Dulces y Narcisos
Adaptación por Alexa Bauder
Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea)
éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio
Candy siguió a Karen apresurada, mirando de vez en cuando hacia atrás, donde dejaba a Terry, viendo la imposibilidad de acercarse, el auto con vidrios polarizados se marchó de ahí.
Llegaron pronto a la habitación de la mayor, tan amplia que igualaba al piso de un departamento.
—Espera aquí, me cambiaré rápido, debemos apurarnos para no toparnos con mis padres.
Candy obedeció, le hubiese gustado que, de ser la casa de Karen, se distrajera con retratos u objetos personales que hablaran más de ella, pero una habitación de hotel, por muy bonita que fuera, siempre carecería de la calidez de un verdadero hogar. Karen después de unos minutos, salió mucho más cómoda en jeans y botines, luciendo un porte innegable.
—¿Hace mucho que conoces a Terry? —Comenzó por preguntar Candy, su compañera terminaba de alistarse con un último cepillado de su larga cabellera frente al espejo del pasillo.
—Si y no. Desde que éramos niños coincidíamos en el campamento de verano una vez al año, pero casi no hablábamos. Estoy lista, vámonos. —Tomó su bolso sin darle mucha importancia al tema.
Juntas salieron del hotel, un auto con chofer les esperaba, no tendrían que caminar solas por las calles de Nueva York. Las condujeron al restaurante del que tanto hablaba Karen, ella sí que apreciaba la ciudad, se sabía los mejores lugares para divertirse y estaba contenta de estas vacaciones.
—Así que también eres una paulina, es decir, egresada del Colegio San Pablo para chicas.
—Sí. ¿Te gusta la comida ecléctica, Candy?
—Eh, sí, claro. —Candy no entendió a qué se refería, pero si era comida, seguramente era comestible. —Entonces también conoces a los F4. —Se alegró si así fuera.
—¿Los…? ¡Ah! Ese grupo tonto de chicos jugando a la mafia. —Karen rio recordando. —Donde Terry era el líder.
—Es.
—¿Todavía? —Candy asintió, la mayor vio la desilusión en sus ojos. — Veo que siguen teniendo su encanto. —Susurró, animando a Candy, sin imaginarse que ella fuera tan cercana a ellos. —Como sabrás, nunca tomé clases con ellos, tenían educadores privados dentro de la misma escuela, cuando cumples los 12 años, nos separan de edificios y jamás me gustaron los eventos deportivos.
Candy entendió que Karen trataba de explicarle el motivo por el cuál ella no era una de sus tantas admiradoras, y fue por eso por lo que le concedió un punto a su favor, no era como esas que se desvivían por ellos, como Eliza y sus amigas.
—¿Tampoco coincidían en la obra anual del Club de Drama?
Karen rio al recordarlo, negó.
—La única vez que hice una audición, una tal Susana Marlow me ganó el papel de Julieta, papá me vio tan, pero tan molesta que prefirió apuntarme en clases particulares. —Se encogió de hombros, como si con esto, se hubiese salido con la suya, y así había sido entonces. —Lo que no sabe papá es que, gracias a esas clases, me tomé muy enserio mi pasión por las artes. Mira, ya llegamos.
Candy sonrió ante esto, conocía a alguien que había encontrado su vocación siendo tan joven.
El auto estacionó y aunque no conocieran a Karen, la seguridad en su caminar le hizo notar a los de recepción que sabía dónde estaba parada.
—No te dejes apantallar por estos alzados. —Murmuró a Candy mientras eran guiadas a una de las mejores mesas.
—¿No es muy grande? —Candy, en cuanto las instalaron en una mesa relativamente grande con sillones cómodos que rodeaban a modo de media luna, preguntó, Karen se encogió de hombros.
—Sí, pero no me gusta tener todos los platillos amontonados. ¿Te gusta el lugar?
—Es muy bonito.
—¿Hay algo más que me quieras preguntar, Candy? ¿O ya puedo saber más de ti? —La mayor apoyó los antebrazos sobre la mesa, al margen de los manteles que ya estaban listos cuando llegaron.
—Sígueme hablando de ti, no hay mucho que decir de mí.
—Ay, vamos, seguramente tienes cosas más emocionantes que yo para contar. Jamás te vi en el San Pablo, ¿cuándo te mudaste a Londres? Tu acento no es inglés.
—No, yo… Llegué ahí por un golpe de suerte.
A Karen se le iluminó el rostro, se le venía una historia interesante, pero, antes de que pudiese comenzar el interrogatorio, alzó la vista, el semblante le cambió.
—Bueno… —Suspiró— Fue bueno mientras duró. Mis padres están aquí.
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Editado: 04.03.2022