Caminamos por las húmedas calles de esta vieja y moderna ciudad en busca de algún local asiático donde comer. Mi madre amada y respetada me va a llamar la atención apenas llegue a casa sin apetito y con olor a condimentos, pero fue un día malo, primero porque es lunes, y segundo porque mi jefe no me respeta.
¿Expresarme bien? Por supuesto que lo hice, en mi currículo tengo claramente anotado que hablo hindi, inglés y un poco urdu, pero muy poquito. No podía agregar que me sé una que otra canción en telugu, de nada serviría cantarle al cliente “Samajavaragamana”. Pero tamil, es poco lo que entiendo, y lo aprendido no es más que por Kollywood. ¿Me gusta esa industria del cine? No me desagrada, pero las películas que he visto han sido por nada más y nada menos porque actúa uno de mis amores platónicos, Dhanush. Me derrito de sólo decir su nombre. Dhanush.
—¿Este viernes vamos al cine? —me pregunta Nora cuando estamos ya instaladas en una mesa para comer.
Ojeo el menú y me decido mentalmente en ordenar un Lassi de mango para empezar.
—¿Qué quieres ir a ver? —digo antes de que se acerque la mesera.
Se encarama en la mesa toda emocionada para crear expectación en su respuesta.
—Rocky Aur Rani Ki… —no la dejo terminar, la interrumpo con ímpetu.
—Esa ya la hemos visto cinco veces.
La mesera nos pregunta qué vamos a ordenar, y mientras Nora se pide casi el menú completo —la muy perfecta casi no engorda al comer —, yo vuelvo a ojear para elegir una de las tantas opciones expuestas en la carta. La boca se me hace agua con todo, pero me decido por el pollo tandoori.
Nora a modo de broma empieza a bailar la coreografía de “Fevicol Se”. recuérdenme no volver a pedir tandoori frente a esta niña.
Una vez la mesera se va dirección a la cocina, Nora prosigue con su conversación antes interrumpida.
—Qué importa que la hayamos visto tantas veces —extiende sus brazos para demostrar que han sido varias —. La película es una joya, y lo mejor de todo, actúa Ranveer Singh.
Mi amiga está enamorada de ese actor, pero lo ama perdidamente. Desde que la introduje al mundo de Bollywood no ha parado de descubrir más películas y actores indios, pero su obsesión más grande es el esposo de Deepika. Se ha visto todas las películas en las que aparece, incluidas las peores en críticas, pero eso le da igual, lo importante es ver al amor de su vida al otro lado de la pantalla.
—Es muy buen actor, lo reconozco, pero no quiero ir a ver por sexta vez Rocky Aur Rani, Nora.
Chasquea la lengua en señal de desapruebo.
—Ya da igual, podemos juntarnos en mi casa para ver una de Varun Dhawan.
Querido lector, te pido de rodillas que desde aquí para delante cada vez que aparezca el nombre de mi esposo, lo lean con un suspiro, el mío claro, porque cada vez que pronuncio esas cinco letras, v, a, r, u, n, un suspiro prolongado e involuntario se escapa de mis labios.
—Sí… —digo como una adolescente.
—Tú sí que estás loca —levanta las cejas.
—¿Qué? Paagal? Deewani querrás decir, porque a ese hombre, le digo que sí a todo menos al divorcio.
(Nota de la autora: Ambas palabras “Paagal” y “Deewani” tienen más sentido en el idioma original que siendo traducidas. Las usé dado el contexto de la conversación, así que te sugiero busques es significado de las dos, porque al traducirse al inglés o español carece de sentido y gracia, y hasta incluso, no se halla una palabra exacta para traducir).
Nora ríe con mi comentario y le damos unos sorbos a nuestros refrescos recién aterrizados en la mesa. A pesar de la baja temperatura que hay afuera, el frío del lassi me da un súbito golpe de energía, ese toque refrescaste que necesitaba luego de un mal trago.
El restaurant tiene una pequeña televisión donde reproduce famosos videos de canciones de Bollywood. Me quedo observando la caja de luces mientras espero pacíficamente la comida, y entre la música que va apareciendo, comienza el triste video de “Channa Mereya”, donde aparece un afeitado Ranbir Kapoor cantando con todo el sentimiento y pesar de su corazón.
—¿Puedes imaginarte uno de mis ex apareciendo repentinamente en mi boda para cantarme? Digo, como en la peli Ae dil hai mushkil —pregunto todavía hipnotizada a las imágenes de la pantalla.
—En realidad no puedo imaginarte en una boda que sea tuya.
Le lanzo una arrugada servilleta en la cara, pero la potencia es tan poca que no alcanza su rostro. Cae sin pena ni gloria encima de sus muslos.
—Algún día me casaré, ya verás, y vestiré un vestido rojo mientras tenemos una ceremonia al estilo Kiara y Sidharth —extiendo las manos sobre mi cabeza dándole el tono dramático —. Seremos, la boda del año. No, del siglo.
Con su lengua acaricia el interior de su mejilla para luego darle otro sorbo a su bebida. No me está tomando en serio, lo puedo ver en su mirada divertida. Pero yo no estoy bromeando, de verdad quiero tener una gran boda, con un hombre que ame, no tener un matrimonio arreglado, por favor, eso es muy anticuado, son unos pocos los que salen victoriosos.
—A veces no entiendo a los indios con sus enormes y largas bodas ruidosas —suspira.
—¿Cómo son las bodas árabes?
—La verdad no sé, la mayor parte de mi vida la he pasado aquí en el occidente, pero te doy un punto a favor, no me gusta el vestido blanco que usan las mujeres…
—Blancas —la ayudo a finalizar.
Chasquea los dedos dándome la razón de que encontré la palabra que tenía en la punta de la lengua.
No lo digo de modo despectivo, por supuesto que no, pero hay diferencia entre nosotras y ellas, pero como dice mi madre, toda diferencia hace su belleza, porque si todas y todos fuéramos idénticos, sería aburrido y hasta ordinario, pero la variedad crea la hermosura.
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Editado: 22.05.2024