Naxos logro conducir a Hanae hacia el auto. Aunque con bastante dificultad. Ciertamente transportarla con una herida de esa magnitud era una completa locura. Sin embargo, Naxos sabía que era la única forma de protegerla. Si Poseidón tenía razón ella seria la llave para evitar el próximo apocalipsis.
Una vez en el auto, encendió el vehículo y empezó a conducir. Sabía que iba a ser un largo viaje. Trataba de poner atención en el camino y al mismo tiempo estar pendiente de la hemorragia de Hanae a su lado. La herida seguía abierta y sus manos estaban empapadas de su sangre. Si no fuera una tyflós de seguro habría muerto hace muchas horas. Su aspecto era demacrado, su piel había perdido cualquier brillo con el que la conoció, en cambio estaba pálida, sus ojeras eran dos bolsas pronunciadas bajos sus ojos, su respiración era inconsistente, aunque no decía nada, no se quejaba. Naxos había conoció cientos de hombres que en ese estado habrían llorado como niños y hubieran rogado a Hades piedad para que los condujera al averno.
—Hanae necesito que te mantengas despierta. No puedes dormir…
—No puedo… —susurro apretando sus ojos.
—Dime… dime… el dolor que sientes Hanae –le pregunto Naxos.
—Que pregunta tan estúpida Nixos.
—Eso… mantente despierta —Naxos acelero lo que pudo, pero no podía llamar la atención. No sabia ciertamente quien era amigo o enemigo.
—Deberías explicarme… porque… tenemos que irnos –decía apoyando su rostro en la ventana del auto –Y no me digas… que estoy… en peligro… una vez más, si me… lo dices de nuevo… te juro… que me tirare… al vacío…
—Te buscan Hanae y la gente que te buscan no va a descansar hasta obtener lo que quieren de ti.
—Pero no… tengo nada de valor… ¿Que pueden querer de mí?
—Te haces demasiadas preguntas… trata de no hablar. Te cuesta respirar.
—Me duele… el pecho… pero puedo hablar… Y tú no… respondes… a ninguna de ellas…
—Es mejor así créeme.
—No… no es mejor así… ¿Por qué… crees eso?
—Es algo difícil Hanae –Naxos sentía dentro de si algo muy extraño, tenía un presentimiento. Había peligro. De eso estaba seguro, aunque esto no se le parecía en nada. Trato de mirar a ambos lados. Sin encontrar nada allí. Para su mala fortuna muy pronto iban a salir de esa pequeña ciudad y empezarían a adentrarse hacia la carretera, no habría como escapar sin ocultarse. Iban a estar expuestos.
—¿Por qué… miras tanto… los retrovisores…? –pregunto Hanae molesta.
—Entiendo que estés enojada, pero no puedo exponerte más, así que no te exaltes. Debo acelerar.
—¡Entonces… hablemos… si no quieres… que me exalté… dime como obtuve… está herida! Cuando… estaba contigo… estaba casi perfecta…
—Eso díselo a tu padre “MIERDA” –Naxos de inmediato se maldijo, realmente no lo había pensado. Naxos volteo a verla y su rostro estaba totalmente inerte.
—¿Tu… tú conoces… a mi padre Naxos…? –susurro Hanae.
—Así es.
—Pero yo… no he tenido… un padre... Como es… posible que ahora… de la nada… me digas que… que tengo un padre… y que tengo… esa herida por eso…
—Pues, querías respuestas, ahí la tienes cariño.
—¡ERES… UN… IMBÉCIL! –grito Hanae. El dolor iba aumentando su rostro estaba empapado.
—Muy pocas veces lo he sido, hace aproximadamente 2 años fue la primera vez
—Lo reitero… eres un completo… e inadaptado… imbécil…
—El dolor te está matando no es así.
—Sí… no creo soportarlo… ni al dolor… ni a ti…
—Lo harás. Al menos a mí.
Naxos dirigió su mirada hacia el frente, estaban al lado de un campo. Sabía que tenía que avanzar con velocidad y el tramo era bastante grande para poder descansar. Debian encontrar la ciudad más próxima para poder cambiarle las vendas. Era un riesgo, pero debía hacerlo.
Quince minutos y seis kilómetros y medio después y el vehículo frena de repente.
—¡QUE DEMONIOS! —Grito Naxos. Las manos de ambos fueron por reflejo hacia el tablero, el auto empiezo a rodar. Naxos solo podía pensar en Hanae y en maldecir el momento en que acepto toda esta pesadilla de aventura que le otorgo Poseidón. El vehículo por fin paro varios metros más adelante.
Naxos estaba atrapado en el auto, boca abajo con el cinturón de seguridad; la sangre rodeaba su rostro, por el dolor que sentía en la frente intuía que tenía una herida grande en la frente. Quiso fijar su mirada al frente. Y a pesar del esfuerzo no le fue posible, sintió el dolor rodear su cuerpo, su vista estaba borrosa, pero había un ruido.
—¿Eso era gritos? ¿Qué pasaba? —pensó Naxos. Se sentía desorientado —Algo tenía que hacer. Algo lo llamaba. No lograba resolver que era. —Su vista fue hacia el frente. Aun no estaba enfocada del todo, sin embargo, su memoria regreso y pudo saber de dónde procedía el ruido, era Hanae.
—¡NAXOS! ¡NAXOS! ¡NAXOS! —Hanae estaba a su lado gritando su nombre.