《Todos estamos malditamente rotos...
Pero es de esa forma que entra la luz...》
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Hago el cambio de turno con mi compañero, dejo mis cosas en el depósito, me cambio la camisa por la camisa de la tienda y me pongo frente al mostrador de esta, ella observa la pequeña tienda, va de un pasillo a otro mirando y agarrando algunas cosas.
Me sorprendí al verla frente a mi instituto, Evan quedó confundido y tuve que explicarle vagamente que nos conocemos y que somos una especie de “amigos”, aunque no se si en verdad estaría bien llamar así a nuestra… relación extraña. Ella llega al mostrador dejando muchos productos en este, me sonríe arqueando sus ojos.
—¿No preguntaras por esto? —pregunté señalando mis vendajes.
—¿Quieres qué lo haga? —preguntó inclinándose hacia mí, yo negué, ella se alejó con una sonrisa, sus ojos siguen curvandose. —Entonces no tengo la necesidad de preguntar. —dijo encogiéndose de hombros. —Quiero comprar esto por favor. —dice señalando los productos. —¿Cuánto sería?
Escaneo los productos uno por uno, le doy el precio total, ella paga y se va a sentar a una de las mesas que hay en la pequeña tienda. Me quedo en silencio observándola sin saber qué decir, ella simplemente llegó, me siguió y ahora está aquí, en mi trabajo, comiendo dulces, pero aun así no se quitaba el cubre bocas que tenía, ella es verdaderamente una persona extraña.
—¿Por qué estás aquí? —me atreví a preguntar, ella ladeo la cabeza.
—Estoy aquí por nuestro trato ¿Recuerdas? Te enseñaré cosas por las que deberías de vivir. —responde llenando de agua caliente su ramen instantáneo.
—Pero estoy en mi trabajo.
—Esta es la primera lección y no necesitamos hablar, solo estaré aquí contigo, acompañándote. —dijo simple. —La soledad no es algo bonito ¿Sabes? Sentirse acompañado siempre es bueno.
—¿Cómo comerás eso sin quitarte el cubrebocas? —pregunté señalando el ramen.
Ella sonrió y no me respondió, yo tampoco hice el intento porque me respondiera, la respuesta a mi pregunta seria respondida cuando la viera comer; ella dejó pasar los minutos indicados en el empaque, se quitó el cubre bocas tapando con este mismo su nariz y boca, levantaba un poco el cubrebocas para comer, esa era forma en la que estaba comiendo y era muy extraña de ver.
¿Qué es lo que tiene en el rostro que no quiere que nadie lo vea? ¿Es tan fea? Pero sus ojos son bonitos…
No volvimos a hablar luego de esa pequeña conversación, yo me dedique a atender a los clientes que entraban en la tienda mientras que ella revisaba su teléfono y comía dulces. El tiempo pasó de forma extraña, pero eso estaba bien para mi, ya estaba comenzando a aceptar el hecho de que ella era verdaderamente extraña y yo aun mas por dejarme llevar por ella.
La hora del cierre llegó, volví a colocarme la camisa del uniforme y dejé la camisa del trabajo en el depósito. Ella ya me estaba esperando afuera, cerré la tienda.
—¿Cómo te llamas? —pregunté, no podía seguir refiriéndome a ella como “ella”. —Tú sabes mi nombre, donde estudio y en donde trabajo, pero yo no sé nada de ti, solo sé que no te quitas ese cubrebocas.
—Tienes un punto. —ríe, se pasa la mano por el cabello. —Mi nombre… Uhm… ¿Por qué no me pones uno?
Giró a verme sonriendo, sus ojos estaban arqueados, me quedé en silencio, no entendía el porqué pedía que le colocara nombre. ¿Acaso no tiene uno? No, eso no sería posible, se ve de una buena familia, luce tranquila, aseada y si tiene dinero para comprar dulces y ramen, debe de vivir de buena manera. ¿No? Si, debería de ser de esa forma.
—¿Quieres una malteada? —preguntó señalando la vitrina de un establecimiento, ladee la cabeza.
Ella no esperó mi respuesta, entró en el establecimiento y unos minutos después salió con dos vasos de malteadas en sus manos, me extendió uno de ellos, lo tomé y comencé a caminar sin probar la malteada.
—Es tarde ¿Te acompaño a tomar el autobús, un taxi, a tu casa o…? —deje la pregunta al aire, ella me sonríe.
—Acompáñame, pasarán por mi dentro de poco.
Solo asentí y la seguí hasta la parada del autobús, nos sentamos en la banqueta de la calle, ella bebía feliz su malteada, yo solo me quede observando el vaso de malteada en mis manos, me atreví a probarla. Galleta y chocolate.
—No sabia cual te gustaria y esa fue la recomendación que me hizo la persona que me atendió. —dijo casualmente. —¿Te gustó?
—Si, eso creo. —murmuré contra la pajilla.
El silencio se hizo presente, caí en cuenta que cuando estamos juntos casi no hablamos, solo cruzamos un par de palabras y nos volvemos a quedar en silencio, era extraño, pero no me sentía de forma incómoda por ello, aunque sería raro si me sintiera incómodo, después de todo normalmente no hablo mucho y ella parece estar bien con ello.
Los minutos pasaron y cuando estaba a mitad de la malteada una camioneta negra se detuvo frente a nosotros, las alarmas se encendieron en mi cabeza, las personas dentro de esa camioneta pueden ser secuestradores, no sería extraño, ya es muy tarde, me puse de pie, ella hizo lo mismo, poso su mano en mi hombro, gire a verla.
—Deberías irte ya. —dijo sonriendo.
—Pero…
—Está bien, no te preocupes.
Por alguna razón sus palabras me calmaron, asentí y me alejé de ella, cuando quise girar a ver si seguía ahí, ella ya no estaba, me sentía inquieto, pero recordando sus palabras me calmé. Caminé hasta la casa, cuando entré me encontré con mi madre sirviendole al imbécil de mi padrastro quien estaba mirando uno de sus tantos partidos de fútbol.
—Pero miren quien llegó, el inutil. —dijo entre risas, me miró directamente, lo ignoré y subí a mi habitación.
Me encerré sin encender las luces dejé mis cosas en el suelo y me acosté en la cama viendo el techo con las manos y brazos abiertos, tenía mucho ruido en la cabeza, por lo que decidí hacer las tareas que dejaron en clases, me senté frente a mi escritorio encendiendo la lámpara que tenía en este, saqué mis cuadernos y libros, comencé a hacer las tareas, el ruido poco a poco se comenzó a ir y eso me agradaba.
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Editado: 20.11.2024