Dulce perfección

CAPÍTULO 17

IRINA

 

 

Papá no dejó que regresara a Nueva York a pesar de que el médico había decidido que ya podía continuar un tratamiento en casa. Estaba aquí estancada al cuidado de Celia, quien se dedicaba a estar tras de mi todo el tiempo hasta que mi padre llegaba del trabajo. Tenía que tomar el papel de niñera, debía cumplir con las tareas domésticas y por si fuera poco, también cuidaba de Jengibre.

 

Sólo había asistido una vez a consulta médica desde que abandoné el hospital, fue precisamente para hacerme un chequeo rutinario y para que mi nutriólogo me entregara la dieta que me haría regresar a mi peso normal. Celia se encargaría de ello, además de ser mi niñera era también la chef designada.

 

 

—¿Quieres que te ayude a limpiar? Yo solía hacerlo cuando vivía con mi mamá.

—No Irina, yo puedo hacerlo sola.

 

Ella estaba pasando la aspiradora por la alfombra del salón, a pesar de que Celia se negaba a mi ayuda, tomé una de las figuras de mi papá y comencé a limpiarla.

 

—Tiene muchos búhos de cerámica, ¿no crees?

—Son sus favoritos. —Responde—. Cada que ve uno en alguna tienda no duda en comprarlo, es una de sus colecciones más preciadas, junto la de sus monedas.

 

Intercambiamos sonrisas y seguí con lo mío, limpiaba las figuras intentando regresarlas a la misma posición en la que las había encontrado.

 

—Oye Celia, ¿sabes? Cuando recién llegué, mi papá me llevó a un lugar en donde venden unos exquisitos hot-dogs. Voy a salir a comer ahí, regreso más tarde.

—No, no puedo dejarte sola. Son órdenes de tu padre.

 

Dejé escapar un suspiro, papá arruinaba todo desde tiempos inmemorables.

 

—¿Ves a mi padre por aquí? Un amigo me dijo que de vez en cuando es divertido romper las reglas. —Ella no parecía convencida—. Bien, entonces ven conmigo.

 

Me costó convencer a Celia de que lo hiciera, mi única excusa para conseguir últimamente todo lo que quería era mi enfermedad, la convencí diciéndole que mientras se tratara de comer, papá aceptaría cualquier cosa.

 

Fuimos a The Hall's Corner, al parecer también ella conocía aquel lugar. Nos sentamos en una mesa que se encontraba en el fondo, corrimos con suerte puesto que el lugar estaba lleno hoy. Intentaba localizar a Ben, mi único propósito para estar aquí era él, buscaba con la mirada al mesonero con los ojos más bellos que había visto.

 

—Celia ¿podrías ir al auto? Olvidé mis vitaminas. Mientras yo pido nuestra comida, ¿qué quieres?

—Lo mismo que tú Irina. Ya vengo.

 

Celia se puso de pie y se abrió paso entre las mesas para poder salir. Cuando la vi cruzar la puerta, me acerqué a un mesonero que recién colocaba botellas con mostaza sobre la mesa de los condimentos y complementos.

 

—¿Te puedo ayudar en algo?

—¿Sabes en dónde puedo encontrar a Ben Miller?

—Él salió temprano, pero está Beth, ¿quieres que le hable a su madre?

—No, gracias... Ahmm... Lo llamaré después.

 

Me encargué de salir del establecimiento antes de que Celia regresara. Ella ya venía con las vitaminas cuando la hice regresar al auto con la excusa de que por hoy ya no tenían los hog-dogs que tanto deseaba. Pero, como lo suponía, no pudo con la culpa de salir sin que papá lo supiera. Lo llamó para saber a qué lugar podría llevarme a comer y terminamos en un restaurante japonés comiendo sushi.

 

—Cuéntame de ti Celia. Convivimos todos los días y apenas sé tú nombre. ¿Eres casada? ¿Tienes hijos?

—Si. —Responde tomando un rollo con los palillos—. Tengo dos hijos, mi hijo trabajó con tu papá hasta que le ofrecieron un mejor puesto en Connecticut.



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En el texto hay: musica, ballet, romance

Editado: 21.10.2020

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