Eat Me: Cómeme

CAPITULO 18.

—La detective Clark murió— Camino de nuevo con paso lento y hasta cierto punto cansado, veo que su rostro no refleja arrepentimiento o tristeza, parece algo que no le causa sorpresa, podría apostar que lo sabía ya.

—¿Es un intento por buscar culpabilidad en mí?

—Es un intento por convencerme que eres humano.

—Bueno, ¿funcionó?

—No— levanta los hombros fingiendo estar apenado. Abro mi boca dispuesta a preguntar otra cosa, pero me interrumpe.

—Cuéntame tu recuerdo más triste, el recuerdo que te hace despertar a media noche empapada en sudor y llorando— se recarga en la silla y cierra los ojos disfrutando de concentrarse en mi voz, como si fuera una canción, la que más le gusta. —Estás pensando mucho, recuerda que si me mientes lo sabré y la sesión de hoy habrá terminado— me siento en la silla frente a él, me inclino hacia delante y juego con los cables, haciéndolos girar en mis dedos.

—La muerte de mi madre, ese es mi recuerdo más triste y que aún no he superado— me limito a decir evitando detalles tan nítidos que a veces durante mis sueños se ven como si lo estuviera reviviendo.

—Vamos Cárter, se más clara, más específica, quiero ser capaz de recrearlo en mi cabeza— pareciera estarse regocijando conmigo. Aprieto mis labios y recuerdo porque lo hago.

—Llegaba de la escuela, mi madre no pasó por mí, se me hizo raro, ella siempre pasaba por mí, estaba cinco minutos antes de que las puertas se abrieran, pero esta vez no fue así. Llamaron a mi padre y él de inmediato fue por mí en la patrulla, llegamos a la casa y… — siento que no tengo aliento para continuar y termino liberando un suspiro.

—¿Y?

—Subí las escaleras llamando a mi madre, él me quiso detener, como buen policía, sabía que podría haber problemas, desconfiaba hasta de su propia sombra.

—Subiste las escaleras y ¿a dónde fuiste?

—Al baño.

—Al baño, sabias que tu madre estaba en el baño ¿cómo es eso posible?

—Había agua saliendo por debajo de la puerta.

—Bien, y ¿qué hiciste, Simone? ¿Llamaste a papá?

—No… abrí la puerta— cierro los ojos intentando evitar volver a ver esa escena en mi mente, pero no sé cómo hablar de ellos sin evocarla.

—¿Qué viste dentro?— Se inclina hacia delante movido por la curiosidad, sus ojos brillan entretenidos.

—Mi madre estaba en la tina, esta desbordaba agua en todo el baño, me acerqué lentamente, podía sentir el agua bajo mis zapatos.

—Caminabas despacio, no querías resbalar, ¿Llegaste hasta la tina, Simone?

—Sí, lo hice.

—¿Qué viste dentro?

—A mi madre, estaba desnuda, dentro del agua con el cuerpo lleno de jeringuillas y los ojos abiertos de par en par, clavados en el techo, se veía tan pálida debajo del agua.

—¿Gritaste?

—No, no lo hice, solo me mantuve a su lado, sin cerrar la llave del agua, solo, estaba ahí, parada, viéndola— levanto mis ojos hacia él, ahora no veo esa satisfacción, ese gusto por verme sufrir, podría jurar que noto algo de lástima.

—¿Qué hizo papá?

—Llegó corriendo y me sacó de ahí, me cargó y me llevó a mi habitación mientras el regresaba y cerraba las llaves del agua y hacia llamadas— cuando termino de decir eso aprieto los dientes intentando controlar mis ganas de llorar.

—¿Qué edad tenías?

—Diez años.

—Eras muy joven para asimilar la muerte de uno de tus progenitores, sin duda se volvió un trauma— suspira con fuerza y baja su mirada de nuevo hacia sus manos.

—¿Sentiste placer en matar a Clark? ¿En hacerla sentir una mierda y después arrancarle la cara? —Tal vez estoy desperdiciando una oportunidad para el caso, pero en verdad deseo meterme en su mente así como él se está metiendo en la mía.

—¿Vas a desaprovechar tu turno, Cárter?

—No creo que sea desaprovecharlo, conteste doctor Aiden— cada vez que le hablo como cuando lo conocí, una sonrisa se plasma en sus labios.

—Hace mucho que no probaba carne fresca y cruda, aunque su perfume me dejó la boca con un sabor insípido y astringente— habla como si Clark fuera cualquier comida desagradable, su rostro expresa algo de asco y el horror me atrapa.

—La mataste, le arrancaste la vida y no hay ni una pizca de arrepentimiento.

—¿Por qué debería de arrepentirme?

—¡¿Quién demonios eres?! ¡¿Quién eres?! — Me levanto del asiento y elevo la voz como si con eso fuera suficiente para que hable. —Nos diste de comer los órganos de tus víctimas, eran esas bolsas ¿cierto? Las que sacaste del refrigerador, la carne que sacaste y mezclaste con la demás— cubro mi boca como si el simple hecho de darme cuenta que estuve frente al corazón de Catherine y el hígado de Marina me diera horror.

—Corrección, a ti no, a los demás si y admito que me dio un placer perverso ver como devoraban todo con deleite— sonríe de oreja a oreja como esa vez, como esa noche, yo creí que estaba orgulloso de que su comida hubiera sido alabada por los demás, ahora soy capaz de ver el trasfondo de esa sonrisa.




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