Dimitri Rinaldi
Hace aproximadamente un año no duermo bien teniendo está presión constante en mi cabeza.
Siendo honesto no me veo siendo ejemplo para nadie, mi vida gira en torno a un mundo de violencia. No es algo que me enorgullezca, pero esta es la vida en la que crecí y a la que estoy acostumbrado. Razón suficiente para mantenerme al margen del niño que engendré por descuido.
Enterarme de la noticia fue bastante traumático, jamás imaginé convertirme en padre, de hecho, ser padre no estaba en mis planes de vida.
Aunque por la infancia de porquería que tuve, decidí hacerme responsable del niño para garantizar su bienestar.
La terrible situación financiera de la madre, me condujo a influir de manera anónima en el crecimiento del negocio familiar de los Agazzi, asegurándome de que nada le faltará a la criatura, por otra parte, coloqué centinelas por toda la ciudad que han velado día y noche por su seguridad. Desde aquel atentado en el bus he estado resguardando la vida de ambos.
Es claro que alguien intenta borrarlos del mapa y digo intenta porque he impedido en varias oportunidades que cumplan su cometido.
Lo más frustrante de esta situación es que la mente detrás de todo esto, es alguien quien conozco y por razones de alianzas no puedo toca.
Por ahora.
Solo espero con paciencia mi oportunidad para poder actuar y dar mi estocada, de momento solo me queda hacer el papel de guardián y asegurar la vida de mi hijo.
—Donde está Shaw? —entro en mi fortaleza y busco a mi hombre de confianza
—Se encuentra custodiando el ala norte, señor —informa uno de los peones
Sigo mi camino hacia el lugar que me informan, encontrando a quien busco fumando como chimenea en un balcón
—Shaw! —se ahoga con el humo al escuchar mi voz
—Señ... —tose como un cerdo —. Señor —finalmente recupera el aliento
—Cumpliste con mi orden? —comienzo a interrogarlo
—Sí. Todo salió como usted lo planeo. Venga y le muestro —me direcciona por el pasillo que da hacia las habitaciones de invitados y se detiene en la última, abriendo la puerta para mí
—Siga adelante —señala el interior
Me adentro reconociendo rápidamente la figura esbelta, de tez blanca y cabello cobrizo inconsciente en la cama
—Por qué está desnuda? —cuestiono tras notar que solo una toalla cubre a mi nueva inquilina.
—La interceptamos cuando salía del baño, señor. Nadie se atrevió a ponerle un dedo encima hasta que usted lo ordenara—explica temeroso
—Y el niño donde está? —echo un vistazo por los alrededores en búsqueda de la criatura
—Dejamos al cachorro en su habitación —frunzo el entrecejo en confusión
—Mi habitación? —afirma nervioso —.Y por qué en mi habitación? —cuestiono visiblemente perturbado
—Pensaba que deseaba tenerlo cerca —intuye erróneamente el idiota
—Dije que quería tenerlo cerca, pero no en mi jodida habitación —mi mal genio sale a flote
—Lo siento, señor. Fue un error de mi parte. Ya mismo ubico al cachorro en otra habitación —intenta salir para enmendar su estupidez, pero lo detengo calmándome internamente
—Ya déjalo. Mejor ve y consigue algo de ropa para cuando despierte la madre del niño —indico y se marcha a cumplir mi orden
Me acerco hacia la mujer indefensa en la cama y mi mente trae recuerdo de una noche de locura.
Sacudo mi cabeza aclarando mis ideas, no es momentos para distracciones, por causa de esta distracción en forma de pecado estoy hasta el cuello de problemas.
Busco la salida y sigo hacia mi dormitorio, el cual se encuentra en el ala sur de la fortaleza, muy alejado de todo, donde solo mis hombres de confianza puede acceder.
Entro en mi espacio sintiendo la atmósfera diferente, el llanto incontrolable de un bebé me guía hacia la sala de estar, encontrando una escena desagradable
—Que carajos? —alcanzo ver a mi jefe de escuadrón haciendo el papel de payaso con una peluca de colores
—No es lo que usted cree, señor —suelta las marionetas en sus manos y se quita la peluca avergonzado —. Solo intento distraer a su cachorro —apunta hacia el sofá, donde un pequeño e indefenso bebé arma un escándalo con su llanto
—Esa ridícula peluca lo está asustando, imbécil —recrimino hastiado de la inutilidad de mi personal.
—Pero, señor. Está llorando desde antes de sacar las marionetas y la peluca —argumenta en defensa
—Pues debe tener hambre, los bebés lloran por comida —intuyo instintivamente
—Ya bebió su biberón, revise su pañal, pero no tiene caca, le ofrecí algunos juguetes y me lo arrojó furioso. Supongo que extraña el calor de su madre—deduce convencido. Yo también pienso igual, pero me reservo mi opinión
—Sal de aquí, yo me encargo —lo echo queriendo un momento de privacidad.
Obedece y al salir se lleva consigo la porquería que trajo.
Una vez a solas con el niño me quedo curioso observando sus rasgos faciales y por más que busque no hallo ningún parecido a la madre.
Mis genes dominantes hicieron bien su trabajo, este berrinchudo es una copia mía exacta.
