—Está estable –declaro Perseo sentándose al lado de Naxos. La fiebre esta remitiendo. Y aun asi se veía aun débil. Su cuerpo tardaría en recuperar fuerzas. Necesitaba reposo.
—Hemos perdido tiempo Perseo —El noto el peso que cargaba el guardián. Se veía agotado.
—No has descansado en días Naxos.
—Y no creo poder hacerlo. Han sido días desastrosos. Me siento culpable. Debía protegerla y solo se ha desangrado por tres países diferentes, creo. Ya perdí la cuenta. No debía pasarle nada Perseo y aquí estoy con ella a un paso de la muerte.
—Es mucho el peso que cargas.
—Si lo se. ¿Pero que podía hacer? La vi y supe que tenia que mantenerla a salvo.
—Siempre has sido un sentimental.
— ¡Cállate!
—Has pasado por mucho Naxos. Es un gran peso el que puso en tus hombros Poseidón.
—Es necesario si queremos ver un mundo.
—Sabes que cuentas conmigo Naxos —le susurro.
— ¿Eso fue un murmullo lo que escuche? —lo molesto Naxos.
—Cierra la boca.
—No soy bueno confiando y lo sabes —comento exhausto.
—Lo se. Los dioses no han sido piadosos contigo… un día te escuche que eras un juguete. Créeme nunca te considere como un peón en un juego. No podría.
—Eres un dios diferente Perseo.
—Vaya… eso es un cumplido Naxos —Este soltó una pequeña risa, pero de nuevo se apoyó en sus piernas.
—Ni siquiera sé yo lo que estoy haciendo Perseo.
—Trabajando a ciegas en un juego de ajedrez.
—No… no lo compares, en el ajedrez se sabe la siguiente jugada, aquí no.
—Puede ser, algunas veces. Pero nada está escrito. Zeus y los otros dioses están temiendo el futuro…
—Alto… un momento ¿Sabes lo que está pasando?
—Hace muchos siglos supuse que algo pasaba. Confronte a Zeus y él lo confeso. No sé quién más tenga conocimiento además de Hades y Poseidón.
—Es una mierda completa
—Coincido contigo… La humanidad reescribió su historia. Le dimos esa libertad por una razón. Ya no esta en nuestra voluntad ser parte de ellos. Tenemos mundos separados. Asi de sencillo.
—No parece muy sencillo que digamos.
—Por el momento solo tienes que proteger a la reina.
—No lo dije antes Perseo, pero gracias.
—No debes… –Perseo se puso de pie de repente llamando la atención de Naxos.
— ¿Qué pasa Perseo?
–Debes irte ahora mismo –dijo Perseo. Corrió hacia la ventana asomándose y mirando a su alrededor.
—Hanae…ella no…
—¡Están aquí Naxos! –grito Perseo.
—¡Maldición! como es posible.
—No lo sé, los distraeré mientras debes irte. ¡Desvanécete con ella! –demando Perseo.
—Nos encontraran.
—Pensaras en eso después, pero mientras es la única opción. La tomas o la dejas –Naxos se vio atrapado, pero era cierto Hanae no se había recuperado y tenía que huir de allí — ¿Por qué mierda no podemos descansar ni una maldita hora?
—No has dejado de maldecir.
—Es parte de mi encanto —Perseo tomo las cosas de Naxos y se las entrego.
—Tratare de cubrir tu rastro.
—Deséame suerte.
—Suerte Naxos de Alba Longa –Perseo corrió hacia el pórtico de la cabaña, saco las tablas de la superficie, sacando la espada adamantina y el escudo que le dio Atenea de allí, corrió colina abajo y allí lo vio, los antiguos enemigos los Skotádis, había matado muchos en el pasado, y con su hermano Ares habían luchado por exterminarlos, pero por lo visto quedaron más, algo que no dieron por previsto. Sus pasos eran silenciosos, logro divisar a un semidios joven y junto a él había cuatro rodeando la barrera, el último de ellos con la quimera a un lado, resoplando en su dirección.
—Aquí hay un semidiós –comento el primer skotádi de la izquierda.
—Es poderoso –dijo el de centro.
—¿Cómo es posible? –pregunto el semidios. El skotádi que sujetaba a la quimera respondió.
—Tiene un bloqueo.
—Ese bloqueo es poderoso –dijo el tercero de ellos, sintiendo en el aire la barrera que había allí. Perseo sintió a Naxos irse, pero debía deshacerse de esos malditos Skotádis, pero no podía solo.
—Cierto, solo no puedes –Perseo se sobresaltó, pero a su lado apareció su hermano Ares.
—Hace más de un siglo que no te he visto Ares.
—Y es una completa angustia para mi –respondió con ironía –no ves cómo me pone de mal. Llore tu partida y todo.
—Eres un idiota, no has cambiado nada.
—Sería una lástima cambiar –respondió Ares con diversión.