Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 52

¿Dónde estoy?

Hanae se levantó trastabillando del piso. A su alrededor… estaba en una cueva fría. Estaba temblando. Estaba descalza. No veía nada extraño.

Debe ser un sueño.

¿Por qué siempre estoy en algún lugar? ¿Qué debo ver? Esto es un asco —Viendo las algas rodear el lugar e insectos vagar por allí —¿Qué debo ver un montón de larvas y cucarachas? ¡Que asco!

—¡Debes salir de inmediato Naxos y llévatela contigo! —Hanae siguió caminando por la gruta hasta llegar a un pequeño muelle ¿Cómo es posible que en una gruta allá un muelle?

—No puedo llevármela tan pronto.

—Aquí no estará segura. Si arriba tenemos enemigos aquí más. Y lograran enviarles un mensaje de que están aquí –“A el… lo conozco” ¿Qué hace aquí?

—Eso no es posible.

—Es el inframundo todo es posible. Ya sabemos lo necesario. Ahora debemos evitar que pase. Asi que llévatela.

—No puedo hacer eso. Ustedes…

—Escúchame bien Naxos. Ese bastardo la quiere a ella y no la va a tener.

—¿Cómo vamos a salvarlos si salimos de aquí? No tiene lógica —¿Qué no tiene lógica? No entiendo.

—Vaya soldado… ¿Estas preocupado por este anciano?

—¡Cállate!

—Sal de aquí y llévala a Skye… Ya te lo había dicho. Allí podemos cambiar la ruta de esta travesía. Lleva oculta mucho tiempo aquí y las almas influenciaran en ella. y ahora habrá una super luna será la fecha en el que ellos planean hacer el ataque.

—Ella…

—Es la única esperanza Naxos —Hanae salió de la oscuridad y los enfrento.

—¿Esperanza de qué? ¿Quién eres tú?

—Es hora —Y desapareció de allí.

 

 

¡Es hora!

 

Hanae se despertó sudando. Su corazón latía a gran velocidad. Ese hombre. Era el mismo de la noche en Nauplia. Era con el que estaba Naxos.

—Vaya por fin despiertas bella durmiente.

—En 20 minutos nos vamos asi que espero que estes lista.

—¿Quién era ese hombre?

—¿A quién te refieres?

—Al hombre de la primera noche. El hombre con el que estabas.

—Él es un amigo.

—No es simplemente un amigo. Él te pidió que me protegieras.

—¿Qué sabes? —Le pregunto Naxos poniéndose alerta.

—Ese es el problema. Desde que te conozco no se nada. Ni siquiera se en que día vivo. ¿Qué día es hoy? No recuerdo absolutamente nada.

—Es complicado.

—Si lo veo. Pero no entiendo por qué.

—Ni yo sé en qué día estamos —Naxos paso su mano por el cabello —¿Qué fue lo que soñaste?

—He soñado con tantas cosas que ya no… no se.

—Dioses…

—¿Qué es lo que pasa Naxos? ¿Qué es todo esto?

—Estoy pensando…

—Pues no lo estás haciendo muy bien si me dejas opinar al respecto.

—Que graciosa. Pero hasta yo he de admitir que es verdad.

—Estoy agotada.

—Lo se… —Naxos se acercó a Hanae sentándose junto a ella en la cama —No es justo que alguien como tu pase por todo esto.

—¿Qué quieres decir con alguien como yo?

—Inocente. Alguien inocente.

—No soy tan inocente como piensas.

—Lo eres. Y espero que no te menosprecies.

—Quiero que todo termine.

—Debemos averiguar la raíz.

—Debemos averiguar quién es el hombre que siempre me atrapa.

—¿Qué quieres decir?

—Siempre hay un hombre. Bueno en la mayoría de sueños. Pero no veo su rostro.

—Es lo que sospechaba —susurro para sí.

—¿Qué es lo que sospechas?

—Si es lo que pienso que es… necesitaremos ayuda.

—No te entiendo.

—Toma mi mano.

—Para que…

—Solo confía. Y espero que no enloquezcas.

—Bien… y…

—Cierra los ojos.

—No me gustan las sorpresas.

—Móno éna tilefónima na me páei ekeí pou thélo[1]

—Ya puedo abrir los ojos…

—Eso creo —respondió algo dudoso. Hanae abrió los ojos. No pudo pronunciar ninguna palabra.




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