La ciudad se dibujaba en el horizonte. Atenas brillaba en un hermoso atardecer, Rinott la podía contemplar desde el piso 22, su piel desnuda era calentada por el sol. Fue hasta la cómoda, sacando el paquete de cigarrillos que seguía allí. Se llevó una hacia su boca, dándole una calada larga. Ese apartamento ostentoso representaba la riqueza con la que vivía y también lo representaba las dos mujeres que retozaban en la cama, su mirada se desvió hacia ellas, sus finas curvas sobresalían de las sábanas de seda, sus senos asomaban por encima, coronadas por rosados pezones, sus piernas estaban enredadas entre las telas, no sabía dónde empezaba una y terminaba la otra. El sexo era el único distractor, si seguía escuchando a Tritón en su cabeza una vez más iba a enloquecer de verdad.
No creía mucho en lo que la vieja bruja había mencionado. ¿Cómo era posible que hubiera un mercado negro en aquel lugar sin que el supiera algo?
Regresar a Nauplia era una pérdida de tiempo. Habían registrado hasta la última piedra y cada una había sido removida sin éxito alguno, quien sea que la esté ayudando, lo está haciendo con éxito. Puede que Tritón tenga razón, puede que Hanae tenga algo especial, como puede que no, simplemente no podía unir las piezas… ¿Cómo la podrían utilizar? El plan de Tritón dio frutos muy pequeños a lo que esperaba con Hanae.
Lo peor es que no podría adentrarse en la mente de su padre, no podría ser igual a él,
>> “Como es posible que puedas sentir tanto alivio cuando sabes que las cosas ocurren de manera incorrecta pedazo de mierda. ¿Porque estás pensando? Necesito respuestas Rinott y las quiero ahora. Muy pronto se irán los dioses uno por uno, a no ser que logres encontrar a esa maldita perra”. <<
—¡AH! –escucho Rinott un grito a su espalda –¡Rinott hay un hombre aquí!
—Mi señor tenemos rastro de la chica –era uno de los skotádi –están bajo tierra –Rinott desvió su mirada de la ventana inmediatamente.
—¿Qué quieres decir que está bajo tierra?
—Lanzamos a la quimera[1]. Encontró una salida lateral al Bastión Phokion.
—No me digas… y la tienes.
—Aun no mi señor.
—Entonces por qué vienes aquí.
—Tenemos a un posible cómplice.
—Bien, tráiganlo hacia aquí.
—Como ordene mi señor –el skotádi inclino su rostro, a su lado una bruma negra empezó a cobrar forma, las dos mujeres que estaban en la habitación, corrieron despavoridas hacia la salida. Ante él apareció uno de los guardianes del Olimpo. Una sonrisa se formó en su rostro, sabía que estaba debilitado, era un simple bastardo que le servía a los incorrectos.
—Vaya skotádi, buen trabajo –mirando hacia el piso y se inclinó hacia él –Identifícate kidemónes, gran guardián del Olimpo.
—Púdrete. –la sonrisa de Rinott no pudo ser más grande –te divertiste skotádi no es así —el rostro del chico estaba destrozado, su cuerpo estaba moreteado, parecía un mapa andante.
—Es mi deber mi señor –respondió el skotádi.
—Dime guardián ¿A quién estas protegiendo y por qué?
—No te diré nada –escupió como veneno el guardián. Rinott empezó a reír de manera descomunal, este era uno de sus logros, tenía ante sí a uno de los guerreros de los malditos ancianos, eso quiere decir que se están debilitando cada día más. Rinott se agacho y se cernió sobre él.
—Que lastima, el dolor será insoportable y te necesitare por una larga temporada.
—Mi lealtad es para con los dioses, no contigo semidios.
—¿Quién es él skotádi? ¿Lo identificaron?
—Es Kyril
—Bien Kyril espero que reflexiones al respecto.
—Sabes que no tendrás salida, cuando vengamos por ti, desearas rogarle a Hades por tu vida y ni él te mirara dos veces.
—Eres muy melodramático guardián y no es hora de las lamentaciones. Te daré una última oportunidad. Estoy buscando a una tyflós.
—Los tyflós están extintos.
—En realidad no. Hanae es su nombre. Dime donde esta.
—Te pudrirás en el Tártaro traidor.
—Eso es un no. Estoy confundido —comento divertido.
— ¡Muérete imbécil! —le grito Kyril escupiendo su rostro.
—No lo creo, diviértete fortachón –dirigiéndose hacia el skotádi –llévatelo y mantenlo activo.
—Lo hare mi señor.
—Y skotádi… encuentra a Hanae, mi fe está en ti.
—No lo defraudare mi señor.
—Eso espero.
—Tenemos una furia[2] y está cerca de ellos.
—La necesito cuanto antes. ¡Ah! Y skotádi. Revuelve todos sus recuerdos quiero saber que es lo que quieren con Hanae.
—Como ordene mi señor. —Y con ello desapareció de su vista.
Rinott se acercó a la ventana nuevamente, dándole una nueva calada a su cigarro, podía sentir de verdad que ese era un gran día.