Dulce Poeta

Capítulo: 32

Mi amiga Tania, mi amiga desde el primer día de secundaria, mi amiga hasta el último día de secundaria

Mi amiga Tania, mi amiga desde el primer día de secundaria, mi amiga hasta el último día de secundaria. Mi amiga hasta que papá falleció y yo me estanqué, me aislé del mundo, mi amiga la que siguió su vida sin mí en ella. Una chica estaba en la puerta de mi casa, golpeada, lastimada, y destrozada, pero no se parece a mi amiga.

Ella era la clase de chica fuerte, la que se enfrenta a las injusticias, la que no se paraliza, la que sola se baja la luna si la quiere y no espera que un hombre lo haga...es independiente y muy fuerte, se hace respetar, es la clase de chica que admiras, la clase de chica que quieres ser. La clase de chica que yo quería ser, esa era Tania, mi amiga.

La chica parada frente a mí, asustada, temblorosa y con la mirada pérdida no se parece en nada a mi amiga.

─ ¿Puedo pasar?─ su voz era la misma...casi la misma. Sonaba apagada, le faltaba esa chispa que de seguro le han arrebatado.

─Claro...pasa.─ me hice a un lado dejándola entrar, me percaté de las intenciones de mí vecino de también ingresar y lo frené. ─Andy, no, déjanos hablar por favor, si necesito tú ayuda te llamaré...

─Pero...

─Por favor...─ sus ojos suplicantes se cerraron y exhaló asintiendo. Lo vi entrar a su casa y también exhalé. No tengo ni puta idea de qué carajo está pasando, ni a qué me enfrentaré una vez que ingresé a mi departamento.

Cerré la puerta de mi casa y al girar logré ver el saltó que pegó mí amiga ante el golpe. Está realmente asustada, me acerqué al sofá cautelosa y me senté a su lado, al verla bien noté que estaba llorando así que procedí a hacer lo único que se debe hacer en una situación así, la abracé. Fuerte y firme, con la intención de unir los pedacitos destrozados de su corazón aunque con algo de miedo a que me lastimen en el intento.

─ ¿Qué ocurre Tani?─ su sollozo ya era casi nulo, seguí abrazándola como si fuese mí pequeña hija.

─ Me enamoré Deya, estúpidamente...─ susurro.

─ ¿Él te...te hizo esto?─ la opresión en mí pecho me dificultó formular la pregunta.

─Todo era perfecto... Él lo es─ hablaba tan triste, me costaba creerlo, ella, de todas ella... ¿Qué mierda pasó en estos años? ─ Empezó diciéndome que mis vestidos eran cortos y que hay muchos pervertidos en la calle...yo pensé que me cuidaba, pensé...─ volvió a llorar, la abracé aún más contra mí─ Estaban todas las señales a la vista, Deya, todas, y yo fui la idiota qué no las vio, o no las quise ver...le justificaba todo, justifiqué que me revisara el móvil, justifiqué que no me dejase ir a bailar o ver a mis amigas en un bar o algo, hasta de mis primos me alejó, y no me importó.─ lloraba con tal desconsuelo que mí corazoncito se rompió también, derramé un par de lágrimas por mi amiga, me sentí culpable por no estar allí para advertirle, para decirle que nadie tiene derecho a alejarla de sus amigos ni a controlarla, ella no obedecía ni a sus padres ¡Dios!

─ Tranquila Tani, ya...─ la mecía en mis brazos dejándola desahogarse. Sé por experiencia propia que a veces es necesario romperse sólo para sacar lo malo y volverse a armar con lo bueno. ─ No fue tu culpa, él es el tóxico, él es el que está mal... tú solo te enamoraste, no hiciste nanda.

─ Soy una imbécil, Deya, me lo advirtieron tantas veces y yo sólo...

(...)

Pasé largas horas conversando con mi amiga, el idiota y poco hombre que la golpeó se llama Federico Sinkler, quisiera saber quién es sólo para golpearlo bien duro en la entrepierna. La golpeó porqué ella lo dejó, se alejó de él cuando él la obligó a tener sexo, sí, la violó. He tratado de convencer a Tani para iniciar un proceso legal, pero no quiere, el tipo ha sido su novio hace más de un año. El canalla es el típico chico popular, de familia rica y buenas notas, el presidente estudiantil y toda esa mierda, tiene un futuro brillante... Es un hijo de perra. Siento tanta impotencia ahora mismo que iría yo misma a la policía a denunciarlo ahora para que jamás vuelva a tocar a mí amiga. Ya es de madrugada no puedo dejar de caminar por toda la sala sin parar pensando que hacer, Tani no quiere denunciar pero no puedo dejarla irse así, el tipo es un psicópata, y no lo digo en el sentido de que es inimputable por su salud mental, sólo que lo que hacen tipos como él no tiene lógica alguna, él puede volver para terminar lo que comenzó, no puedo estar al corriente de esto y quedarme esperando a que mi amiga sea una víctima fatal más. No puedo y no lo haré.

─Son las cuatro de la mañana...pero para oírte vale la pena desvelarse.─ la voz adormilada de mí poeta me hace sentirme culpable y a la vez idiota al saber que siempre que estoy en crisis recurro a él ¿Y si un día ya no está?




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