Aiden Meyer
La mañana es fría, veo por la ventana como las nubes empiezan a nublar el cielo, posiblemente llueva, me mantengo cruzado de brazos con una taza de café cerca de los labios viendo el pequeño vecindario por la ventana. Una mujer bastante joven y algo atarantada traspasa la puerta del jardín, trae una bolsa de papel con víveres, entre ellos una botella se alcanza a asomar y sonrío sintiéndome conforme con que haya encontrado lo que le pedí. Su cabello quebrado va dando brincos mientras intenta sacar las llaves de su abrigo sin dejar caer nada, es tan negro como el mío y su piel tan blanca, con ese par de ojos verdes enormes, parecen un par de aceitunas.
Escucho como la llave gira en la puerta y esa se abre lentamente y de forma pesada, sus pasos suenan en la duela que rechina con el peso y su seriedad desaparece cuando me ve, una sonrisa se hace amplia y agita la bolsa frente a mi orgullosa de cumplir con su misión.
—Traje todo para la comida y la botella que me pediste— la saca con cuidado y lee la etiqueta con cuidado— Sauternes de Chateau d’Yquem— le cuesta pronunciar el nombre, la lengua se traba, pero eso es lo de menos, me siento complacido en verdad de que la haya encontrado.
—¿Año?— Me entrega la botella con una sonrisa de oreja a oreja.
—1990… me dijo el de la vinatería que es de buena añada… considera que tengo una noción sorprendente sobre vinos— dice con orgullo.
—Perfecto— camino hacia la cocina viendo la botella con adoración, como si pudiera ver en ella a Cárter.
—¿Qué harás de cocinar hoy que pediste un vino tan especial?
—Aliz… esto no es para la comida… es… un regalo— volteo a verla y me da gracia su rostro confundido.
—Por eso estamos aquí ¿no? Por eso nos fuimos de Austria ¿cierto? Por lo que viste en el periódico— mi sobrina es bastante perspicaz, no tanto como lo fue su padre, mucho menos como yo, pero es tan joven que sé que puede agudizarla más.
La veo removiendo unos papeles de la mesa y entonces veo de nuevo esa foto en la portada del periódico, la veo sangrando, dolida, sus ojos expresan frustración, pero no por sus heridas físicas, expresa esa frustración de alguien que acaba de perder algo, alguien desesperado que busca no terminar de ahogarse. Tomo el periódico y la veo más de cerca, el papel y la tinta de mala calidad no le hace justicia a la belleza de sus ojos que aunque guarden rabia no le quita esa magia.
—Pronto será su cumpleaños… quería darle un regalo especial— digo en voz baja sin quitarle la mirada de encima.
—Cuando llegaste a casa después de tantos años albergaba la esperanza de que dejarías tu vieja vida atrás… creí que… las cosas cambiarían… pero me temo que no es así, solo te has vuelto más selectivo, la piensas matar ¿no? La devorarás como a los demás— dice algo confundida y hasta cierto punto horrorizada.
La poca familia que me quedó después de la segunda guerra mundial, después del horror que viví, después de la perdida tan catastrófica que me atormentó, ese pequeño puñado que sobrevivió a todas esas injurias se quedó a vivir en Austria, la genética de mi único y fallecido hermano siguió su curso y así como él, ellos me ofrecen refugio y protección cuando regreso a esa vieja hacienda, generación tras generación me reciben con las puertas abiertas, accediendo a darme una habitación y a respetar mis peculiares hábitos alimenticios, desde que son pequeños saben quién soy, saben lo que soy y crecen aprendiendo a respetarme y aceptarme, a veces guardan temor y más cuando no suelo frecuentarlos, en el caso de Aliz, sería una injusticia seguir aceptando que es mi sobrina, han pasado tantas generaciones entre ella y yo que ni siquiera sé cómo debería llamarla. Cuando era niña me veía con alegría, parecía interesada en el monstruo que vive dentro de mí, pero conforme empezó a crecer y mis visitas se volvieron cada vez más casuales, el miedo creció en su corazón.
Después de lo ocurrido en esa academia, después de la amenaza de muerte que me sentenció Cárter, viví por un tiempo en Budapest, cerca de ella, tratando de seguirla, mi interés por no llamarle obsesión no me dejaba apartar la vista, me sentía atado y sin fuerzas para irme muy lejos, necesitaba verla por lo menos una vez en el día, la llegaba a seguir o entrar a su departamento, dejando notas y regalos, incluso, mientras estuvo en la milicia, trataba de ayudarla sin que pudiera percatarse de mí, simplemente quería seguir siendo parte de su vida. Cuando salió de la milicia y vi que todo lo que le había regalado estaba en el departamento de investigación sentí una punzada de coraje, podía sentir que la sangre me hervía, me sentía traicionado, vendido, pero al final de cuentas eso era de lo que se trataba ahora nuestra relación, jugar al gato y al ratón, necesitaba tiempo para pensar, tal vez lo que pasaba dentro de mí no era más que el hambre, las ganas por devorarla hasta los huesos o eso pensaba para sentirme más cómodo, intentando justificar mis ansias por estar cerca de ella, oler su aroma. Lo mejor fue salir de Budapest, alejarme del distrito 13 y de ella lo más que pudiera.
Viajé hasta Austria, de regreso a la familia que me quedaba, regresé a la hacienda Meyer donde encontré a Aliz y a su hermano mayor Viktor, este ya estaba casado y con dos hijos, todos me recibieron sino con alegría, con respeto y mi estancia ahí perduró, al principio llenando la pared de mi habitación con recortes de Cárter, viéndola escalar en el mundo de la justicia, siendo reconocida por sus actos heroicos, me sentía orgulloso y a la vez temeroso, sabía que entre más alto volara mi pequeño jilguero, más dura seria la caída. Por un tiempo dejé de pensar en ella lo suficiente para pensar en otras cosas, por un breve instante podía sentirme como antes, antes de que ella apareciera en mi vida, pero todos los días, por lo menos por cinco minutos, ella se apoderaba de mi cabeza, sus ojos, su sonrisa, su piel y de nuevo las ansias de salir y buscarla me embargaban. La única que me pudo ayudar a controlar mis instintos fue Aliz, que por medio de juegos de ajedrez y clases de cocina logró despejar mi mente, se volvió sumamente unida a mí, me seguía como si fuera mi sombra, sabía que sufría por lo que dejé atrás y buscaba de forma empática cuidar de mi alma hasta que una nueva noticia cayó sobre mí, la valiente y sobresaliente agente Simone Cárter había regresado bajo el cargo del capitán Emerich Ullmann en un nuevo equipo elite de fuerzas especiales para dar cacería a los capos y enemigos de la ciudad más temidos, entre ellos Burak y claramente yo, aunque ni siquiera se habían percatado de mi ausencia.
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Editado: 19.05.2021