Dueña de mis letras

Trágame Tierra

No sé por qué en las películas occidentales siempre dicen que su peor pesadilla es ir desnudo al colegio, o sea, yo nunca soñé eso o algo parecido, y además, quién sería tan estúpido —incluso en un sueño — de creer que fuiste al colegio olvidándote de tu ropa, por favor, no es más que un absurdo cliché occidental, esas cosas nunca pasan, y espero que no haya pasado.

Anoche después del malentendido que hubo sobre un supuesto embarazo mío, mi madre olvidó llamarme la atención sobre comer afuera, así que me fui a la cama con una extensa charla de por qué no debería regalar lo más importante de una mujer antes del matrimonio, no escuché mucho su discurso, crecí sabiendo eso y convencida de que es verdad por muchas razones, y no sé por qué, pero antes de dormir, lloré.

Hoy como nunca voy atrasada al trabajo, y les prometo que no me pasa seguido, de hecho, soy conocida por ser una persona puntual, acorde a la cultura europea.

Corro a toda la velocidad que me permite ir mi vestido para trabajar y llego dos minutos tarde.

DOS MINUTOS.

—Señorita Gupta—escucho una voz a mis espaldas cuando marco mi asistencia con la huella digital —. ¿Qué significa esto?

No suelo insultar a la gente, no se me permite usar malas palabras en casa ni en ningún lugar, pero Chacumbele dan ganas de lanzarle un diccionario entero de palabrotas en la cabeza.

—Perdón, señor.

Pirdin siñir —se mofa para marcharse.

¿Quise levantar el dedo de en medio? No, simplemente me imaginé haciéndolo y que me llegara una chancla furiosa en la cara de parte de mi amada madre. Ya tuve suficientes charlas serias, no quiero otra. Pero ya tienes tus años pensarás, pero vivo bajo el techo y reglas de mis padres, y los progenitores indios son cosa seria, de verdad.

Caigo rendida en mi silla frente a la oscura pantalla del computador. La enciendo y veo que anoche olvidé cerrar mi cuenta de Wakkpad, pero ahora mismo me da igual, quiero empezar a trabajar y terminar lo más rápido posible para largarme a mi casa y comer algo rico viendo una buena película.

Me paso la mañana leyendo y editando malas historias hasta que los ojos me arden a más no poder. Debería usar gafas para protegerme de la luz violeta, pero siento que me veo muy nerd, y si ya no me siento cómoda con mi aspecto como tal, si le agregamos a eso gafas, es peor.

Nora me envía un mensaje en medio de todo el trabajo que hay para tomarnos una breve pausa y beber café. La idea me tienta y decido ponerme de pie para caminar hasta el rincón que proporciona cafeína a toda la oficina.

La vista y la decoración del edificio es magnífica, recuerdo el primer día que llegué a trabajar, y me enamoré a primera vista de todo, de la enorme cantidad de libros, de cada espacio bien aprovechado con detalles y murales divertidos. Es como una oficina de Google pero versión literaria. Maravillosa. Pero luego de un tiempo, o años en este caso, pasa a ser algo normal, parte de tu vida, y va perdiendo un poco su gracia, hasta el café ahora tiene un sabor insípido.

—Qué tal, Gupta—me saluda Oliver.

Hemos sido compañeros de trabajo durante mucho tiempo, y siempre noté ese pequeño nerviosismo que surge en él cada vez que ve a Nora. Mi amiga se acerca a nosotros y él suspira.

—Buenas —lo saluda Nora sin importancia.

—Hola —queda hipnotizado.

Los observo divertida al ver que ella no tiene ningún tipo de interés hacia él, y el pobre Oliver piensa en algún tema para alargar la conversación.

—¿Y? Necesito que actualices rápido —me exige.

—Ay, Nora, tengo que trabajar, además que anoche no tuve tiempo —doy un sorbo y me quemo la lengua.

En los azules ojos de Oliver veo la intención de querer unirse a la conversación, pero no sabe cómo. Es algo tímido, y más joven que nosotras, por ende, con menos experiencia.

—Ya pero necesito algún libro con el que divertirme, ya me terminé el otro.

—¿Tan rápido? —me sorprendo.

Nora revuelve la tasa después de haberle agregado dos cucharaditas de azúcar, un hábito que estoy intentando quitarle, porque ya estamos en una edad en la que hasta de la comida hay que temer.

—¿De qué hablan? —interrumpe Oliver.

Sonrío de orgullo al ver que atrevió a conversar con nosotras, o mejor dicho, para hablar con Nora. Este muchacho cada día está más grande, se está volviendo todo un hombre.

—Chandra está escribiendo un libro —se apresura mi amiga.

—¡Oye! —reclamo avergonzada.

Oliver parece emocionado, y me da ternura. Por qué Nora no puede prestarle atención a una green flag andante como este muchacho. Cuándo será el día que esta mujer deje de lado a los personajes ficticios y se enfoque en buscar una persona real que pueda hacerla feliz de aquí hasta que se convierta en una arrugada pero hermosa abuela.

—¿Y cómo se llama? —pregunta emocionado.

Me da vergüenza responder, porque no me da seguridad lo que escribo, y por eso le piso el pie a mi amiga con el tacón para que no se le ocurra abrir su boca.

—Ay, ¿por qué hiciste eso? —se queja.

—¿Yo?, ¿Qué cosa? —me hago la loca —. Debe ser la cafeína, me está haciendo efecto, será mejor que vuelva al trabajo.

Huyo rápidamente dejándolos solos con la esperanza de que puedan hablar de manera más privada, pero Nora termina de beber su café y camina hacia su puesto, dejando al pobre Oliver suspirando.

No me puedo concentrar, leo las miles de palabras que están en la pantalla sin entender ninguna de ellas.

Cuál es la obsesión de las escritoras de hoy en día mezclar terror con romance, y que para peor, les resulte bien. No puedo negar que un psicópata de mal carácter me resulte atractivo. Y no sé quién está peor psicológicamente, la autora que lo romantiza, o yo que lo leo casi sonrojada.

Es de admirar que la narrativa sea atractiva, que la historia sea continua y sin lagunas o problemas temporales. Los personajes son los mismos que reciclan de las novelas juveniles, pero me parece bastante decente la verdad, algo que leería para matar el aburrimiento, como esas películas que llamamos “tardes de cine”. Una de esas películas que no valen la pena pagar por ir al cine, o que no te desesperarías por su estreno, pero que si aparece en tu televisor al ir haciendo zapping, definitivamente verías para pasar el rato. Y cumple su objetivo, te entretiene, pero no es más que algo entretenido. Lo mismo pasa con este libro que estoy editando. Intercambio unos correos con la persona encargada de escribir la novela y la elogio por el trabajo realizado.




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