'LEA
Me he quedado algo atontada después de que Gian se ha ido molesto de la casa, no se que hacer con esa situación.
Sé que quiere ayudarme y muchas veces lo ha hecho, en cambio ahora es distinto. Con los italianos no se toma nada a la ligera, es riesgoso frecuentarlo muy seguido o que se quede a dormir uno que otro día. Yo lo quiero y él me quiere, pero no pienso mantener una relación porque sería por el primero al que irían si llega a salir mal mi trabajo en los Falchi. En cambio Tadeo no tiene opción, siempre estará en riesgo lo quiera o no. Ya no se puede ignorar o hacer el intento de huir.
Me siento frustrada, si bien estar con los Reaht se ha vuelto lo mejor para mí, tiene sus consecuencias. Mi otro problema es cuando podré tener contacto con los benditos italianos, son un estorbo que me han encargado eliminar, sin embargo, Michaelangelo no me da razón de ser. Necesito entrar en ellos lo más rápido que pueda, lo fastidioso será tener que fingir que me agradan porque supuestamente ahora seremos una familia. Tremenda familia más retorcida. No digo que sea una santa que merece ser beatificada, pero yo no asesino personas.
Me quito el polo manga larga que traigo y me quedo en top, rápidamente me acerco a mi escritorio y saco todos mis pinceles y pinturas.
Le quito el envoltorio a uno de los tantos lienzos que tengo y lo dejo torpemente en el caballete. Abro mi laptop y pongo música a todo volumen, necesito distraerme.
Agarro uno de los potes de pintura y meto grotescamente una de las brochas en el, me salpico un poco los dedos a la vez que experimento una sensación de libertad.
Hago un fondo gris con tonos azules similar al de un cielo y trazo con un pincel pequeñas líneas donde quiero que vayan unos nubarrones, poco a poco les doy forma creando el cielo de una tormenta. Es como ver la antesala de una catástrofe. Hay enojo en mí y con los años aprendí a convertirlo en algo bueno, pero no significa que pueda bajar la intensidad.
Hago la silueta de una criatura alada encadenada de los tobillos. No es un ángel, pero tampoco un demonio. Combino tonos marrones con rosas y comienzo a pintar sus alas, pincelada tras pincelada. Comienza a sonar una canción de Eminem que desde que era una adolescente no escuchaba, me trae buenos recuerdos y las emociones negativas se van yendo de mi cuerpo; bailo, canto y salto olvidándome de mi alrededor.
En uno de mis saltos mi cadera choca con el escritorio y el recipiente de vidrio donde lavo mis pinceles se cae al piso haciéndose añicos, el agua grisácea se esparce por el piso y corro a la velocidad de la luz para salvar los lienzos que están en el suelo. No pueden mancharse, todos se estropearian.
Llego a salvar unos cinco dejándolos en uno de los estantes. Volteo a ver el desastre: hay trozos de vidrios y agua debajo del caballete ensuciando bocetos que había en una esquina.
Me agacho para recoger el vidrio y siento un pinchazo. Miro mi mano dándome cuenta que está goteando sangre.
La música convenientemente se ha parado y el ambiente se ha arruinado. Ignoro la sangre poniéndome a levantar cada pedazo de vidrio, traigo papel y lo pongo en el piso para que absorba el agua.
Cuando estoy llegando al rincón mi pie se resbala haciendo que me caiga sentada emitiendo un ruido seco.
Me voy a quedar sin culo y sin dignidad si me siguen pasando este tipo de cosas.
A los minutos termino de limpiar todo y me pongo un paño sobre la herida, resultó ser un tajo en toda mi palma.
Me prometo terminar mi obra antes de salir de la habitación, llego a la cocina y me termino el vaso de agua que dejé a medias hace unas horas. Subo las escaleras hasta llegar al tercer piso, antes de dirigirme a la última puerta saco mi celular del bolsillo y llamo a mi hermano.
―¿Todo bien? ―Es lo primero que me responde.
―Digamos… que si ―dudo mirando mi mano.
―Noté el titubeo, ya estoy yendo para casa. ¿Por qué me llamaste?
―Resumen rápido de Lea.
―Son las 10 de la noche, ¿ahorita vas a comenzar?
―Se me ha antojado y si no es molestia necesito que me digas que notaste en las dos semanas que yo paraba de lisiada.
―No eras lisiada, sino moribunda.
―Oh, disculpe la ofensa. No sabía que usted también sintió como una niña le clavaba una navaja en el abdomen.
―Yo te cuidé, eso me hace ganar.
¿Cómo se gana en eso?
―Ya dime que pudiste averiguar.
―Tiene el mismo humor ácido que tú, es un cotorro, una sinvergüenza, pero tierna, le gusta tener la razón. Es como tú de adolescente.
―La diferencia es que yo no era tan imprudente.
―Si, tienes razón tu imprudencia vino de adulta. Antes de que refutes, hay un problema con ella. No puede oír por sí sola.
―¿Es sorda? ―redundo algo sorprendida.
―En parte, es una sordera parcial. Necesita usar un aparato auditivo.
―¿Ya lo tiene puesto?
―Si, pero ella puede activarlo y desactivarlo cuando quiera.
―Gracias T, cuidado al venir.
Cuelgo antes de que fastidie y me paro frente el cuarto donde está Lea, hago todo el proceso de abrir la puerta con una sola mano y en mi visión aparece Lea echada de lado dándome la espalda. Todo está envuelto en un ambiente oscuro, solo hay una luz que alumbra la habitación. La camisa de fuerza ya no la tiene, se la mandé quitar a los tres días.
Siento que sabe que alguien ha entrado, si es así no voltea a verme. Entro de un todo y finalmente se gira en sí para mirarme fijamente. Me dedica una sonrisa fingida, no se la devuelvo y procedo a mirarla con la misma intensidad. También me analiza, cuando se da cuenta que no iniciaré la conversación me dice:
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Editado: 16.06.2021