Dulces y Narcisos

Capítulo VIII La venganza

 

Candy no podía perdonarse ni así misma el tremendo lío en el que se había metido, si tan solo su familia se enterara del horror de este malentendido lloraría de vergüenza, aunque le creyeran. Salió de la escuela rumbo a Candy Cakes en la bicicleta pensando en todo lo que le había pasado en este maldito Colegio.

 

—¡Candy! —escuchó entre los árboles y matorrales del camino que siempre tomaba— ¡Candy! — Eliza gritaba tratando de llamar su atención, casi corriendo a su par. Las hojas húmedas encharcadas crujieron debajo de las llantas cuando casi se le atraviesa, sofocada.

—Eliza... ¿Qué te sucede? — apoyó ambas palmas en las rodillas, recomponiéndose mientras Candy la miraba atónita. Señaló a una dirección en el camino, pasando saliva.

—Es Terry... Allá... —Candy en ese momento redireccionó su bicicleta y fue hacia el lugar pedaleando rápidamente hasta casi quedarse sin aliento, lo encontraría, pero no veía nada.
 

Tardó en reaccionar de lo que sucedió de pronto: De la nada, algo detuvo la llanta delantera sumergiéndose por completo en una zanja abierta, haciéndola saltar la propia bicicleta, caer estrepitosamente y lastimarse las palmas, las rodillas y torciéndole un tobillo. La canasta trasera estaba torcida, el silencio duró poco cuando fue interrumpido por carcajadas que le rodeaban y empezaban a lanzar cupcakes que reconoció enseguida como propios del negocio.
 

—¡Basta, basta! — Alzó los brazos cubriéndose el rostro, aún en el piso con las articulaciones raspadas, luego, Eliza llegó corriendo para verlo todo y empezar a sonreír.

—¡Está tan sucia! —Alguien gritó, entonces vino el agua de una manguera a presión empapándola toda.

—Por favor, basta...

 

Sollozó con la cabeza cubierta, dejándose vencer, sabiendo que esto duraría hasta que ellos se aburrieran u ocurriera algo peor. Mientras tanto, la espera sería eterna, tendría que soportar diferentes disparos de lo que se les ocurriera; sus piernas temblaban por completo, no podía ponerse en pie con las palmas heridas.

 

El frío interno la llenó sabiéndose sola en ese momento. Qué diferente era cuando Anthony merodeaba por ahí y milagrosamente la sacaba del apuro. Ahora, era solo una extranjera mentirosa a la cual todos odiaban por una calumnia desastrosa.

 

—Ya no... —su voz se debilitaba, ya no le importaba que el chorro hubiese encontrado disparar directamente en la cara.

—¡Atrás! —Gritó una voz — ¡Candy!

 

¿Quién le llamaba? Estaba aturdida, esa voz...

 

—¡Candy!  

 

¿Terry? Acaso sería el... Oh, por todos los cielos. Apenas abrió los ojos cuando observó a Terry batiéndose a puñetazos con los chicos que manejaban la manguera, los que tenían evidencia en las manos, los que se reían y trataban de detenerlo, estaba imparable. Uno a uno lo tomaba de la solapa para lanzarlo al piso, algunas chicas huyeron aterradas y otras tantas, paralizadas no daban crédito a lo que veían. Cuando quedó claro lo que Terry estaba impidiendo y a quién defendía, fue a ella para tomarla en brazos desde la hierba fangosa, su cuerpo sintió el descanso en sus brazos, agradeciendo al cielo su presencia.

 

Terry la acercó a su pecho mientras caminaba para sacarla de ahí, susurrándole.
 

—Lo siento tanto Candy, perdón... ¡Perdóname!

—Te juro que yo no hice nada... —Lloró aferrándose a su corbata, temblorosa y débil— De veras, no miento.

—Deja eso ya, te creo, creo en ti.

 

Con esto Candy suspiró profundamente y sintió el alivio en su cuerpo, un desmayo la hizo más pesada entre los brazos de Terry Grandchester.

 

En el despacho, Stear y Archie hicieron entrar a la susodicha, totalmente angustiada y temerosa. Stear no le había dirigido la palabra en absoluto, había tenido la mirada baja durante todo este asunto. Al verla, Terry se fue delante de Patty.
 

—Di lo que tengas que decir, porque solamente será una vez. — Su sollozo se profundizó y Terry hizo una mueca de hastío.

—Yo no tuve nada que ver en esto, lo juro.

—No jures, demuéstralo.

—¿Cómo?

—No es nuestro problema. —Ella tragó saliva, él le mostró la tarjeta llave del hotel. — Mónica me lo dijo todo. —Stear y Archie desconocían esta información, pusieron atención tanto como Patty.

—¿Mónica? ¿Qué es todo? —Desconcertada, alzó la vista.

—Tú enviaste al tipo para Candy, fue tu venganza.

—No sé de qué hablas. —Terry sacó de un cajón un libro de pasta dura, el mismo o uno idéntico al que Patty había prohibido a Candy que abriera, ella se sobresaltó.

—Te daré una oportunidad —Dijo Terry alzándolo un poco— O lo dices tu o vemos que encontramos.

—Lo diré todo.
 




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