Sección 1: un nudo en la garganta:
Diego se encontraba en su lugar favorito, un pequeño parque cerca de su casa. Miraba al horizonte, perdido en sus pensamientos. Néstor y Miriam, sus leales amigos, se sentaron a su lado.
Néstor, siempre el más pragmático, fue el primero en hablar. “Diego, la vida es una serie de elecciones. No siempre sabemos cuál es la correcta, pero eso es lo que nos hace humanos. No podemos prever el futuro, solo podemos hacer lo mejor que podamos con la información que tenemos.”
Miriam, por otro lado, siempre había sido más intuitiva. “Diego, tienes que escuchar a tu corazón. No importa lo que decidas, siempre habrá incertidumbre. Pero eso no significa que estés tomando la decisión equivocada. Solo significa que estás viviendo.”
Diego asintió, agradecido por sus palabras. Pero a pesar de sus consejos, las dudas seguían ahí, revoloteando en su mente como mariposas. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero ¿cómo podía saber cuál era la correcta?
Diego cerró los ojos, y de repente se encontró de nuevo en la sala de su casa, hace muchos años. Era el día en que había decidido su carrera.
Sus padres estaban sentados frente a él, expectantes. “Diego, tienes que tomar una decisión”, dijo su madre con suavidad. “No podemos hacerlo por ti.”
Diego recordó cómo se sentía en ese momento. La incertidumbre, la presión, la duda. “No estoy seguro”, admitió. “No sé si esta carrera es lo que realmente quiero.”
Su padre le puso una mano en el hombro. “Diego, la vida está llena de decisiones difíciles. Pero al final del día, tienes que hacer lo que te haga feliz. No lo que creas que se espera de ti.”
Diego asintió, pero en su interior, las dudas persistían. ¿Estaba tomando la decisión correcta? ¿O estaba a punto de cometer un gran error?
Justo cuando Diego estaba a punto de rendirse ante la incertidumbre, su hermana, Lucia, entró en la sala. Ella siempre había tenido una forma especial de ver las cosas.
“Diego, recuerda cuando éramos niños”, comenzó Lucia. “Siempre te encantaba explorar, descubrir cosas nuevas. No importaba si te perdías o si te equivocabas, porque para ti, eso era parte de la aventura.”
Diego la miró, sorprendido. “¿Y qué tiene que ver eso con mi decisión?”, preguntó.
Lucia sonrió. “Todo. Porque eso es quién eres, Diego. Eres un explorador, un aventurero. Y los aventureros no se quedan en su zona de confort. Ellos toman riesgos, hacen descubrimientos, aprenden y crecen.”
Diego se quedó en silencio, pensando en las palabras de Lucia. Tal vez ella tenía razón. Tal vez la decisión no era tan complicada después de todo. Tal vez, solo tenía que ser fiel a quien era.
Diego volvió a la realidad, encontrándose de nuevo en el parque. Néstor y Miriam lo miraban con preocupación.
“¿Estás bien, Diego?” preguntó Néstor, su voz llena de preocupación.
Diego asintió, pero su mirada distante decía lo contrario. “Solo estaba pensando”, murmuró.
Miriam le dio una palmada en la espalda. “No tienes que tomar una decisión ahora mismo, Diego. Tómate tu tiempo.”
Pero a pesar de las palabras de aliento de sus amigos, Diego no podía dejar de sentir la presión. La duda seguía ahí, persistente, como una sombra que se negaba a desaparecer.
Sección 2: un nuevo aroma
Kaythlin se sentía agotada y llena de dudas. A pesar de todos sus esfuerzos, las ventas no estaban mejorando tan rápido como esperaba. Comenzó a preguntarse si era la persona adecuada para llevar la panadería familiar.
Una noche, después de cerrar la panadería, Kaythlin se sentó con su madre en la pequeña cocina de la casa. “Mamá, no sé si puedo hacer esto”, confesó. “No sé si soy la persona adecuada para llevar la panadería.”
Su madre la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. “Kaythlin, siempre he creído en ti. Sé que puedes hacer esto. Solo necesitas tener un poco de paciencia.”
Justo en ese momento, la Abuela Elena entró en la cocina. “¿Qué está pasando aquí?”, preguntó con curiosidad.
Kaythlin le explicó sus dudas y temores a su abuela. Elena la escuchó atentamente y luego dijo: “Kaythlin, la vida está llena de desafíos. Pero recuerda, el éxito no se mide por cuántas veces caemos, sino por cuántas veces nos levantamos. Tienes la fuerza y la determinación para hacer esto. Solo necesitas creer en ti misma.”
Las palabras de su abuela resonaron en Kaythlin. Aunque todavía tenía dudas, se sintió un poco más segura. Sabía que tenía el apoyo de su familia y eso le daba la fuerza para seguir adelante.
Después de un momento de silencio, la madre de Kaythlin, con una chispa en los ojos, dijo: “Kaythlin, ¿qué tal si intentas algo nuevo? Podrías crear una nueva repostería, algo que sea único y hecho por ti.”
Kaythlin la miró, sorprendida. “¿Una nueva repostería? No sé, mamá… ¿Crees que podría hacerlo?”
La madre de Kaythlin sonrió. “Por supuesto que puedes, cariño. Tienes el talento y la creatividad para hacerlo. Solo necesitas creer en ti misma.”
La Abuela Elena asintió con entusiasmo. “Estoy de acuerdo con tu madre, Kaythlin. Recuerda, la panadería ha estado en nuestra familia durante generaciones. Cada uno de nosotros ha aportado algo único a ella. Es tu turno de dejar tu huella.”
Kaythlin se quedó pensativa, considerando la idea. “Supongo que no tengo nada que perder. ¿Pero qué tipo de repostería debería hacer?”
“Ah, eso lo decidirás tú”, dijo su madre. “Pero recuerda, debe ser algo que refleje quién eres. Algo que hable de ti.”
Con las palabras de su madre y su abuela resonando en su mente, Kaythlin comenzó a planear su nueva creación. Aunque todavía tenía dudas, se sentía emocionada por el desafío que tenía por delante.
Mientras Kaythlin estaba inmersa en sus pensamientos, recordó a Diego. No en un sentido romántico, sino recordando una conversación que habían tenido hace tiempo.