Antes de dirigirme a mi habitación tuve que ayudar a mi señor jefe con sus pertenencias, con mucho cuidado colgué sus camisas, arregle sus pantalones en los cajones y puse sus cosas de higiene a su alcance. Fue casi inevitable no llevarme a la nariz su colonia, cerré los ojos un momento disfrutando de ese agradable aroma.
— ¿Qué estas haciendo? — abrí los ojos aterrorizada al escucharlo detrás de mi.
— Hee — vio la botella de cristal en mis manos — Bueno…. — me quede viendo un momento su colonia — Tiene un olor ácido, creo que se venció.
— ¿Ácido? — asentí tratando de entregárselo — Asegurate de conseguirme una nueva colonia para mañana, tira a la basura esa botella.
— Claro — ignorándome camino a mi lado para tomar un conjunto que parecía ser su pijama — ¿Necesita algo mas, señor Pousaz?
— No, puedes retirarte — logré ver de reojo como se quitó la sudadera antes de llegar al baño, dejando a la vista su perfecta espalda — No olvides despertarme mañana.
— Que descanse — en un abrir y cerrar de ojos, ya me encontraba en mi habitación apoyada contra la puerta — Dios santísimo — junte mis manos para llevar mi mirada al cielo — Muchas gracias mami, por demostrarme cuanto me quieres dejándome presenciar algo asi, y no dejar que solo lo viviera gracias a las películas o libros.
Con una sonrisa tonta me quedé viendo la botella de cristal, arroje un poco en mi muñeca para llevarlo a mi nariz.
El hotel era un sueño tan hermoso que en lugar de dormir en la cama, arrastre algunas almohadas y sabanas hasta los ventanales para dormir viendo las luces y la profunda noche.
Mis parpados comenzaron a pesar, lentamente me dejé envolver por los brazos de morfeo.
El toque en mi vientre fue algo escalofriante y placentero, sentí como las yemas de unos dedos fríos comenzaron a levantar mi playera que usaba para dormir, descubriendo mis pechos. Trate de abrir los ojos, pero estos aun se encontraban tan pesados que no tenia la fuerza suficiente para abrirlo.
— Shhhh — un aliento cálido choco contra mi cuello — No puedo dormir, Greco.
Reconocí su voz de inmediato, el señor Pousaz se encontraba en mi habitación, en la noche, quien sabe con que pervertidas intenciones se encontraba aquí.
Sujeto con fuerza mis muñecas para colocarlas sobre mi cabeza, su aliento cálido con sabor y olor a menta chocaron con mis labios, para dejar un tierno beso. Un cosquilleo comenzó en mi cuello hasta que esos cosquilleo se convirtieron en gemidos cuando esos besos húmedos se comenzaron a dirigir hasta mis pechos.
— Lo único que deseo es hacerte miá — con suavidad separo mis piernas — Quiero hacerte miá, Valentina.
Luego de miles de besos y caricias me abrazo recostarme con cuidado en su pecho, para contemplar lo que quedaba de la noche. Con algunas pausas que hacíamos para darnos uno que otro beso, recordando la primera vez que coincidimos y como hizo todo lo posible para encontrarme luego de nuestro primer encuentro.
— Prometo que no te dejaré ir de vuelta — sujeto mi mano mientras me veía fijamente a los ojos — Te quedaras por siempre a mi lado, te amo Valentina.
— Yo también lo amo, señor Pousaz — unos golpes se escucharon — Yo…
Al lograr abrir los ojos por completo me encontré bocabajo en el suelo cubierta por las sabanas, la puerta abriéndose hizo que me levantara de golpe solo para encontrar a dos mujeres del servicio de limpieza y uno de los recepcionistas, quienes se me quedaron viendo asustados.
— ¿Señorita se encuentra bien? — traté de controlar mi cabello — Las encargadas de limpieza entraron al no escuchar respuestas y la vieron en el suelo…
— Que vergüenza — escondí mi rostro en mis manos — Lo siento, lo siento.
— No se preocupe señorita — el muchacho chasqueo sus dedos haciendo que las mujeres se retiraran — Pediré que otro equipo de limpieza regrese después del almuerzo.
— ¿Almuerzo? — caminé hasta donde se encontraba mi celular para ver la hora — ¡No puede ser!
Corrí hasta mi maleta para comenzar a sacar mi ropa, colocándome un pantalón cualquiera me volví a acercar al recepcionista.
— No sabe si el hombre de la habitación de alado a despertado ya — tome un poco de aire — El señor Pousaz.
— ¿Señor Pousaz? — saco un celular de su bolsillo — Habitación 540, no, el seguro electrónico de la puerta no se a quitado desde anoche.
— Genial — me quede un momento en silencio, pensando algo rápido — ¿Podría pedirte un gran favor?
….Minutos después….
Estaba un poco nerviosa, antes de llamar a la puerta voltee a ver al recepcionista como si estuviera buscando algún tipo de permiso o aliento de su parte.
Armándome de valor di dos golpes fuertes en la puerta, pero estos no tuvieron respuesta, llame unas cuantas veces mas antes de pedirle al recepcionista que abriera la puerta.
El lugar se encontraba sumergido en una plena oscuridad, el recepcionista busco el pequeño control para abrir las cortinas mientras que yo caminaba hacia la habitación. Mi jefe estaba prácticamente inconsciente en la cama, lo moví un poco esperando despertarlo, pero no obtuve respuesta.
— Señor Pousaz — sujeté su mano para intentar levantarlo — ¡SEÑOR POUSAZ!
Como una momia egipcia se levantó con los ojos muy abiertos como si quisiera matar a alguien, y me temía que yo era la persona mas cercana.
— Greco — menciono molesto — Se puede saber ¿Por qué estas gritándome?
— Llevo….Llevo horas tratando de despertarlo, señor Pousaz — mi jefe al escuchar eso se levanto para tomar su celular abriendo sus ojos como platos al ver la hora — ¿Señor…
— ¡Porque no me despertaste! — al escucharlo gritar cerré los ojos — ¡Te dije que era un desayuno muy importante!
— Disculpe, señor Pousaz — entre abrí los ojos al escuchar la voz del muchacho — Ella intentó despertarlo desde muy temprano, solo que usted no respondía, la señorita asustada tuvo que bajar a buscarme para que abriera la puerta, estaba preocupada porque algo malo estuviera sucediendo con usted — como un perrito regañado levante la mirada — Ella no tuvo la culpa.
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Editado: 16.01.2024