Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 43

Naxos dejo a Hanae en una poltrona algo vieja sin embargo lo más estable del lugar. Todo estaba en ruinas. La herida de nuevo estaba sangrando. ¿Qué más podía hacer? Naxos maldijo su suerte y regreso al auto por las cosas de Hanae. Que eran pocas. Tomo el cuerno y su daga. Si debían huir debía tener todas las cosas consigo. además, tiene que sellar la propiedad. Se detuvo un momento a analizar el lugar —Por los dioses —Pensó. No les había orado en siglos. ¿Sería un momento oportuno para hacerlo ahora? Recordó cuando siendo un soldado. Oraba antes de cada guerra y el gran dios Ares lo acompañaba en cada excursión. Saliendo victorioso. Cada victoria era una bendición para su pueblo —Fueron buenos tiempos —susurro para sí. Iba a hincarse y orar, pero no pudo hacerlo, un grito de Hanae lo alerto, al ver hacia el cielo, lo vio, la luna estaba oscureciendo el sol, el eclipse estaba en pleno apogeo. Miro a su alrededor nuevamente. Sabía que no podía confiarse demasiado. Los estaban buscando. Su seguridad debía estar por encima de todo. Debía comenzar cuanto antes.

—¿Lo están pensando mucho? –Dijo una voz a su espalda. Naxos saco la daga de su pantalón y la lanzo hacia atrás. La daga se enterró en la madera podrida de la cabaña. Aun asi no había nadie. Observo con atención. No había imaginado esa voz. No estaba solo. Un pequeño zumbido atrás de él lo alerto de nuevo. Llevo su mano al frente y con un movimiento en su brazo la daga voló a su mano. Se volteo rápido pero no había nadie allí —Deberías estar más alerta —susurraron tras él. A su lado apareció un hombre sosteniendo la misma daga solo que roja. No podía verle la cara, tenía una gorra encima –Muy linda en verdad –le comento observando los detalles que había en la daga de Naxos.

—¿Quién eres?

—Una daga bastante peculiar. La mía fue tallada por el mismo Hefesto. Como regalo de bodas. Forjada con el trueno de Zeus y con la madera del árbol de la vida. Aunque la tuya tiene más historia. Es bastante bello debo decir –El hombre al frente suyo se quito su gorra –¿Perseo?

—Aclaro estaba hablando de la daga, no de ti.

—¿Qué haces aquí? –lo cuestiono Naxos.

—La pregunta es ¿Qué haces aquí Naxos de Alba Longa?

—Yo pregunte primero.

—Madura Naxos… pareces niño. He vivido suficiente tiempo como para estar con estos juegos.

—No estoy jugando Perseo. Respóndeme ¿Qué haces aquí?

—No te pongas a la defensiva Naxos.

—¡RES – PON – DE! ¡¿QUÉ SABES TU?! ¡¿POR QUÉ ESTAS AQUÍ?!

—Cálmate Naxos —Trato de calmarlo.

— ¡QUE ME RESPONDAS MALDITA SEA! O TE JURO QUE…

—Estas en mi propiedad —Lo interrumpió Perseo.

—¿De qué hablas? —Contesto bajando la daga.

—Esa cabaña –señalando hacia donde estaba Hanae –es mía.

—Pero está deshabitada, yo la vi, está sucia como si nadie hubiera vivió allí en años. Además, no sentí ningún tipo de protección alrededor de esta.

—Un pequeño truco, pensé que te había enseñado a no seguir las apariencias. El mundo tiene mucho que ocultar Naxos.

—¿Cómo puedo creerte?

—No se… tal vez que esa cabaña no la puede ver los humanos ni los dioses a no ser claro está que lo muestre yo. Claro esta es un bloqueo bastante poderoso si puedo decir.

—¿Tienes un bloqueo alrededor?

—¡Claro que tengo un bloqueo alrededor! ¿Estas preguntando de verdad?

—¡Gracias a los dioses! –Naxos se alejó de allí, dirigiéndose a la cabaña.

—¿A dónde crees que vas Naxos?

—Ella me necesita.

—¿Ella? ¿De quién estás hablando? – Naxos no se detuvo a explicarle, corrió hacia la cabaña y una vez más aprendió a no subestimar a los dioses. A su alrededor no había ninguna pieza de miseria, era una cabaña de cuentos ideal para cualquier persona.

—Demonios… —susurro Naxos observando toda la cabaña.

—Lo sé es linda –comento con orgullo Perseo, en la habitación principal escucharon de nuevo un grito de Hanae. Naxos corrió a la sala donde la dejo. Hanae estaba peor que cuando la tenía en el hospital. Su piel estaba quebrada, su cuerpo estaba rojo, se podía oler la piel quemada, parte de sus brazos, estaban ampollados, en sus piernas había rasguños profundos que sangraban, sin contar la herida que tuvo con el primer eclipse, que aún estaba abierta.

—¿Qué significa esto Naxos? –susurro Perseo viendo el estado en el que estaba Hanae —Por Zeus esa joven está agonizando. ¿Qué le hiciste?

—¡Yo no le hice nada! —Le grito a Perseo —La verdad no sé qué está pasando…

—¡Esta chica está muriendo! – Naxos volteo a verlo agarrándolo de la camisa.

—¿Esta área es segura? ¿Ninguna criatura viene hasta aquí?

—Si… me gusta mi privacidad.

— ¿Estas completamente seguro? —Le pregunto angustiado.

—Tranquilo soldado. Incluso hay unas pequeñas trampas que aprendí, para maldecir a quienes no respeten el lugar.

—Bien… —respondió Naxos soltándolo en el acto.




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