Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 16

Encerrados bajo un muro inquebrantable durante tres miserables días. Bajo tierra, con dos de los dioses más odiosos que podían haber existido. Era el sentimiento de Naxos en ese momento. Además de que en busca de proteger a Hanae, su impotencia acrecentaba. Hanae sigue inconsciente, herida y sin recuperarse. La solución imposible de localizar, solo había que esperar… pero mientras tanto nadie en la habitación ha entrado salvo Asclepios quien la ha tenido en una especie de burbuja flotante en medio de la habitación, y por raro que parezca Poseidón tampoco se ha movido de la habitación. Simplemente está en el sillón frente a Naxos, estirado con un brazo sobre su rostro y el otro sobre su abdomen, dormitando.

Habían ganado la primera batalla eso era seguro. De qué forma. No tenía ni idea. Ellos querían a Hanae y por lo que sospechaba iban a estar bastante enojados. Y por los rumores que corrían en el callejón de Damasén resultan ser ciertos. Lo que se viene es bastante más grave de lo que pensaba. Están a la búsqueda de tyflós, muchos de ellos lo están buscando en el mundo mortal y fuera de él. Podría asegurar que Hanae tenía algo que ver. Eso y el hecho de que el primer eclipse del año iba a ser en unas pocas horas. Tenían que retrasar ese momento como sea posible y ponerla a salvo. Naxos vio como Poseidón despertaba y se estiraba en esa silla.

—En algún momento de este día, antes de que se vuelva más aburrido vas a hablar de algo o vas a seguir como un muerto viviente allí.

—¿Qué quieres que te diga Naxos? –le respondió Poseidón con aburrimiento.

—No lo sé, déjame ver… Esa pregunta resulta ser complicada – Comento con sarcasmo — ¡Ah! No… Espera sí sé que me puedes decir. Empecemos con ¿Quien está detrás de esto? Créeme… Puede ser un buen comienzo.

—Aun no tengo idea.

—Eres un dios ¿No? No rompas simplemente mi corazón para decir que eres Mickey Mouse y no tienes poderes con el sombrero.

—Deberías contarme la historia de esas estatuas. Te le quedas viendo demasiado tiempo.

— ¿Por qué supones que se?

—Conozco esa mirada muchacho. Es de admiración y nostalgia —Su mirada se oscureció.

—No me gusta hablar y lo sabes.

—Dices estar aburrido y yo lo estoy, aprovechemos el tiempo con una buena historia… me gustan las buenas historias.

—Está en particular no es una historia larga —contesto en tono seco.

—Son unas estatuas muy hermosas. Decorarían el jardín de manera excepcional. Los detalles de la tela transparente le dan un magnetismo real. Parecen que tuviera vida.

—Así es… —susurro Naxos —Fueron un regalo.

—¿Lo fue?

—No dirás nada, no es así.

—No… —rio sin ganas —Tal vez tu puedas hacer un par de trucos sacando tu sombrero y puedes utilizarlo en Damasén. Porque estoy seguro que lo hizo a propósito. Las busque por mucho tiempo y ese gigante las tenía en su poder. Así que si lo conviertes en un pescado lo preferiría —Poseidón volteo los ojos. No iba a seguir preguntando sabía que ese era un tema delicado para él. Así que acepto el cambio de tema.

—También lo preferiría, pero eso no ayudaría.

—Entonces cuéntame un mejor cuento y dime quien está detrás de esto. Amo las historias griegas —añadió con sarcasmo.

—Que Zeus me ayude porque aún me pregunto cómo es que te he soportado tantos años –Naxos solo pudo sonreír ante la mención del anciano.  –He tenido a varios guardianes a través de los siglos, pero cada vez que tenemos un indicio este vuelve a desaparecer.

—Debe ser alguien de verdad muy bueno como para hacer ese trabajo.

—Debe serlo, pero que me queme junto a Hades si no mataría a ese desgraciado con mis manos.

—¿Has confiado en alguien más?

—No desde que hace dos siglos, descubrí a uno de los guardias, tildado de borracho y no se equivocaban. Estuvo hablando con las ninfas, en una fonda de mala muerte, esas malditas son la perdición. Ya no se puede confiar en nadie en estos tiempos.

—¿Y alguno además de Zeus o Hades saben o tienen alguna información?

—No… Únicamente tu. Felicidades eres el único ganador indiscutible.

–Sí, es cierto —Añadió con una sonrisa sarcástica —Y a diferencia de tus otros soldaditos mediocres y familia disfuncional he sido el único que ha tenido un juramento de sangre, así que no puedo traicionarte sin antes sufrir un final nada feliz.

—Si es cierto. –concluyo con Naxos.

—¿Tienes algo en mente?

—Lo tengo en verdad –le confirmo.

—Y…

—Es complicado.

—¿Por qué es complicado? ¿Qué tiene de complicado?

—Porque es de alguien que no quiero desconfiar.

—¿Lo conoces?

—Así es…

—Te he dicho que odio en verdad cuando das respuestas como esas.

—Sí, lo has mencionado un par de veces.

—Bien, que bueno que lo sabes.




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