Drakón: saga fuego ártico

Capitulo 2

La arena estaba caliente, los finos cristales brillaban al toque del sol, se deslizaban por entre los dedos, una debil ola llego a centímetros de sus pies, no dolían como muchas veces antes, su padre fue el mejor maestro, la hacía correr bajo la lluvia en los pantanos, algún día te servira, decía, lo irónico era la ira que le daba, no quería aprender, creyo que nunca serviría, el premio de la última vez aun lo conservaba, era de hueso y tenía el tallado de una iglesia, le pareció bonito, pero inutil, ahora sabía lo que ahí se escondía, el segundo cristal estaba dentro. Quizá el sabía lo que se avecinaba. Te preparo para esto repetía su inconsciente.

La gruesa puerta de madera estaba de lado -algo grande debe haber pasado por ahí. Pensó Demitria
-o quizá una pelea callejera la giro -dijo una voz en su espalda

-Hola madre -saludó la castaña girandose

Ella sonrío de medio lado
-no te encontré en cama Dem. ¿A dónde fuiste?

Demitria intento no inmutarse
-Irinea tenía que hablar conmigo -dijo lo más segura posible -luego di una vuelta en la playa

Christine dudo un poco
-Confío en que no me ocultes nada

Demitria entro a casa, la sentía extraña, quiza fuese por su madre, jamás le había podido ocultar nada, siempre terminaba descubriendo sus secretos en un momento, y ahora simplemente no le había dado importancia, la guerra también la había cambiado, su perspicacia debía tener otro foco -¿Mamá? ¿Hablaste con Kath? -cuestionó curiosa

La pregunta tomó por sorpresa a Christine, abría un cajón, y se sobresalto un poco -Es la princesa Dem, deberías tener un poco de respeto

Demitria rodo los ojos
-Es mi amiga -dijo mirandola -y no respondiste mi pregunta
-Aun así deberías
La castaña se sento en el marco de la ventana, tenía una vista privilegiada de la parte baja de la ciudad y los bellos paisajes de Limgthia
-Kathleya solo habla con los generales -suspiró Christine -solo soy jefa de la guardia- dijo mirándola inquisidoramente
-Solo estoy encargada del armamento mamá, sé poco menos que tú -gruño -nadie me dice nada.

Christine se sento a su lado 
-Aun eres pequeña, no creen que lo entiendas -dijo abrazandola -no deberías cargar con tanto

Miro hacie el mar, de lejos lucía tranquilo, se solto del agarre de su madre -soy lo suficientemente grande para entenderlo. Christine la halo de un brazo -apenas y cumpliste dieciocho 
La rabia cego a la castaña, fulmino a su madre con la mirada -madure antes que tú -escupió mientras salía de casa con un portazo.

La calle estaba casi vacía, solo Marcus, el viejo de los pergaminos caminaba alegre, cuando estaba de humor era tratable, hablaba de todo, contaba secretos, una gran persona.
Pero cuando su ira ganaba, era el demonio mismo, sus ojos enrrojecian y parecía botar chispas de su gran cabeza, era alto y el cabello blanco adornaba a la perfección su inteligencia
-hablá con ella chica de las armas -dijo el hombre interrumpiendo sus pensamientos.
La castaña se detuvo sorprendida -¿Acaso Ryder le pago? -escupió ella - intenta convencer a mamá de cualquier forma, idiota ya se casó con ella.

Marcus tenía una sonrisa divertida, se detuvo frente a la castaña
-es un maldito -exclamo -¿crees que me rebajaria a hablarle o a recibir el sucio dinero que posee? Eres inteligente chica de armas, y sé que crees bien.

Un maldito que mi madre ama, pensó Demitria -habla con ella continuó Marcus. No querrás pelearte antes de huir -dijo comenzando a caminar.

La sorpresa inundo sus facciones y su mente no tardo en pensar, lo sabe, sabe que partire está noche, sabe que lo buscaré. Ella estaba paralizada, a nadie en Limgthia le había contado, y él lo sabia
-¿disculpe? -fue lo único que pudo articular aun en su lugar

El anciano casi llegaba al final de la calle, inmutable, como si nada importante hubiese dicho, ella corrio tras él, quería saber... No, necesitaba saber que sabía él de sus planes, segundos después lo halo de un brazo

-confía en este pobre viejo -dijo angustiado -no le dirá a nadie, y no sabé lo que crees -finalizó antes de salir al tráfico matutino de Limgthia.

Ella regresó pensativa a casa, Marcus sabía su secreto, había dicho que a nadie se lo diría, pero no dejaba de pensar en sus palabras, no sé lo que crees había dicho, ella creía que lo sabía, ¿leía la mente acaso? Dudo la castaña por un momento. La puerta aún estaba ladeada y un par de voces se escuchaban dentro
-Es su culpa -decía una masculina -él cree saber todo
-Van a morir -sollozaba Christine -los mandaron a su muerte...
Demitria entro con ruido, no quería aparentar que escuchaba su conversación tras la puerta, Ryder trataba de consolar a su madre, que aparentemente sufría por un grupo de soldados mandados a morir.




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