Dulces y Narcisos

Capítulo IV Una segunda oportunidad

 

Como lo sospechaba, Terry Grandchester no había bajado la guardia. La clase de educación física se había vuelto insufrible, todas las pelotas iban directamente a ella y el último saque había ido a parar directo a su cara.

 

—¡Candice White, vaya a los baños a asearse, y ponga más atención a la pelota!

 

La víctima expulsada por ineptitud. Nunca había sido tan apaleada en prácticas físicas, estas chicas parecían profesionales, muy competitivas. No por nada la escuela tenía récords en campeonatos.

 

—¡Oye, repostera! —escuchó para su pesar a Terry en la puerta de vestidores.

—Quítate de mi camino— lo evadió con la mano en la cara, el golpe de calor la había hecho sangrar las fosas nasales. Rápidamente fue a los lavabos para enjuagarse. Inclinó la cabeza hacia arriba sosteniéndose el arco de la nariz con los dedos.

—¡Woa! —Terry retrocedió— ¿Qué tienes ahí?

—Sangre —su voz, gangosa. Terry no se movió— ¿Qué pasa? — El trató acercarse con un pañuelo, pero ella dio un manotazo — Déjame, puedo sola.

—Estas siendo mal educada.

—Tú te empeñas en arruinarme la existencia, ¿y soy yo la mal educada? Tú gozas verme humillada ¿y resultará que yo soy la sádica? Aléjate, Grandchester, no quiero ser culpada por arruinar tu día.

—Sólo trato de ayudarte, ¿no te complace?

—Sólo has logrado ponerme de mal humor, pero eso sí, no me has derrotado. —Candy empezó a sacar papel del despachador para hacerse conos y meterlos a la nariz, Terry no pudo evitar sonreír, pero por la mirada que ella le lanzó, se limitó a volver al tema. Contempló las manchas rojas ahora en la playera blanca de Candy, se sostuvo de la pared.

—¡No te entiendo!

—Y aquí viene la gritadera de nuevo. —Reprochó ella.

—¡No, tú gritas más! Te ofrezco mi ayuda y la desprecias, trato de ser... amable contigo y te ofuscas como gata boca arriba.

—Uy, ten cuidado de lo que dices. Quizá lo que estés tratando de hacer es pedir una disculpa, ¿alguna vez lo has hecho?

—¿Yo? ¿Por qué una disculpa? —Candy desechó un papel y volvió a meterse otro nuevo.

—Olvídalo. Déjame en paz, ya te dije. —tuvo la intención de irse de nuevo, pero Terry volvió a jalarla del brazo— ¡¿Por qué haces esto?! —Intentó soltarse de su agarre, lográndolo, pues no había impuesto mucha fuerza, afortunadamente.

—¿Por qué me odias? ¡No hay motivo! Soy rico, elegante, poderoso, popular, tengo buena altura, soy atlético, inteligente y el mejor en el club de Drama; soy lo mejor que podrías encontrarte incluso en América, no entiendo tu odio hacia mí. ¿Qué quieres, qué necesitas, qué buscas entonces?

—Nada de eso te sirve, Terrence. Crees que vas impactando a toda chica que conoces. Pues para que lo sepas, cuando te vi, no sentí nada, nada. Solo aversión de saber cómo tratas a los demás, como si tú fueras de otra especie. Siempre pidiendo, siempre ignorando, siempre con esa cara... con esa... cara de... de... Soy Mejor. —Candy se le había subido el calor, estaba casi sobre el colapso y hablaba sin parar, harta de esta incómoda situación, quería terminar con todo eso— Tú con tus ropas y tu helicóptero, tu... ¡tonto peinado de melena, me da ansias! Tú y tu mafia me tiene sin cuidado. ¡Tú me tienes sin cuidado, sólo déjame! —Salió corriendo antes de que las lágrimas de la conmoción la traicionaran.

 

Terry quedó de una sola pieza, abrumado por la verdad de sus palabras, con la confusión anidándose en su mente y esa sensación que empezaba a provocarle Candy.

 

—¡Aaaah! Maldita sea, ¡¿qué está pasando?! No entiendo nada. —solo esperaba que nadie los hubiese visto, sin atreverse a divisar a Candy alejándose.

 

Por su parte, Candy iba a olvidar lo sucedido, ojalá con eso a Terrence le quedara claro que no tenía ninguna intención de involucrarse con él. La hemorragia había cesado y asegurándose que no quedara rastro de sangre y con mejor aspecto por la tarde, Candy fue al salón F4 para dejar un obsequio a Anthony, pero fue sorprendida por unas voces masculinas.

 

—¿Es una entrega especial? —Preguntó el de lentes. Oh, el resto de la mafia. Ambos chicos sonrieron amables.

—Podrían... Emm.. Esto es para Anthony Brower, ¿podrían entregárselo, por favor? —Stear tomó la bolsa rosa de papel, en el interior, una pequeña caja de Candy Cakes. Archie se asomó al interior también.

—Si aceptas tomar el té, será un trato.

—El té... Ah, sí. Ok.

—Ven, pasa. —el personal de servicio desplegó lo que ya tenían preparado: Pastelillos y te en bandejas finas. ¿Aquí también usaban mayordomos?

—Así que tú eres Candy White —le miró Stear a través de los lentes, reacomodándolos. —Soy Stear, un gusto. —Extendió su mano, ella correspondió.

—Si tuviera un dólar por cada vez que me han dicho eso... Mucho gusto.




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