Dulce Disposicion

12: Lo que queda de la fusión entre un corazón roto y el alcohol

Lo que queda de la fusión entre un corazón roto y el alcohol

 

En cuanto a mí, todo este tiempo estuve pendiente de Kelsey, esperando cualquier detalle sobre Mae que pudiera escapársele, incluso sin querer. Lo complicado del tema era que en los pasillos seguía impuesto el silencio, más ahora que Bruno había vuelto a dar clases, y las conversaciones entre alumnos se volvieron susurros solo para lo necesario, y poco más. En lo personal, me harté rápido de toda esa situación. No es que acostumbrara a hablar a los gritos, pero no era mi luto, lo último que buscaba yo era molestar a Bruno o Crystal Sharyn, y sin embargo necesitaba tener algo a lo que aferrarme para comenzar a escribir la historia de su hija.

Supe que comenzaba a obsesionarme cuando me enojé con Kelsey, dos días después de que esta hiciera el pacto con Cora, por el insignificante y ridículo hecho de que se molestaba en hacer evidente que, por mucho que supiera sobre Mae, no estaba dispuesta a contarme nada.

Pobre de mí que confiaba en ella.

Resulta que Kelsey le contó a Coraline sobre mis ideas, y lo enfermo que, según ella, estaba yo para querer escribir una historia sobre una desaparecida. Puede ser que tenga razón. En parte se la doy. Pero esto hizo que ambas estuvieran de acuerdo en algo, y era evitar que yo supiera el mínimo detalle sobre Mae.

Por supuesto que fallaron. Por sobre todas las cosas, soy un tipo curioso. Es como si mis intenciones me guiaran, y la negación por parte de Kelsey fuera un "vamos, no soy más que un obstáculo tonto, igual puedes averiguar algo por otro lado".

Dicho y hecho.

Ese viernes se festejaba en la institución una fiesta de bienvenida al nuevo ciclo escolar. Era algo tonto que hacían todos los años, pero a quienes de verdad les importaba era a los estudiantes del último curso, en el cual me incluyo yo. Y a los integrantes de Todos tenemos la palabra. Y, por supuesto, a la banda del instituto. No había persona que no fuera a presentarse.

Bueno, a excepción de Mae.

Y los profesores.

Era una fiesta enteramente de los alumnos. Incluso los del primer año estaban invitados, pero raramente asistían. Como ya lo dije, los dueños de esa fiesta era el curso que se iba, porque era la última vez que tendrían la oportunidad de ser bienvenidos en la institución, por lo que se volvían locos e intentaban tirarla abajo. La única figura de autoridad era la directora que siempre se presentaba al finalizar la fiesta a ver en qué condiciones acababa todo, y luego juzgaba si era necesaria— o no— una sanción para el último curso. Así que todas las locuras se cometían y luego se solucionaban al instante, como si nada hubiese sucedido.

Había alcohol, por supuesto. El auditorio era una gran sala enorme, vacía y llena de luces, que por una noche se llenaba de adolescentes hartos de sus vidas y que, por primera vez, sufrían un paralizante miedo a un hecho que había tenido lugar apenas dos semanas atrás.

Por primera vez me tomé en serio una fiesta. Muchas personas importantes iban a estar borrachas y yo tenía el plan de estar en el mismo estado, pero un poco más consciente. Lo suficiente como para poder recordarlo todo al día siguiente. Así que esa noche rogué a mis padres que se quedaran en casa con Susie, mi hermana, y me vestí de la forma más típica de todo el mundo. Sean pasó caminando a por mí, y luego de la misma forma nos dirigimos a la casa de Gemma y Dusty. Ella se había puesto unos pantalones negros y un top, lo cual no es un gran detalle, pero él llevaba una falda bastante corta y casi el mismo top que su hermana.

Los mellizos solían hacer esas cosas para demostrar que en Gemma nada resaltaba si llevaba pantalón pero en Dusty era una locura si llevaba falda.

Sean y yo estábamos acostumbrados a tales cosas, pero al resto de las personas les parecía raro que los mellizos actuaran así por algo tan tonto como una idea implantada desde siempre. En cualquier caso, fingimos sorprendernos cuando vimos a Dusty, tan grande de cuerpo como era, aparecerse frente a nosotros en falda.

—Te ves tan heterosexual como siempre, nene—le dijo Sean al saludarlo.

—¿Vamos a ignorar el hecho de que tenemos a una mujer con los pantalones bien puestos?—comenté con total ironía saludando a Gemma con dos besos—. Tendrás que recordarme que si volvemos a besarnos sigo siendo heterosexual y no un asqueroso gay como Sean.

Ok, es momento de aclarar que esa era nuestra clase de bromas internas, moralmente mal vistas ante los ojos de quienes no entendían que nuestra única intención era reírnos de quienes comentaban esas cosas en serio.

Gemma me sonrió con cariño mientras, entre risas y más comentarios absurdos, tomábamos el camino hacia la institución. En algún punto, Sean sacó la botella de tequila que escondía en su mochila y comenzó a ofrecernos su intento de chupito en la tapa de la bebida. Por supuesto que Gemma y yo los aceptamos, pero Dusty se rehusó solo para molestar a su amigo.

—¡Vamos, cabezón!—le insistió el tonto sin darse cuenta—. Es poco, ¿ves?

Se tomó el chupito que le estaba ofreciendo, y luego volvió a servirle otro que, nuevamente, fue rechazado.

—Así que así es como quieres jugar, ¿eh, Dusty?—lo retó Sean, dejando de caminar. Estábamos ya a una cuadra del instituto, y los dos imbéciles querían empezar sus bobeos de toda la vida—. Mira, te reto a tomarlo ahora.



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En el texto hay: secuestro, romance, desaparición

Editado: 18.07.2021

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