Drakón: saga fuego ártico

Prólogo

Damián amaba el frío, a pesar de la sensación de peligro que afloraba de su piel.

El andar sobre rocas calientes nunca había sido su afición, quizá por eso añoraba la vieja choza de su abuela, un lugar tranquilo junto a un riachuelo de aguas claras, el viento era refrescante y las palmeras alegres. Pero Ainstone era un lugar de guerreros, dejaba ver su poderío desde lo más alto, el volcán y el mar se unían en un risco dando protección a la ciudad de fuego, era como si todo dependiese de ella. Las devastadoras ventiscas solo llegaban ahí como una leve brisa y cualquier amenaza de peligro quedaba convertida en ceniza.

En ese instante parado frente al ministerio, deseo que su poder jamás se hubiese mostrado, que manejar un torrente de llamas no estuviese en sus cualidades, o al menos que nadie lo supiese.

A paso lento se acercó a la puerta, un hombre bajo y con una piel pálida y voz ensayada preguntó

–¿nombre y edad?

Él joven inquirió que decir el verdadero lo condenaría, pero y si?...

- ¿nombre y edad? –repitió impaciente el hombre

-D-Dam... -titubeo un poco

El pequeño hombre dirigió su mirada al joven, un par de ojos orificios grises lo analizaron, tenía unas pequeñas llamas, dónde las pupilas deberían estar, le daban un toque alocado y siniestro.

-Todos piensan lo mismo niño, Eres Damián de las pequeñas islas al este de Cornawall, y casi dieciocho, kysor nivel dos, sin entrenamiento –comento rápidamente –No te alarmes, y sigue, el salón magistral está dos pasillos a la derecha -finalizó señalando una oscura sala

El moreno se sorprendió un poco, quizá en ese lugar era normal hurgar en la mente de las personas, quizá entrometerse no era un delito,  bien recordaba a su pequeña hermana, encerrada con solo siete años por hacerlo, un día quizá vengaría la tortura de Emily –¿gracias? –dijo dudoso y caminando a paso lento en un intento de ubicarse; los múltiples pasillos de ese lugar tenían estatuas de todo tipo, reflejaban poder y pequeñas lámparas iluminaban con llamas dando un toque siniestro. Una puerta de madera estaba abierta al final del pasillo, tenía trazados que reflejaban una historia, quizá los cientos de reinos conquistados o a sus generales danzando por la victoria. El moreno empujo con fuerza y encontró lo que menos esperaba...Una gran fiesta

Se desarrollaba en un gran salón de estilo medieval, pequeñas fogatas en el alrededor brindaban iluminación. Un simple humano hubiese sucumbido al calor, pues los juegos entre los presentes contaban con grandes ráfagas de energía. Pero Damián tenía llamas ardiendo en lo más profundo de su ser, y eso solo aumentaba la capacidad de destrucción.

Un hombre de hombros anchos bigote de barbero, cabello oscuro y tez aterciopelada, se acercó ofreciéndole una copa, la dureza en la mirada lo identificaba como guerrero, y todo su ser reflejaba autoridad.

-No bebo, gracias –respondió temeroso mientras se alejaba

En la estancia había personas de diferentes edades, unos menores y otros mayores que él, pero en su mayoría jóvenes, se divertían sin pensar en el mañana, eran libres, felices y deseo poder tener lo que ellos.

-Supongo que eres uno de los chicos del este –comento una chica pelirroja a su lado

Damián la observo por un momento y asintió, era alta sus ojos azules brillaban, una gran sonrisa adornaba su cara, parecía confiable.

Soy Elise –dijo extendiendo la mano

Damián -contesto el moreno, sonriendo.

La chica parecía un poco loca, hablaba rápidamente y muecas extrañas aparecían en su rostro, tenía diecinueve y era de las montañas del norte, era divertida y tener a alguien con quien hablar calmaba su ansiedad, necesitaba saber que sucedería estando ahí, nunca había sido bueno en las luchas escolares y una guerra real estaba frente a sus ojos, tendría que afrontar el cruel destino que le había tocado.

Quería preguntarle cuanto tiempo había permanecido en ese lugar, pero las palabras se atascaban en la garganta, incluso después de haber sostenido una conversación por más de una hora seguía dudando, no quería parecer demasiado entrometido, asustado o inquieto

-y bien, ¿cuál es tu don?, ¿cómo manejas las llamas? –cuestiono curiosa la pelirroja

-no sabía que hubiese varias maneras –confesó Damián –una tarde ocasione un incendio por accidente, mi hermana estaba en la cárcel y el guardia no dejaba que pasase

Elise hizo una mueca –la ira, es lo normal. A mi hermano y a mí nos encantaba...

Una voz retumbo haciendo que se sobresaltarán

Elise se acurruco en el suelo temblando –el-el parlante –dijo intranquila

-¿Qué... qué pasa con eso? –cuestiono Damián sin entenderla

Ella sollozo y llevo las manos a su rostro




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