Hanae despertó y los monitores se descontrolaron. Tuvo un subidón de adrenalina su corazón palpitaba a una gran velocidad, estaba respirando con dificultad. Naxos de inmediato reacciono, no perdió tiempo y la desconecto de todas las máquinas de las que estaba conectada, el tiempo estaba en su contra de nuevo. Saco sus pertenencias del armario. La desnudo con rapidez. Hanae aún estaba estabilizándose, no podía coordinar aun bien.
— ¿Qué están haciendo? Quítame tus manos de encima —lo aparto de un empujón. Para Naxos fue un golpe a la realidad, allí estaba Hanae desnuda, era como una musa, puede que hasta Afrodita le tenga envidia, no necesita ninguna gota de maquillaje, su cuerpo blanco, liso como seda.
Su cuerpo, su rostro, era una chica hermosa y valiente.
—Deja de verme así y dame ropa –le dijo Hanae tratando de levantarse de la camilla. Naxos salió de su estupor e hizo lo que dijo, le entrego la ropa y empezó a ponerse la ropa lentamente. Naxos se la arrebato de nuevo — ¿Qué mierda haces?
—Te ayudo —Le respondió. Sabía que el tiempo era esencial en este momento, por lo que en cuanto estuvo vestida la tomo del brazo abrió la puerta de la habitación asomándose con cuidado — ¡Vámonos! —tomo su mano y la jalo. Debian salir de inmediato.
—Espera… ¿A dónde vamos? ¿Dónde estoy?
—¡Vamos Hanae! ¡Debemos irnos! –le respondió Naxos de manera acelerada. Su caminata fue aumentando poco a poco hasta estar casi trotando.
—¿Dónde estamos? –le volvió a preguntar Hanae.
—Estamos en Almyros.
—¿Qué es esto? –Mirando a su alrededor —¿Es un hospital? ¿Por qué estoy en un hospital? ¿Por qué estoy vendado?
—Te desangraste, aun estas sangrando y no pude controlarlo a tiempo, tuve que sacarnos del camino y entrar en la ciudad. Decidí traerte aquí.
—¿Hace cuánto estoy aquí?
—Más de siete semanas así que muévete.
—¿Cómo es posible?
—Eres una debilucha –le respondió haciéndola enojar.
—¡Como te atreves!
—Vámonos.
—Eres irritante.
—Lo sé, te extrañe –le susurro mirándola a los ojos. Hanae no supo que responder por lo que solo lo tomo de la mano y la susurro.
—Gra…gracias –Naxos no sabía el por qué le dijo esas palabras. Esas palabras no las había pronunciado en siglos, pero al ver el rostro de Hanae, pasar del color pálido a un rosa en sus mejillas no se arrepintió, era bastante hermoso de admirar, ella se limitó a verlo, no había pronunciado ninguna palabra. Naxos simplemente no lo pudo evitar y tomo su rostro besándola en el acto.
Naxos había olvidado aquel sentimiento, el tener a una mujer en sus brazos, sentir ese calor recorrer su cuerpo, el deseo que sintió por ella fue inimaginable. Toda la sangre se concentró en su sexo. No lograba describir el sentimiento. El cómo la otra persona lograba hacer con un solo beso, era como estar en otra dimensión, en otros tiempos, Hanae simplemente respondió a su beso con avidez, Naxos quería fundirse en ella, su sabor le estaba matando, ella jugaba con su lengua, él solo podía tomar sus labios con fuerza, sus brazos pasaron de su rostro a su espalda, quería matar con lujuria ese sentimiento, al pasar sus manos por su vientre pudo palpar la sangre, regresándolo de nuevo a la realidad, no podía desviarse de su camino por más tiempo. En unas horas era el segundo eclipse y era responsable de la vida de Hanae, de su vida, no podía tomarla, no era una chica cualquiera ni tampoco era el momento ni el lugar, así que con un gran esfuerzo se separó y solo quedaron viéndose uno frente al otro respirando muy rápido.
—Vámonos –ordeno Naxos.
—Aja.
Naxos tomo a Hanae del brazo y salieron de al pasillo, el corredor estaba prácticamente vacío, ya que las horas de visita se habían acabado, en cuanto voltearon la esquina, apareció una de las enfermeras por lo que Naxos jalo a Hanae hacia el baño hasta que pasara la enfermera.
—Imagino que debemos acelerar el camino –susurro Hanae.
—Así es. ¿Te sientes bien? –le pregunto.
—Creo que sí, duele, pero no sangro mucho. Eso debe ser bueno ¿No es así?
—Eso creo —Naxos se aseguró de que no hubiera nadie en el pasillo y tomando la mano de Hanae la arrastro de allí, rápidamente estuvieron en la calle, por suerte era la parte de atrás del hospital, aunque no tenía un vehículo cerca.
— Poseidóna, ákou ti sou léo, i prosefchí mou apefthýnetai sto peproméno sou.[1]
—¿Qué haces Naxos? –Naxos vio a Hanae, quien tenía una mirada de perplejidad en el rostro. No tenía ninguna otra opción, antes de que pudiera contestarle, un carro apareció a su lado. Un hombre salió de allí y se alejó. Hanae no sabia como reaccionar. Ese hombre parecía letárgico.
—Después te lo cuento.
—¿Cómo es… posible?
—Sube rápido.
—Pero…
—Muévete, nos estamos exponiendo –Hanae subió al vehículo, viendo todo a su alrededor.
—El carro no te va a comer, eso te lo aseguro.