Edward Stephan

Capítulo 12. Luz

El agua caía en su cabello como lluvia. Miraba a la nada y todo se detenía. Mojaba cada parte de su cuerpo y no movía ni siquiera un dedo. El viaje había sido largo quizás a la luna.

Las gotas masajeaban su espalda repasando su espíritu hasta llegar a sus pies. Movió su cabeza para reaccionar y ya no le quedaba mucho tiempo se había ido al espacio estelar.

Como un cohete fue por ese martes lleno de muchas emociones. Se postraba ante la fina idea de un sol que brillaba más de la costumbre, mismo que limpiaría con su luz los senderos oscuros.

Los pasillos tenían sus penumbras pero permanecían dormidas.

Cada vez salía más con Amber, por la tarde se verían y eso le daba fuerzas para esquivar todo el día hasta verle. Esta vez sí tenía el dibujo que le iba a dar, fue lo primero que agarró antes de salir.

                                                                                            ✧✧✧✧

El mundo no se detenía, caminaba con prisa. Los vientos menguaban bajo el sol de la mirada. Mirada sumisa que se avecinaba como estrella en el horizonte y dejaba un poquito de paz, llenas de asombro.

La picaresca sonrisa de Ed al pensar que se hacían nada los minutos para verle y poder darle ese preciado retrato que había trabajado con tanto esmero, no imaginaba el momento en el que el tiempo se hiciera nada.

El efímero pedazo de existencia volteaba la eternidad del espacio jugueteando a través de las venas que ardían por un poco de las flores. Los trenes y su viaje roseaban perfección en la imperfecta zona de extraños.

Parado, así estaba. Era el tiempo o era Ed. Los papeles eran miel de unos pies que se acercaban como gaviotas a su libertad. El soplo se hizo fragancia ante la nación de luceros que acompañaban a la luna solitaria.

Amber estaba frente a él. Por cada metro suelto se trazaba bajo la real frase que su corazón resonaba con tanta fuerza dentro de él. "Quiero de ti"

—Quiero sentir tus pasitos firmes por las canciones que suenan en mí. Si el roce me alcanza que se una y me deje pasear por sus jardines. Vencer dos o tres veces al destierro de rosas y quedarme en el mar dulce trayendo su majestuoso vestido a mi alma, eso quiero.

El mar tornándose negro no diluyó el farol que iluminaba mi vista. Me enseña el camino correcto mientras me levanto de las dieciocho mil caídas.

No tengo duda mi querida flor, me has atrapado— ¿era un escrito? —No—. Era su más profundo ser despertando.

—hola— dijo Amber

—hola— respondió viéndole a los ojos un poco perdido

— ¿cómo ha estado tu día?

—muy bien. Me he levantado de buenas. El tuyo ¿cómo estuvo?

—bien. Normal diría

—hagamos algo para que deje de ser normal— exclamó Edward tirándose al suelo y quedando frente al cielo

Ella le siguió la corriente y lo normal se quedó detrás de ellos observando sin poder entender cómo era que estaban tan lejos estando tan cerca.

— ¿qué traes ahí? — preguntó Amber

—si me adivinas te digo que es un dibujo— respondió

— ¿un dibujo? ¿es eso? ¿vos lo hiciste?

—creo que si fui yo.

—déjame ver.

Se sentó y cuidadosamente comenzó a sacarlo. Aun no se dejaba ver aquellas preciadas líneas entre su cabello y sus labios pero se sentó también para intentar verlo.

Lo sacó de la envoltura y se lo puso en sus manos al reverso del dibujo. Amber comenzó lentamente a darle vuelta hasta tenerlo frente a sus ojos. Ojos vueltos un lucero deslumbrando cada rincón del mundo entero.

—Nunca nadie me había dado algo como esto— dijo lavando sus destellos con el brillo de un corazón latiendo a la velocidad de la luz, tan suave que se escuchaba el silencio cantando canciones al cielo.

Abrazó muy fuerte a Ed, tan fuerte que se le alcanzaba a escapar su corazón para recibir la calidez de sus brazos junto a su cintura.

—gracias EDWARD— dijo muy conmovida. —y ¿la hiciste de una foto?—

—cerré mis ojos y comencé a dibujar solamente.

—en serio, es que me extrañaba que fuera una foto porque no la recordaría. Me has hecho muy feliz.

Lo normal se fue por la puerta trasera sin dejar rastro. Se volvieron a acostar en aquel cálido césped observando la compañía con los ojos cerrados.

— ¿qué ves?— preguntó Amber

—a ti— respondió —un increíble paisaje que se vierte en mi—.

— ¿no te da miedo?— dijo, se levantó y le vio. Aún seguía con sus ojos cerrados.

—la verdad es que no

Amber sonrió y acarició su pelo e hizo que abriera los ojos. Los estragos de la ciudad huían ante tanta estrella que deambulaba por allí.

Miraban el cielo sedientos de el, a lo mejor sedientos de ellos.

Luego de un rato se levantaron y marcharon junto a los últimos rayos. Desprendía toda clase de sensación.

Ella llevaba su retrato en sus manos, manos que alcanzaban la belleza de las auroras y el arrebol de las tardes

Algunos pasos eran silenciosos y aprovechaba para volver a ver su dibujo y sonreír.

— ¿no te costó mucho?— preguntó

—un poco, más que todo tiempo pero lo disfruté.

—es que te quedó tan perfecto.

—sos perfecta— dijo en su mente. Sonrió

Caminaron sin pensar tanto en los pasos, se habían ido ante tan virtuosa fragancia de un par de locos que transitaban en algún lugar del mundo.

Amaban pasar tiempo juntos aunque no lo dijeran. Se entregaban el uno al otro aunque no se dieran cuenta.

Sus caminos se trazaban como si desde el principio hubiesen sido el uno para el otro. El mundo quizás ya tenía destinado sus trazos para que un día cuando más lo necesitaran se encontraran.



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En el texto hay: romance, valentia, amor dolor

Editado: 12.09.2020

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