Edward regresó al laboratorio donde, para su sorpresa, descubrió que Dick y Luke ya no se encontraban allí; pero no debido a que los muchachos habían abandonado el sitio, sino más bien por la razón de que sus compañeros de clase, al haber atestiguado atropellos de tan grave magnitud en contra de la dignidad de los jóvenes, no estuvieron dispuestos a permitir que se salieran con la suya. Se volvieron en contra de ellos, incluso aquellos que en un principio apoyaron su jugarreta, y los rodearon para evitar que escaparan mientras que un par de estudiantes se dirigían en busca de alguna autoridad escolar competente. Una vez que esta llegó al laboratorio, procedieron a narrar como estos perpetradores habían atentado contra la integridad de dos jóvenes inocentes, además de provocar daños materiales a terceros, lo que los hizo acreedores a un merecido correctivo.
Algo que notó Edward, además de la ausencia del profesor quien, de acuerdo con lo que les dijo el director de la institución, no logró presentarse debido a complicaciones de salud, fue la ausencia de Rachel y de Esther.
—Ellas aún no han regresado —respondió Paul, el joven que lo defendió minutos atrás, cuando Edward inquirió de ellas.
Tan sólo minutos después hizo acto de aparición la señorita Sadler sin la compañía de Rachel.
—¿Qué ha sucedido con la señorita Raudebaugh? —inquirió Edward.
—Lo lamento tanto, joven Everwood, pero ella se ha sentido un poco indispuesta después del incidente acontecido, por lo que en este momento se encuentra en la enfermería escolar —respondió ella con tranquilidad—. Sólo me encuentro aquí para averiguar si el profesor se ha presentado para hacerle conocer la situación de mi prima, pero al parecer el profesor aún no ha hecho acto de presencia.
—Tal parece que las enfermedades están a la orden del día —aclaró el joven Paul, quien se encontraba cerca de ellos y escuchó su conversación—. De acuerdo con el director Blyght, el profesor Meyer sufrió alguna clase de malestar que le impidió presentarse a impartir lecciones el día de hoy.
—Oh, es lamentable escucharlo. Bueno, creo que aprovecharé que la situación se encuentra de nuestra parte para averiguar sobre la condición de mi prima.
—Permítame acompañarla —sugirió Edward, y ofreció su brazo para que ella lo tomara y que de esa manera pudieran ir juntos.
—Lo lamento, joven Everwood, y no es que no aprecie su compañía, pero ella no desea verlo. Antes de llevarla a la enfermería me rogó con insistencia que no le permitiera visitarla ni mucho menos entablar conversación con ella en otro momento del día —explicó, y Edward suspiró resignado al escuchar esta noticia de parte de Esther.
—De acuerdo.
Dicho esto, Esther Sadler se marchó a la enfermería para estar junto a su prima y cuidar de ella. Edward, por su parte, se dirigió hacia sus compañeros de clase y agradeció su acción de reportar a los bromistas. Uno de sus compañeros le hizo entrega de su flygenbakugen, acto que también agradeció, y entonces la llevó a una mesa para abrirla y revisarla. Detrás de él se había juntado un grupo de sus compañeros, pues no querían perderse como Edward reparaba el aparato. Tras abrirla, Edward notó que un gran número de sus piezas internas parecían haber sufrido algún daño, entre ellas algunos engranajes, cables y tornillos que se habían soltado de su lugar.
Luego de llevar a cabo una evaluación de las averías, metió su mano en uno de los bolsillos internos de su chaqueta y extrajo un aparato cilíndrico, el mismo que utilizó para probar el mecanismo que fue parte elemental en la cacería del ladrón del instituto.
Tomó el dispositivo y presionó uno de los botones, y del objeto salió una suerte de destornillador pequeño con el que removió algunos de los tornillos de la máquina. Después de esto, accionó otro de los botones y el destornillador se ocultó dentro del aparato para dar paso a una clase de garra metálica pequeña con tres «dedos», con la que tomaba las piezas sueltas y las colocaba dentro de la máquina con mayor precisión. Para reparar algunos de los alambres que se habían soltado, Edward tomó de su bolsillo otro artefacto muy similar al anterior. Presionó un pequeño botón dorado en la herramienta, lo que hizo que apareciera una pequeña punta metálica en un extremo y se abriera una especie de pequeño compartimento secreto del que extrajo una pequeña porción de estaño y, luego de presionar un pequeño botón azul en la parte superior de este, lo dejó sobre la mesa. De otro bolsillo de su chaqueta extrajo un par de guantes de tela gruesa de color negro que se colocó, y después de esto tomó su curioso dispositivo, el cual había incrementado su temperatura de manera considerable, para proceder a soldar de nuevo los alambres en su lugar correspondiente. Una vez que terminó de hacer las reparaciones necesarias, colocó su herramienta sobre la mesa durante un tiempo hasta que esta se enfriara por completo para entonces guardarla junto a sus demás herramientas.