Dulce Poeta

Capítulo: 35

─ O sea que tú tienes de suegro al padrino      

─ O sea que tú tienes de suegro al padrino

─Nunca mejor dicho.─ Volví a sorber mi roja nariz.

─Y pronto serás noticia junto a tú ídolo y su hijo...

─Si.

─Joder, hay que vender tú historia a Netflix.

─Imbécil.

─Di eso una vez más y me largo con el helado...

Mierda.

Le sonreí frustrada pues me había agarrado de las pelotas que no tengo.

─ ¿Y qué haces aquí?

─ ¿Qué?

─ Pues deberías estar pidiendo explicaciones o algo por el estilo...es lo que yo haría. ─Adhemar daba otra cucharada al helado de vainilla.

─ ¿Explicaciones? No te estaría siguiendo, Galán...

─ Si, saber toda la historia, el por qué no te dijo de él, porque no se hablan o porqué su mamá hizo lo que hizo, no sé, todo el cuento.

─Todo el cuento...

Sí, eso tenía su lógica pero no estaba segura de querer saberlo todo porque si no lo hizo debe ser porque hay algo aun peor y que lo que me contó es solo la punta del hisberg.

¿Por qué siempre que las cosas van bien entre el estúpido poeta y yo algo pasa y lo caga?

─Oye dale tiempo. Pero sabes que en algún momento tendrás que hacerlo. Y sobre lo de tú mamá...

─Ya sé.

─ ¿Se queda o se va?

Esa pregunta la tengo desde que la vi por primera vez. Quizás ella me ayude a entender el drama de los Villanueva.

─No lo sé, pero pásame la cuchara antes de que te devores todo...

─Siempre ingrata, princesa, que decepción...- movía su cabeza de un lado a otro en fingida indignación.

─Ya cállate y obedece.

─Un esclavo, eso soy...

─Los esclavos no hablan. ─ rió mirándome de lado y me dio la cuchara.

No sé qué haría sin él rubio bonito...

Limpie mi casa, pues, no quiero ir a la universidad, ni hacer las prácticas, ni nada. Me tiraría a llorar en mi cama unos días pero al menos lloraría en una casa limpia. Sí, esa era mi plan. Mi loco amigo rubio se tuvo que ir tras insistentes llamados de nuestra jefa. Debía cubrir su turno...y el mío. Mi vida es un completo y absurdo desastre un estúpido cliché mal hecho, es peor que un mal libro. Mucho peor. Porque la única que sufre los caprichos del destino soy yo. A mí me pasa todo lo malo, estoy maldita, eso ha de ser.

Dejo el lampazo a un lado y agarro mi cabeza, no puede ser cierto, no me siento lista para estar en todas las etapas de diarios de la ciudad. Encima relacionada con la mafia. Yo. Que siempre me jacte de mi correcta y sencilla vida. Lo más peligroso que me había pasado era lo de Tani.

Ay Tani...

Me acosté en el sillón ya sin energía para llegar a la cama y marqué a mis amigas. Las necesitaba. 

Un tono...

Dos...

─Te dijimos que descansaras...─ la voz mandona de Emi me atendió.

─Paso algo...pon altavoz.

─Mierda...necesitamos vacaciones.

Reí sin mucho humor, definitivamente las necesitamos.

Luego de varios minutos de puro parloteo mío, oí a Tani.

─Carajo, amor, eso sí que es complicado...

─Mira quién habla...

─Federico es un psicópata, pero la mafia...es otro nivel─ concordaba con la hueca.

─No sé qué hacer chicas...

─Yo sí.

Una voz varonil y familiar me tomó por sorpresa y me agarré la cabeza al saber que mis estúpidas amigas habían permitido que una charla personal fuese oída por Hache ¿Y qué mierda hace ahí?

─Hans, no es tu asunto.─ estaba furiosa, mis amigas me habían traicionado, las muy perras...

─Oh, sí, sí lo es...te incluye a ti y a Naza. Es mi maldito asunto.

─ ¡No, no lo es! ─ el grito salió desde mis entrañas, en verdad estaba molesta, me sentía harta de que todos supiesen que debo hacer y no me dejasen decidir a mí, aunque yo no tuviese ni puta idea aún era mi maldita decisión.─ No sé porque ellas te dejaron escuchar, pero ¿Sabes qué? No necesito a ninguno de los tres, creí que podía contar con ustedes chicas, pero ya vi que no. ─ gruesas lágrimas cargadas de decepción caían por mis mejillas.

Me sentía traicionada y expuesta, confío en Hache pero la conversación era muy personal, abrí mi maldito corazón ante mis mejores amigas...no ante él.

─No, Deya, amor...─Emi hablaba deprisa pero corté antes de que formulara alguna frase.

Ya era suficiente.

Agarré mi suave almohadón de peluche y lo abracé con todas mis fuerzas y lloré.

Lloré a mares, estaba tan cansada.

Definitivamente había tocado fondo, lloré como desde hace mucho tiempo no lo hacía, no sólo mis ojos lloraban también mi corazón.




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