—Oye! —mi voz dura detiene su llanto —. Has silencio, me estás atormentando—parece entender porque se queda quieto formando pucheros —. Tengo reglas en este lugar y una de ella es nada de escándalos, entiendes? —se frota los ojos con fastidio e ignora mis palabras volviendo a soltar el llanto
Masajeo mi sien buscando la calma, no me puedo dejar vencer por un malcriado. Inseguro doy un paso hacia donde se encuentra sentado y lo levanto entre mis brazos llenándome de una extraña sensación
—Bien, bien. Te cargaré solo por un momento —se tranquiliza al enterrar su pequeño rostro en mi pecho. Mi calor parece sedarlo porque segundos después se queda profundamente dormido —. Entonces era sueño lo que tenías —razono sintiendo su corta respiración.
No es la primera vez que cargo un bebé, Jared fue el primero en darme esa experiencia cuando nació, pero tener entre mis brazos a mi hijo me transmite un sentimiento indescriptible. La calidez de su pequeño cuerpo traspasa mi corazón. Es como si dentro de mí algo se llenará, un espacio que nunca antes había sido ocupado.
Camino hacia mi habitación y lo ubico con cuidado en mi cama tratando de descifrar esta extraña experiencia. Por primera vez en mi vida siento plenitud a mi alrededor, el dinero que he acumulado me ha permitido tener lujos, placeres efímeros y poder, sin embargo, nada de eso me dio está dicha que estoy sintiendo en este momento.
Devora Agazzi
Recobre el conocimiento y me he mantenido quieta evitando ser descubierta. Mi propósito es estudiar en que lugar me encuentro. Los hombres que entraban hablaban algo referente a una fortaleza, no sé quiénes son y que planean hacer con mi bebé. Claramente, pude escuchar que lo mantienen encerrado en otro lugar. Tengo miedo de lo que puedan hacerle, por eso obligó mi cuerpo a moverse sintiendo aún los efectos del potente somnífero que usaron para drogarme.
Con dificultad me levanto ideando una forma de escapar y pedir ayuda para rescatar a mi hijo. Todo lo que me rodea es desconocido, ajusto la toalla que me cubre y arrastró mis pies hacia la salida rogando internamente que no haya nadie al otro lado de la puerta.
Detengo mis pasos al sentir que alguien se acerca. Busco algo que me sirva de arma de defensa y lo único que encuentro es una lámpara de noche, la cual desconecto apresurada al tiempo que apago las luces dejando todo en completa oscuridad.
La puerta se abre y alguien se adentra en la habitación.
—Muérete, maldito! —arrojo la lámpara con la mente nublada en cólera, mi oponente consigue esquivarla
El reflejo de la luz que entra desde afuera me hace consiente de su gran tamaño y contextura. Acobardada busco escabullirme por su costado, pero soy atrapada por sus largas manos
—Suéltame, bastardo —forcejeo siendo inútil, ya que su fuerza supera la mía
—Tengo dinero. Te daré la cantidad que me pidas a cambio de mi bebé sano y salvo—uso mi astucia al ver que la fuerza no me funciona
—Otra vez con lo mismo. Yo no necesito tu dinero —su voz profunda hace eco en mi cabeza y por alguna razón se me hace conocida
—Quien eres? Acaso nos conocemos? —no responde llenándome de más intriga —. ¿Si no quieres dinero, entonces dime que?
—Que otra cosa estás dispuesta a ofrecerme? —el tono sugerente en su pregunta no me pasa desapercibido.
—Lo que desees —sacrifico mi dignidad al no tener más alternativas —. Estoy dispuesta a cualquier cosa por mi hijo.
—Ven aquí —arrastra mi cuerpo hacia la cama y caigo sentada entre sus piernas de manera que su respiración pesada golpea en mi nuca
Me armo de valor dejando que me manosee como quiera con la clara intención de seducirlo y ganarme su confianza
—Me dirás que deseas? —estímulo su parte viril ya rígida, moviendo mis caderas de manera provocadora
—Quiero que me beses —confiesa finalmente
Su petición se me hace muy fácil, por lo que, clavo mis uñas en su nuca y busco su boca para cumplir su deseo usando toda mis habilidades para conquistarlo con un beso que lo deja sin aliento
Sabe a jarabe de caramelos.
Un familiar recuerdo pasa por mi mente llevándome a alguien en particular
¿Vikingo?
Suelto su boca conmocionada, reviso su rostro en medio de la oscuridad queriendo verificar si son la misma persona
—Que ocurre? —me pregunta confundido
—Eres el vikingo del club? —soy directa, aunque no estoy segura de mis suposiciones
—De que hablas? —su reacción desconcertada me hace dudar
—Encenderé la luz —busco levantarme, pero soy bloqueada por sus brazos fuertes
—No irás a ningún lado.
—Solo quiero ver cómo eres —suavizo el tono de mi voz para convencerlo
—Que importa como me veo.
—Tengo mucha curiosidad —insisto
—Que me asegura que no escaparas?
—Tienes a mi hijo, esa es una gran razón —duda, pero luego de pensarlo unos segundos accede finalmente
—Bien, enciéndela. También quiero explorar tu cuerpo con claridad —confiesa descaradamente, volviéndome consiente de mi desnudez
Ignoro cualquier indicio de pudor y busco el interruptor ansiando ver su rostro para corroborar mis sospechas, las manos me tiemblan cuando presionó el botón de encendido dejando que la claridad ilumine toda la estancia.
—Buena retaguardia —entona el desconocido, a mi espalda
Me doy la vuelta para enfrentarlo, encontrando a unos ojos verdes que me traspasa y a la vez, me hiela la piel.