Eclipse Inmortal 1 - La Caja

3. Sueños, alucinaciones… y gárgolas

Viera a donde viera, el color que más distinguía era el verde. Estaba en medio de una amplia pradera cubierta de flores que parecía extenderse hasta el infinito, interrumpida sólo por una colina en cuya cima se erguía una enorme estructura, especie de plaza, compuesta por seis pilares de un blanco inmaculado en forma de media luna.

Una brisa fresca recorrió la pradera.

Alex cerró los ojos y respiro profundo, aquello se sentía como casa. Cuando los abrió de nuevo se encontraba en la cima de la colina, en el centro de los pilares. Desde allí, la pradera lucía aún más hermosa, bañada por los tonos ocres que acompañan al crepúsculo.

Un graznido lo saco de su ensoñación. Alex se volvió hacia el origen del sonido para descubrir a un inusual cuervo de plumas blancas posado en el suelo junto a él. El ave le devolvió una mirada curiosa ladeando la cabeza antes de soltar otro graznido desplegando sus alas albas y alzar el vuelo. Él la siguió con la mirada hasta que la pequeña figura se perdió entre los colores del cielo.

Agua.

Sintió los pies mojados. Cuando miró hacia abajo reparó en que de una grieta en el suelo donde antes estuvo el cuervo ahora brotaba agua. Era un hilillo al principio, casi tímido, pero el flujo aumentó de repente hasta convertirse en un chorro.

La lógica indicaba que el agua seguiría su curso colina abajo, pero la lógica no aplicaba a aquel sueño. En cuestión de segundos el agua le llegó hasta las rodillas, luego a la cintura. Antes de que Alex lo notara ya le cubría el pecho. Fue entonces cuando la vio: una ola del tamaño de un rascacielos aproximándose desde la parte trasera de la colina, cerniéndose sobre ella.

Sin forma de evitar lo que se venía, Alex nadó hasta el pilar más cercano y se abrazó a él a la espera del impacto.

Se escuchó un estruendo como si la misma tierra se hubiese partido. La estructura a su alrededor tembló cuando la ola devoró la colina. Aunque sujetándose con todas sus fuerzas de la columna, Alex se vio arrastrado por la corriente incapaz de otra cosa que no fuera aguantar la respiración y rezar para no morir ahogado en tanto daba tumbos de lado a lado.

Cuando abrió los ojos se encontró flotando en el agua. Notó que seguía en medio de la plaza, como si apenas se hubiese movido de lugar en todo este tiempo. Comenzó a nadar en busca de la superficie, pero se detuvo en seco al reparar en una figura que flotaba inmóvil a unos metros de distancia.

Por impulso nadó hasta ella y estando más cerca notó que se trataba de una persona. Algo dentro de sí le dijo que no se acercara, que huyera; pero Alex acabó cerrando la distancia que los separaba. Y para su horror se encontró ante el rostro sin vida de su madre.

Alexandro soltó un grito que en lugar de sonido sólo produjo burbujas, dando paso libre para que el agua entras entrara por su garganta. Comprendiendo que era el final, sólo alcanzó a pensar que la muerte le sabía a sal.

Despertó en su cama entre toses, con la ropa empapada de sudor y el cuerpo presa de temblores. El saborcillo salobre que sentía en la boca una resonancia del sueño que se coló a la realidad.

La cosa con las pesadillas, a diferencia de los sueños regulares, es que cuando despiertas siguen terriblemente presentes. Muchas veces abres los ojos después de un sueño apenas recordando de qué iba; pero con una pesadilla cada detalle permanece allí, brutal, tan vívido. Y por más que Alex lo intentó no podía apartar de su cabeza la imagen de su madre flotando inerte en el agua.

Sólo tras mucho esfuerzo pudo confinar una parte de esos oscuros pensamientos en un rincón de su cabeza, aunque de seguro no tardarían en resurgir para atormentarlo.

Miró la hora en su celular. Apenas daban las cinco, al despertador le restaba una hora para activarse. Aun así, Alex comenzó alistarse para el instituto en un intento de despejar la cabeza.

La casa estaba en silencio cuando bajó.

La pesadilla había pulverizado todo apetito que pudiera tener, de modo que decidió aprovechar para salir a hurtadillas antes de que su madre despertara y lo increpara por saltarse el desayuno. Sin embargo, sus planes se vieron frustrados antes de cruzar la puerta cuando una voz habló a sus espaldas.

—¿Ya te vas? ¿Tan temprano?—dijo Lanna medio dormida desde el umbral de las escaleras. El cabello suelto y despeinado la hacía lucir más joven.

Verla allí, tan cálida, viva, le trajo la terrible imagen de la pesadilla.

«No pienses en eso, fue solo un estúpido sueño.»

—Quería caminar un rato antes de ir a la escuela.

—¿Desayunaste?

—Sí, he cogido algo de cereal y jugo de naranja.

Ella cruzó los brazos y lo miró suspicaz.

—Sabes que eres un pésimo mentiroso, y más para mí que soy tu madre. No sé a quién pretendes engañar—expuso con ese particular tono medio en broma que adoptaba cuando le pillaba una mentira—. Pero haz lo que quieras, eres tú quien morirá de hambre.

—Mamá, no exageres—rió Alex. Se acercó a ella y le plantó un beso en la mejilla para luego abrazarla—. Comeré algo más tarde, ¿vale?



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En el texto hay: mitologia, escape, romance

Editado: 31.03.2021

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