La voz de la oscuridad permanecía sobre ellos, cada minuto luchaba para quedarse. Así fueron tres noches que siempre aunque haya terminado cansada de luchar, durante la noche volvía a aparecía.
Los días pasaron muy de prisa, era el último día que les quedaba en Guinea. Cada momento estuvo cerca de ellos y se hicieron recuerdos. La mañana de ese último día se hizo espuma y desapareció como espuma. Disfrutaban todo instante con esos seres excepcionales porque sabían que dentro de poco estarían a cientos de kilómetros.
Por la tarde reunieron a la mayoría y les llenaron de alegría, sus corazones se aceleraban más, pensar que por cada minuto más era uno menos. La nostalgia les tocaba despacio.
Se vivían como nunca hasta que culminaron todo y era hora de partir
—Es hora de irnos— les dijo Ed a todos después de pasar una tarde juntos —pero al mismo tiempo nos quedamos... nuestro corazón se queda aquí para que cada vez que se sientan solos recuerden que estaremos con ustedes. El mundo nos premió y han sido un regalo para nuestra vida—
Se miraba una que otra lágrima entre los presentes que rápido se consumía con un abrazo, se consolaban unos a otros.
La niña que le había preguntado antes sobre Edward se acercó entre toda la gente que les despedía, ella también quería despedirse de todos hasta que fue el turno de despedir a Amber. Hablaron un poco y se dieron un abrazo.
—tienes que ser una mujer valiente siempre. No te rindas y si necesitas de mi grítame y yo te escucharé y mandaré todas mis fuerzas a ti.
—gracias— contestó con un corazón que se rompía al ver que se marchaban.
Antes de irse tomó su mano y le vio fijamente. —no lo vaya a perder, él es para usted— Amber solo sonrió con un poco de nostalgia al ver como la niña que la había descifrado se marchaba quizás para siempre.
Luego de una tarde llena de melancolía, de abrazos y detalles tomaron su camino de regreso a casa. Llenos de abundantes aventuras.
El viaje de regreso no había sido como el de ida. Se miraban un poco apagados, estaban cansados y pensaban en todo lo que habían vivido y en lo que dejaron. Por momentos soltaban una que otra broma para llevar un poco el ambiente.
Tenían todo preparado para tomar el avión, llegaron un poco temprano al aeropuerto y decidieron tomar un refrigerio mientras esperaban. Amber y Edward disfrutaban de un capuchino y un té, al mismo tiempo que se unían más sus corazones.
No pasó mucho esperando y les llamaron a abordar, su vuelo era el próximo en despegar. Dentro del avión se encontraron con el sueño muy rápido, tan pronto despegó.
Durmieron unas horas —no las suficientes—. Amber los últimos minutos de descanso tuvo un sueño, era el recuerdo de la niña diciéndole que no perdiera a Edward. Rápido despertó y al hacerlo vio a su lado, ahí estaba él —tranquilo— que aún no despertaba.
Su mundo estaba sujeto a querer sentir un poco, tomó el riesgo y acarició su cabello suavemente y al mismo tiempo le miraba. Ed estaba completamente dormido.
Su viaje estaba a poco de culminar, aterrizaron y veinte minutos más tarde salieron del aeropuerto. La ciudad les estaba esperando.
Les quedaba solamente dos horas de trayecto para llegar a sus casas. Mostraban un poco de cansancio pero estaban agradecidos por la experiencia que habían vivido y por haberla vivido juntos. —La llevaran eternamente—.
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Al llegar casi a sus casas bajaron y se despidieron de los demás integrantes que seguían su viaje porque vivían más lejos. Tomaron sus maletas y comenzaron a caminar las cuadras que les separaba de sus casas. Edward le dijo a Amber que pusiera parte de su equipaje en su maleta y así ella solo arrastraba su maleta con las llantas que tenía para que fuera menos cargada. Se miraban contentos a pesar de lo cansados que estaban.
Le acompañó hasta su casa. Sus padres abrieron la puerta —estaban esperándoles— ella soltó su equipaje y les abrazó.
—he llegado, ¿cómo han estado? — dijo a sus papás mientras les abrazaba
—Muy bien hija— respondió su madre
Paulo —el padre de Amber— saludó a Ed y le dio las gracias por cuidar de su preciado regalo
—no fue nada don Paulo— contestó soltando una sonrisa
— ¡claro que sí! — dijo su madre
—fue un verdadero placer. Ella hizo muy bien las cosas por allá.
—gracias a tu ayuda— dijo con una voz dulce y cálida llena de ternura
Se acercó a él. Sus padres retrocedieron un poco. — ¡en serio! Te agradezco. Nunca olvidaré eso— dijo mirándole tiernamente a los ojos.
—me alegro que hayas podido acompañarme. Anda, ve a descansar lo mereces.
Amber se acercó más y le dio un abrazo. Volvió a llegar el cielo por unos segundos —los que pasaron durante el abrazo—. No hubo cansancio luego de que sus brazos le arroparan. La sensación tan inverosímil e impresionante a la vez se hacía fragancia. Apartaba cualquier tragedia.
Volver a sentirle tan cerca de su alma le hizo pensar lo protegido que se sentía junto a ella. Los pájaros, las canciones se volvieron el acompañante ideal del platillo principal.
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Regresaba a casa con esa maravillosa emoción de tener a alguien que le devolviera el color a los días tenues o débiles sin color. No era raro que a media calle pensando en ella soltara una sonrisa —al menos para él—. Llegó a su casa y dejando sus maletas se tiró de golpe a su cama en señal de paz. Tomó su teléfono y le escribió a Amber.