Pasé en las calles más de un mes, batallando con la comida, con la higiene, con el control de mi mente, con el control de las voces, con la enfermedad de Parkinson.
Deambulando perdidamente, pasaba enfrente de un parque en un día soleado y nublado, con el cielo completamente azul. Las voces gritaban, susurraban, hablaban, hacían sonidos, cada momento era tan irritante que me desquiciaba a mi mente. Decían mi nombre una y otra y otra vez. Y una resaltó y llamo mi atención. Voltee aún lado.
- Armado ¿Eres tú?
Me quede helado, las voces dejaron de sonar.
- ¡Armando eres tú!
Yo afectado por estar en las calles, me espanto el acercamiento brusco de aquella joven que empecé a correr en dirección contraria a ella. Según yo iba a una gran velocidad, pero solo sentí como me tacleaba y caía al suelo, era bastante fuerte o solo que yo ya estaba bastante débil.
- Armando ¿Qué te pasa?
Le di un golpe impulsivo lo que hizo quitarle fuerzas para sostenerme, me levante y camine de espaldas, me di la vuelta para empezar a correr, pero me di un golpe en la pierna contra una banca de concreto, lo cual debilito mi pierna provocando no poder sostenerme de pie. La joven se acercó y se arrodillo aún lado mío. Se quedó mirándome un rato y comenzó a acariciar mi mejilla. Empezó a llorar y me abrazo con mucha fuerza.
- Armando soy yo, Monse. Nos tenías a todos tan preocupados de no poder saber nada de ti ¡Y yo más idiota! ¡Me tenías tan preocupada!
No decía ni una palabra. Trataba de evitar total contacto con las personas, lo único que hacia era escuchar mis voces sin poder pensar claro.
- Vamos, mi mamá nos está esperando en el carro.
Fuimos al carro y la mamá de Monse bajo a abrazarme, a hacerme muchas preguntas, qué ¿Dónde estaba?, ¿Con quien estaba?, ¿Qué había pasado?, etc., etc.
Subimos al carro y nos dirigimos a su casa.
Dentro del carro estaba el hermano menor de Monse, no recuerdo el nombre del niño, pero se veía tan pequeño. No me dejaba de ver ni yo al él, me extendió su pequeña mano y se la tome con la mía, recargue mi cabeza en sus piernas sin hacerle daño, con su otra mano libre tocaba mi cabello, mi barba y mi nariz, era un niño muy curioso. Agarro un juguete y me lo mostro, yo seguía inmutado con cualquier expresión que mostraba, que no expresaba mucho que digamos. En un momento me golpeo la frente con un juguete de plástico.
- ¡Oye! No golpees a Armando – Dice Monse – Muy mal.
En mi mente las voces ya no interferían tanto, podía escuchar mis pensamientos por unos instantes, pero no sabía si el que hablaba era yo. No sé qué pasa en mí, ya no sé quién soy, ya no reconozco nada de lo que un día fui, me pregunto qué fue lo que cambio dentro de mí, a donde es qué voy, no sé si estoy seguro de que existan las respuestas de lo que quiero resolver. ¿Lo podre intentar otra vez? ¿Tratar de hacerlo bien solo si la vida me brinda otra oportunidad? Pero no sé si mi cuerpo este apto para otra oportunidad.
Llegamos a la casa, me sirvieron de comer y me consiguieron ropa limpia y unos tenis limpios, me dieron una toalla y unas sandalias.
- El baño está arriba, tomate el tiempo que sea necesario.
Subí al baño blanco, mi cuerpo lo sentía muy débil ya, no podía sostenerme de pie mucho tiempo. Me acerque al espejo para verme. Mi rostro completamente cansado, la mugre no dejaba ver mi todo verdadero de piel, me convertí en una persona completamente diferente.
- ¿Qué fue lo que sucedió?
Empecé a ducharme, hace mucho tiempo no sentía el contacto del gua sobre mi piel, se sentía tan relajante, tan pacifico, la misma sensación que la fogata de Cristopher.
Termine de bañarme y de cambiarme, ya era de noche, me habían dicho que me iba a quedar y a la mañana me llevarían con mi familia. Me quede dormido en el sofá.
Unos pasos me despertaron, pero ya mi cuerpo no podía hacer movimientos bruscos para levantarme y ver quién era. Era Monse bajando las escaleras.
- Hola Armando – Se va acercando al sofá – ¿Podemos hablar?
- Ya estas aquí, más no puedo hacer.
- Me alegra escucharte de buen humor.
- ¿Qué pasa Monse?
- Quiero preguntarte ¿Qué fue lo que paso? ¿Por qué escapaste de la clínica? ¿Qué fue lo que hiciste después de que saliste?
- En la clínica no fueron mis mejores momentos, ahí me etiquetaban como falso en mi “enfermedad, pensaban que solo fingía para evitar responsabilidades.
- ¿Y fue así?
- No lo sé. Me empezaron a medicar con los medicamentos más suaves. Vieron que no había ninguna mejora en mi estado, que empecé a padecer la enfermedad de esquizofrenia y el síndrome de Parkinson, empezaron a utilizar tratamientos más fuertes y más arriesgados, un mes de puro dolor de cabeza y respiraciones aceleradas. En una de mis inyecciones semanales caí en paro cardiaco, había muerto, pero las voces de mi cabeza no pensaban en morir tan fácil, mi corazón comenzó a bombear de la nada, lo cual aproveché el momento para escapar, pues me habían sacado ya de la habitación, comencé un revuelo entre los internados sacándolos de sus habitaciones para tener más oportunidad de escapar. Muy apenas salí ileso de la clínica.
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Editado: 15.07.2019