Edward Stephan

Capítulo 16. Reencuentros

Estaba tardando mucho para John y les preguntaba a sus papás si ya llegaría.

—ya llegará— le decían. Él seguía buscándole con su vista en todo el parque.

Diez con diez estaba llegando Edward. Les llamó para saber dónde estaban exactamente. Al escuchar hablar a su madre diciendo que cerca de la fuente entendió que eran coordenadas para que llegara alguien. Con más ímpetu comenzó a ver cada rincón al que sus ojos alcanzaban a ver. Miraba todos lados menos por el lugar donde venía él.

—hola hola— dijeron detrás de él

Rápido volteó a ver John y se levantó de la banca, le miró y diciendo su nombre salió a su encuentro.

—pequeño ¿cómo estás?

—bien Ed. Como me alegro verte otra vez.

—también me alegro de verte. ¿Ya estás mejor?

—sí. Me esforcé para recuperarme pronto— dijo dulcemente

—sabía que lo ibas a conseguir. Eres un niño muy fuerte.

Tomados de la mano se acercaron a sus padres. No le soltaba y así tuvo que saludarles.

Se sentó y le ayudó a sentarse a John y comenzaron a hablar. El pequeño muy pendiente de la conversación, parecía atento a lo que decían para contribuir a la charla.

—entonces ¿vamos por un helado? — preguntó Ed

—si si— contestó emocionado

—vayan ustedes. Nosotros les esperamos aquí— dijo su padre

Le volvió a tomar de la mano y así fueron por el helado. Se miraba muy feliz y disfrutaba de la vida. Era lo que él quería que hiciera desde el principio, que viviera.

Hablando John le dijo que se irían del país por un tiempo y luego regresarían a su ciudad natal pero que traía una cámara para que siempre llevarlo con él en una fotografía y recordar esos bonitos momentos. Fue agradable escuchar eso.

Escuchar tan dulce fragancia de sentimiento y cariño hacia él le hacía saborear colores. Los obstáculos mirando se quedaron a aquel chico que con sus alas se iba de allí. Se alejaba de las oscuras noches. Tal vez lo volvían a atrapar pero ese día no.

John era como un ángel.

Llegaron a los helados y pidieron dos para sus papás y luego el de ellos para decidir con mucha delicadeza los sabores que más les apetecía probar.

Ed escogió uno de chicle, en cambio John no podía decidirse.

—Enseña quiero ver ese— le dijo a Ed

Se lo acercó y en menos de lo que esperaba lo probó. —A pues no, a mí me da uno de chispas de chocolate— dijo

El que atendía comenzó a reírse y le dio el que pedía. Era muy listo y aunque le daba curiosidad al principio el sabor que Ed tenía escogió bien su sabor.

Luego estaban de regreso. Hablaba menos. Iba centrado en que no se le fuera a escurrir ni un poquito porque sería una lástima. Llevaba solamente la mitad cuando llegaron donde sus padres. Les entregaron los suyos y siguieron disfrutando de la compañía.

El primero en terminar fue John y antes de que se le olvidara pedía que le tomaran la foto con Edward. Quería tomarse fotos en todos lados.

No le daban alcance a la creatividad con las que quería las fotografías.

Pasó una hora.

— ¿quieren ir a ver una película?— preguntó su padre

No cabía más emoción en su cuerpo. —Vamos Edward— decía

Tomando sus cosas se fueron al cine.

— ¿qué quieren ver? — preguntaba de camino

—Shrek queremos— respondió alzando sus manos hacia el cielo

La próxima función era a la una y diez. Les tocaba esperar un rato. Compraron palomitas y en la espera se las acabaron a la hora de la película ya no tenían y tuvieron que comprar otras.

Era muy divertido verle reír en medio de la película. Disfrutaba un montón del momento y la compañía. Fue ese momento en el que Ed se adentró en su interior.

Resonaba el eco de la primavera en tal prestigioso instante de mirar la vida prevalecer ante la muerte. Sus detonantes latidos desmoronaban los tonos grises que inventaban caminos para llegar. Vieron su Intrépida mirada y desorientados se marchaban al no poder hacer nada.

El uniforme destello deslumbraba en los focos frente al lago y el mar. Su inmensidad era inalcanzable.

A veces te das cuenta que el mundo es la cúspide de la maldad. La impotencia se hace presente al notar tan imponente magnitud del dolor que causa, más no vemos que bajo el árbol y sus pétalos crecen las flores y sus hojas. Los milagros existen, en ocasiones nosotros les damos existencia otras no tiene explicación.

Cinco años y la vida le decía no. ¿Por qué? quizás el dolor detesta a las personas.

Una canción escrita por él sonaba muy despacio en tan inmenso cielo. Hablaba de amar y los pájaros la escuchaban siguiendo su melodía con bailes o tarareos al ritmo de su música.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Un segundo nada más.

Volvió y John seguía riendo o muy atento a los detalles. El burro y Shrek le enseñaban sobre la amistad y recordaba a la persona que estaba a su lado.

Al terminar se dieron cuenta que fue la eterna sincronía que los acercó. Y esa misma sincronía ahora les daba sus alas para que tomaran caminos distintos.

—es hora de irme John.

—espera— respondió

Comenzó a buscar en el bolso de su mamá y sacó una cámara de fotografías instantáneas. Se tomaron la última foto. Él comenzó a sacudir un poco la foto y cuando la imagen apareció se la dio

—también tienes que tener una. Así no me olvidarás.

—gracias— dijo mientras le abrazaba por última vez —vive la vida al máximo y no te canses de amar. Si la vida te lastima aprende de ella y ofrécele un abrazo a lo mejor se siente triste—



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En el texto hay: romance, valentia, amor dolor

Editado: 12.09.2020

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