Devora Agazzi
—Arroró mi niño, arroró mi sol, arroró pedazo de mi corazón—le canto la última canción a mi bebé, abrigando su cuerpecito para que no sienta frío.
Dejo un beso en su mejilla regordeta y me quedo un momento a su lado masajeando mi cuello y sumergiéndome en mis tortuosos pensamientos
Escapar con mi hijo de este lugar se había convertido en mi objetivo principal, sin embargo, después de escuchar las palabras del vikingo con respecto a que alguien planea hacerle daño, me ha hecho replantear mi misión
No sé si su comentario fue para atemorizarme, pero el caso es que lo consiguió. Tengo temor de que exista alguien que quiera lastimar a mi pequeño y yo no pueda hacer nada por evitarlo.
Si lo pienso bien, el vikingo es un hombre misterioso, rodeado de mucha seguridad, probablemente sea un mafioso que tenga muchos enemigos que deseen su muerte o la de sus familiares.
Me considero valiente cuando se trata de mis seres queridos, pero en este caso la valentía no me sirve de nada si no tengo las herramientas para proteger a mi hijo. No puedo arriesgar a Kylian sin estar completamente segura de su bienestar
Aunque me cueste admitirlo, el vikingo si tiene el poder para proteger a mi pequeño. Esa poderosa razón me ha hecho decidir permanecer bajo su dominio y sacarle la verdad de lo que está pasando
—Señora! —una voz desde el recibidor capta mi atención —. ¡Señora!
Me asomo descubriendo que es el chico rapado de aspecto dócil a quien todos los demás guardias obedecen
—Si?! —susurro cautelosa
—Señora, recoja las cosas del niño y venga conmigo, una aeronave la espera en la pista.
—Co-como que pista? A donde vamos? —balbuceo alarmada
—No puedo darle más información, solo me ordenaron venir por usted y el niño —responde con misterio.
El afán con que me mira me hace consiente de que algo sucede, por lo que, cedo con la incertidumbre incrementando en mi interior
—Está bien, espere un momento —voy a la habitación y tomo a mi hijo junto a sus cosas para luego seguir al chico.
Llegamos a una pista improvisada ocupada por un helicóptero sumamente pequeño. Aterrada y con ayuda del chico rapado subo con Kylian en el estrecho espacio con solo dos asientos que me pone los pelos de punta. En un pestañeo estamos sobrevolando los aires rumbo a un lugar desconocido
Aterrizamos en poco tiempo sobre la azotea de una cabaña cerca del mar. La brisa fresca, el sonido de las olas y en general todo el lugar le da cierta serenidad a mi alma angustiada
—Que hacemos en este lugar? —le pregunto al chico que me acompaña, queriendo una explicación.
—El señor ya está en camino para responder todas sus preguntas —contesta evasivo
—Por lo menos podrías decirme tu nombre? —me desespera que sea tan hermético
—Me llamo Aldo, señorita —responde suspicaz abriendo la puerta de la cabaña para mi
—Yo me llamo Devora, encantada, Aldo —le extiendo mi mano de manera amigable y eso lo toma por sorpresa
—Igualmente, señorita Devora —devuelve el saludo con cautela —. Siga adelante
Accedo demostrándole confianza, me muestra el lugar conformado por una pequeña sala de estar, una terraza con jacuzzi, una cocina simple y una cómoda habitación con vista hacia el mar
—Si necesita algo, no dude en llamarme —concluye el muchacho, buscando la salida
—Espere, Aldo. Tengo una pequeña duda —atajo su sudadera para que se detenga
—Dígame, cuál es su duda? —me mira incómodo con el contacto
—Este lugar solo cuenta con una habitación? —asiente, despejando mi cabeza
—Alguna otra pregunta? —inquiere liberándose sutilmente de mi agarre
—No, eso era todo —me reservo la pregunta de, donde dormirá su jefe? Siendo obvia la respuesta
Se marcha dejándome sola y aprovecho la oportunidad para recostar a mi bebé y darme un baño refrescante antes de que despierte.
En esta época del año el calor es sofocante, por lo que me tomo mi tiempo disfrutando el agua fresca de la tina.
Me relajo limpiando cada parte de mi cuerpo hasta dar con las marcas que dejó Mauricio sobre mi piel con su acto de violencia. Algunas son rojas, otras púrpura.
Aún me cuesta asimilar su verdadera naturaleza. Mientras estuvimos saliendo nunca mostró comportamiento agresivo, tal vez estuve tan ciega que nunca note la clase de miserable que es. Recordar los años que perdí a su lado solo me llena de ira por lo estúpida que fui al creer en todas sus mentiras
Enojada termino de lavar mi cuerpo y al salir de la tina escucho unos pasos dentro de la habitación que me hacen consciente de que alguien ha llegado.
Busco afanada una toalla que cubra mi cuerpo desnudo y en el apuro mis pies resbalan causando que caiga violentamente contra el piso
—Auch! —mis codos y rodillas reciben la peor parte.
—Te encuentras bien? —la voz del vikingo se escucha al otro lado de la puerta
—No entres, por favor —gimoteo con dificultad —. Haaa..! —un dolor penetrante recorre mi pie derecho concentrándose en mi tobillo —. Duele. Ayúdame, vikingo.
—Entraré —abre la puerta encontrándome en un penoso estado
—Por favor, cúbrete los ojos —imploro avergonzada al ver que se acerca
—Necesito mira para ver en qué te puedo ayudar —alega alcanzando un albornoz para ponerlo sobre mi cuerpo —. Sostente fuerte de mis hombros
Obedezco a su demanda sintiendo como sus brazos fuertes me levantan sin ningún esfuerzo.
Me deja sobre la cama y se arrodilla para revisar mi tobillo lastimado
—Esto se ve muy mal, traeré hielo. Ya regreso, no intentes levantarte —advierte yendo apresurado en búsqueda de hielo
Respiro profundo resistiendo el dolor y también los latidos locos de mi corazón
—No. No te ilusiones, corazón inútil —me regaño por ser tan débil ante su acto de caballerosidad
El príncipe rescatando a su doncella
¡Tonta, ya para!!
—Bhu-bu —una vocecita detrás de mi corta todo pensamiento inútil