha vuelto?

—Elimine los rastros de su sangre y lo escondí en un lugar donde ustedes no podrían entrar. Es cuestión de tiempo que hagan una búsqueda.




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