Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 49

Rinott se encontraba en la torre Tatsis, su calma se podría comparar con una tormenta en el horizonte, su furia aumentaba con los días que pasaba, los skotádi no tenían ninguna respuesta. Nadie era capaz de acercársele, no había podido dejar de transformarse, Tritón estaba soplando en su nuca, y los días seguían pasando. El segundo eclipse paso y no tenían a los tyflós que faltan. Y Hanae seguía siendo la pieza faltante en el juego de Tritón.

La vista frente a él era un escenario patético de la ciudad que una vez considero infalible, le estaba sabiendo a mierda y que todo se podría ir a la basura en un segundo.

—Rinott… —Lo llamo Basil, entrando en la habitación.

—¡Aquí ninguno tiene respuesta! ¡Nadie en este edificio tiene alguna información de esta estúpida chica! —Le grito Rinott.

—Rinott, estamos haciendo todo lo posible –respondió Basil.

—¡¿Dónde mierda esta Hanae?! –grito con impaciencia.

—El skotádi aún no lo ha encontrado –contesto Griffin, entrando en la habitación.

—¿Y ustedes? ¿Qué mierda están haciendo aquí? –susurro peligrosamente Rinott.

—No te pases Rinott –contesto Adonia, apareciendo a su lado.

— ¿Qué no me pase? ¡QUE NO ME PASE! —Griffin acompaño a los skotádis. Y que paso. Huyo como el cobarde que es. Ya teníamos el plan. Solo era hacer una maldita cosa. Y no pudo hacerlo.

—Rinott yo… —Griffin intento hablar, pero Rinott se acercó a Adonia.

—Dime tu Adonia, hija de Atenea, diosa de la sabiduría, ilumíname y dime… ¿Por qué tu hermano o mejor porque ninguno de ustedes ha tenido resultados?

—Primero ¿Ya buscaste quien es el que ha estado con esa chica?

—Vaya… Vaya… Tienes mi atención Adonia –respondió con altivez.

—Gracias… —menciono notando la ironía en su voz –Dime algo ¿Por qué no es posible localizar a esta chica? –todos en la habitación centraron su atención en ella –Porque es un dios poderoso.

—He registrado la ubicación de cada dios y no es posible –contesto Basil.

—¿Qué otra cosa puede ser?, hay un bloqueo hacia esa chica que ni los skotádi que son guerreros entrenados pueden encontrar, sin mencionar que las bestias se confunden, mientras estamos dando dos pasos, ella ya está dando diez por delante de nosotros.

—No es alguien común –respondió Adara.

—Tiene grandes poderes –término de hablar Griffin. Rinott se quedó viendo el grupo alrededor de él.

—Caesar, busca guerreros que hayan estado con los dioses en algún momento, en batallas, hijos, nietos, algo que se le relacione.

—Estoy en eso –Contesto saliendo de la habitación.

—Rinott –le llamo Griffin —Un skotádi –señalando hacia la ventana. Rinott se acercó hacia este parándose al frente de él.

—Dime skotádi, ya la has encontrado.

—No mi señor, la chica no ha dejado algún rastro.

—¿Cómo es posible? –susurro sintiendo el cambio en sus ojos.

—La quimera ha tenido rastros falsos y la última llego herida, pero no fue posible extraer alguna dirección.

—Quien quiera que sea realmente no quieren que la encontremos –Menciono Adonia.

—Tienen información de algún lugar cerca a los rastros.

—Hay una ciudad.

—Búsquenla allí, debe aparecer pronto.

—Si mi señor.

—Rinott. –lo llamo Griffin, mirando su celular.

—¿Qué mierda quieres Griffin?

—Gema ha llegado –la sonrisa de Rinott se agrando.

—Basil, encárgate de ella.

—De acuerdo.

—Pensándolo mejor, yo te acompaño –los demás se quedaron allí viendo como Rinott salía de la habitación, sin ninguna espera.

 

Se dirigió con rapidez hacia el primer nivel del edificio, tres pisos más abajo del parqueadero, el sitio adecuado para alejar a las personas indeseadas. Cuando finalmente el ascensor se detuvo, el corazón de Rinott martillaba contra su pecho, ella era parte de su familia. Era a quien había perseguido años atrás. Su sonrisa se hizo aun mayor pensando en ello. Salió de allí y se dirigió al final del corredor. Podía escuchar los gritos que procedían en el lugar. Dos Skotádis vigilaban el lugar afuera, dos más dentro de la habitación. Cuando entro en ella junto con Basil esquivaron con suerte el vaso de agua que le habían dado, esta estallo contra la pared. Basil la miro estupefacto.

—¡¿Qué diablos te pasa?! –le grito Basil.

—¡MALDITO DESGRACIADO! ¡¿Por qué me tienen aquí?! ¡Quién diablos son ustedes!

—Cálmate –le ordeno Rinott.

—¿Quién eres?

—Tu salvación –contesto Rinott.

—¿Mi salvación? ¿Salvación de qué? ¿No eres Dios[1]?

—Soy lo que tú quieras que sea.




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