Continuaron besándose, de seguir así, ambos sabían que no podrían parar. Tantos años sin verse, sin experimentar el deseo contra el otro, sin explorar sus cuerpos juntos. Sudados y extasiados sobre las sabanas de alguna cama.
Justas eran sus razones para no continuar demostrándose ese amor, al menos no mientras Camilo jugaba en algún sitio de la casa y ellos se hallaban en el recibidor, en un lugar muy visible, donde el niño pudiera encontrarse con algo inadecuado.
Dejaron de besarse y se miraron sonrientes. Ricardo acuno su rostro entre sus manos y miró sus ojos. Aquellos ámbares que tanto había extrañado, que había soñado y que permanecían en sus memorias como tatuajes.
La amaba, con locura y desenfreno, pero más que un deseo carnal, que también anhelaba, adoraba su ser, toda ella, lo que representaba. Y por eso podría esperar una vida más de ser necesario, con tal de volver a estar entre sus brazos. Llevado a la gloria con sus besos.
— Me siento tan feliz amor, pero Camilo se asomara en cualquier momento. Es un niño muy curioso —sonrió ella con esa felicidad reverberando sobre sus labios.
— Tienes razón. Pero en serio, ¿Esto es real? —inquirió aun incrédulo de tenerla ahí, erguida frente a sus ojos y sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo y chocaba contra las palmas de sus manos al sujetarla de la cintura.
— Por supuesto que es real, Ricardo. Dios sabe por qué hace las cosas, y él nos puso en el mismo camino. Desde la primera vez que nos conocimos. No importa cual fuera el motor para ese encuentro —expresó Dulce sintiendo que recordar el pasado, ya no le provocaba insatisfacción. En realidad se había propuesto recordar solo lo bueno, lo hermoso que vivió junto a Ricardo. Ser positiva. Actuar con entusiasmo ante los nuevos retos que le presentara la vida.
— Gracias Dulce, mil gracias. Esto que tú y yo hemos creado con toda la fuerza de nuestro amor, nada podrá romperlo jamás. Te lo juro —y elevo el dorso de su suave y tersa mano, llevándosela a los labios para depositarle un tierno beso cariñoso—. Haré lo posible por que funcione. Porque nuestras vidas en compañía de Camilo, sean las mejores.
— No necesitas decirlo. Creo en ti Ricardo, sé que así será —Fue algo majestuoso, increíble escucharla emitir ese argumento. El armonioso sonido de su voz, trasmitiendo todo lo que representaba nuevamente confiar en él.
Sí, estaba seguro, Dulce era y sería siempre la mujer que se había ganado su amor. Aquella que le había robado el alma. Esa chiquilla que pese a todo fue adentrándose en su ser como un pequeño alfiler que avanzó justo a ese lugar oscuro y hostil en él, llamado corazón. Que alguna vez creyó inexistente. Pero que agradecía haber descubierto.
Ahora, ante lo que vivía. Se sentía el hombre más feliz del planeta. Por obvias razones aparte de jurarle a Dulce protegerla, también se lo había jurado así mismo. De hecho no necesitaba repetírselo, lo haría. Porque ella y su hijo eran y serían siempre su todo.
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Posterior a su reconciliación, Ricardo le propuso inesperadamente matrimonio a Dulce. Sugiriendo que sería lo mejor, que esperaba hacer las cosas bien y que esta vez todo lo que vivieran fuera real.
Ella desde luego se emocionó tanto que no necesito decirle que sí, su rostro cubierto de ese brío fulgurando por cada poro de su piel, le confirmó al hombre lo que después de tantos años soñó innumerables veces escuchar.
Tiempo más tarde, juntos arribaron al hotel donde Dulce se estaba hospedando. Una de las dos habitaciones en la suite, desde que llegó Janet de México, no era ocupada por Daniel ya, este mismo decidió alquilar otro dormitorio cercano al de ellas.
Cuando Dulce llego al lugar, Janet le comentó que Daniel se había ido a despedir de ella. Tan solo alegando que le deseaba lo mejor. Mensaje que fue el único que aparentemente decidió dejar con Janet, al no encontrar a quien buscaba.
Repentinamente, Dulce sintió una desazón dentro de la felicidad que vivía. En parte se le hizo un poco lamentable, el que Daniel se marchara de ese modo, seguro muy desilucionado. Sobretodo despues de haberlo visto la ultima vez, hasta cierto modo, un poco rencoroso.
Incluso llego a temerle. Pero sabia que pese a su bruma, él no era ese tipo de hombre violento que por un momento llego a suponer. Resoplo tranquila.
Reconoció que no había nada por hacer al respecto. El tiempo sería el único aliado para ayudarlo a olvidar su amor. Tal vez algún día encontraría ese alguien que tanto necesitaba, esa mujer que supiera valorarlo.
Discúlpame por no haberme despedido de ti. Espero que seas muy feliz Dulce, gracias por haber formado parte de mi vida. Recuerda que siempre te voy a querer.
Una hora mas tarde recibió esas líneas vía WhatsApp, intentó responderle al remitente, pero no lo logró. Seguro, le había bloqueado porque ya en sus contactos no aparecía la imagen que tenía de perfil. Aquella foto que se había tomado junto a ella, el mismo día que la ascendieron de puesto. Nostálgica se quedó pensativa durante algunos segundos observando solo el móvil, la pantalla ya opaca.
— Algún día entenderá que fue lo mejor —la sorprendió Ricardo apareciendo a su lado derecho, ahí donde estaba erguida, sobre el balcón. De inmediato le dirigió una sonrisa triste.
— Cometí muchos errores, Ricardo. Tal vez más de los que cometiste tú. Yo nunca debí relacionarme sentimentalmente con Daniel. Él era tu amigo y yo no hice más que destruir esa amistad —se reprochó a sí misma. Ricardo sacudió la cabeza y pronto la tomó por el mentón, con sutileza.
— Dulzura, tú no destruiste nada. Tú no eres culpable de que Daniel y yo ya no seamos amigos, cada uno de los dos lo decidimos de esa manera. A lo mejor desde antes que iniciaras una relación con él —Ricardo torció los labios un tanto celoso de recordar que la mujer que amaba, tuvo un amorío con quien alguna vez fuera su amigo. Cierto, que esa posibilidad fue algo que nunca, ni en lo más remoto llego a considerar posible. Pero que sin embargo sucedió.