Cassie Beckham.
Jueves, 15 de junio de 2023.
Esa mañana me despierto con una profunda tristeza, pues se cumple diez años del fallecimiento de mi héroe, mi padre. Una lágrima traicionera corre por mi mejilla, cada que esta fecha se acerca para mi familia y para mí, es un amargo sabor, porque es el recordatorio que nuestro pilar en la familia nos fue derrumbado en un accidente automovilístico.
Mi madre, Carolina Barragán, nos ha sacado adelante a mis hermanos y a mí. Mi admiración por ella es infinita, la fuerza de voluntad que tuvo para sacar adelante a cuatro hijos, cuando antes de papá, ella no era más que ama de casa. Sí, obtuvo su profesión como maestra, pero no ejercía para estar cuidándonos a nosotros.
Suspiro, pensando en lo diferente que era nuestra vida diez años atrás. Increíble como la vida puede cambiarte en cuestión de segundos. La muerte de papá, nos pesa más a mi hermano Alexandre y a mí, porque nosotros íbamos con papá cuando ocurrió el accidente.
Recuerdo haberme levantado cinco días después desorientada entre cuatro paredes blancas y el sonido de mi corazón. Aquel accidente nos cobró factura, y mi hermano Alexandre estuvo a punto de perder también la vida. Él pasó dos semanas en terapia intensiva sedado porque su cerebro se inflamó. Papá no corrió con suerte y falleció a los seis días —sí, mis hermanas y yo fuimos las últimas en verlo con vida—. Papá tuvo traumatismo craneal y fractura en el brazo derecho. Producto del estado en el que se encontraba las instalaciones del hospital donde nos atendieron, agarró una bacteria en sus pulmones y terminó falleciendo por insuficiencia respiratoria.
Si no hubiésemos tenido aquel accidente, mi hermano no hubiese pasado dos semanas en terapia intensiva, papá no hubiese agarrado aquella bacteria que complicó sus pulmones y yo no hubiese despertado con la pierna izquierda enyesada.
Otro suspiro lastimero me abandona, niego con la cabeza y trato de no pensar en los hubiera, como me enseñó la psicóloga. Mamá nos llevó al psicólogo después del accidente para poder afrontar la perdida de Alan Beckham —el mejor papá que pude haber tenido— porque tanto Alexandre como yo, nos despertábamos a media noche gritando. Para nosotros era cerrar los ojos y él accidente se reproducía en nuestros sueños noche tras noche, fueron meses arduos de trabajo hasta poder encontrar tranquilidad.
El recuerdo de papá aún duele, pero no como lo hizo en un principio, ahora lo recordamos con cariño y nostalgia, y no solo con dolor.
—Cassandra, ¿Estás lista? —tres toques en la puerta de mi habitación me hacen sacar de mis cavilaciones, para luego escuchar la voz de mamá.
—No —respondo bostezando nuevamente.
—Se nos va a hacer tarde cariño, anda a bañarte que ya tus hermanos están casi listos.
Pongo los ojos en blanco, no porque no le crea, sino porque es sabido por todos, que mi hermana Carol —quien es contemporánea conmigo— pasa una eternidad en el baño y si uno no entra primero que ella, es verídico que vamos a llegar tarde a cualquier lado que vayamos.
Me levanto aún adormilada, agarro una toalla y me dirijo al segundo baño disponible en nuestra casa, y ese es el de la habitación de mi madre. Al salir veo a Alexandre esperando en el sofá de la sala mientras Alessia, mi hermana mayor, prepara el desayuno con mamá.
No veo señales de Carol, lo que me indica que debe estar en el baño en pleno concierto con el pote del shampoo.
Quince minutos después estoy lista y viéndome al espejo de cuerpo completo de mi habitación. Este día llevo una camisa color champagne, vaqueros y unas zapatillas deportivas Adidas de color blanco. Me veo fresca y casual. Para cuando salgo de mi habitación ya están todos alrededor de la mesa esperando por mi para sentarnos a desayunar.
La conversación se vuelve amena entre mi hermana Carol contando anécdotas de su último día de clases y mi mamá quién no cuenta las de ella. Alexandre vive pegado al móvil y Alessia en Gruñolandia.
Mi hermana mayor es un tanto... difícil en comparación con Sandro (como le decimos de cariño) y Carol.
Una vez terminamos de desayunar, no alistamos para montarnos en la camioneta e ir a visitar a nuestro padre donde lanzamos sus cenizas. Papá y mamá tuvieron muchas discusiones respecto a esto, mamá quería que su cuerpo estuviese en el cementerio, mientras que mi padre, un alma libre, dijo que, si algo le llegase pasar primero que, a ella, lo incinerarán y sus cenizas fuesen lanzadas al mar.
Allí él siempre estará y cuidará de nosotros.
Mis hermanos van cómodos en bermudas, mi madre y yo somos las únicas locas que llevamos vaqueros, voy atrás con Carol y Alessia, pues el puesto de adelante sí o sí lo ocupa mi hermano.
Al ser la menor me castigan sentándome en el medio, y no en las puertas. Saco el móvil del bolsillo de mi pantalón y veo un mensaje de una de mis mejores amigas, Akira.
Akira Reilly: Cassie, después que vengas de la playa, necesito que me vengas directo a mi casa. ¡Tengo algo que contarte!
Frunzo el ceño, mi mejor amiga junto a mi hermana Carol, pueden darse de la mano, a ninguna de las dos se le ocurre nada bueno. Cuando tienen esas ideas maravillosas, hay que salir corriendo porque eso supone PELIGRO. Así bien grande. Estoy por responderle, pero me llega otro mensaje de Danilo, nuestro mejor amigo al grupo que tenemos los tres.
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Editado: 27.12.2023