CHARLOTTE
¿La señora Raquel una zorra?, no. Eso no puede ser. Psicópata tal vez, pero zorra era muy poco probable.
—¡Modula tu vocabulario, zumbambico! —Regañó el presidente. —¡Toma asiento, y compórtate como el hombre que eres! —La anguila con patas hizo un gesto de desinterés y después, con tiempo, tomó asiento. —Por favor, toma asiento Raquel. —El presidente cerró sus ojos, y masajeó sus sienes para relajarse.
Raquel empezó a caminar, y después tomó asiento un poco más arriba al lado izquierdo del riquillo.
Yo enderecé mi espalda y tomé los papeles con las dos manos.
—…Como les exponía —El presidente abrió sus ojos y alejó sus manos de su cabeza. —. Fredrik y Raquel se casarán. Aún no hay una fecha exacta, pero sospechamos que en un par de semanas ya se llevará a cabo.
Raquel no apartaba su mirada de la mesa, y el riquillo, no dejaba de observar a Raquel.
Al parecer aún no han resuelto sus problemas.
¡Déjalo y búscate un francés, Raquel!
—Ya aclarado todo. Espero que no haya malas lenguas hablando en la empresa. —Mencionó el presidente.
Las puertas se abrieron, y de ellas, unos hombres que, ¡por Dios! Ojalá secuestraran mujeres peli rojas. Vestidos de traje elegante y unos maletines en sus manos ingresaron a la habitación.
El presidente se situó de pie y les dio la bienvenida. Cruzaron un par de palabras y pude identificar que, se hallaban hablando en inglés. Los hombres ocuparon los asientos disponibles y después de un par de palabras, comenzó la reunión, o eso imaginé.
Porque, a ver, yo estaba tan aburrida como un surfista en Bolivia.
Mi nivel de inglés era aceptable, pero para poder entender. Primero necesitaba que hablaran lento, y me repitieran al menos, dos veces las palabras. Cosa que ya no se da ahora. Puedo entender a la perfección.
En cambio, aquella sala de juntas en ese tiempo parecía una batalla de Rap para mí. Pudieron haber estado insultando a mi madre y yo ni cuenta me daría. Es más, hasta pude sonreírles.
Pero vamos, esto estaba bien. Digo, era mejor estar en ese lugar que estar abajo en la oficina con todo ese sol.
Dirigí mi mirada hacia el riquillo y me di cuenta que, me estaba mirando. Intimidante y expectantemente.
Se dice que se necesita cuatro minutos de intensas miradas para enamorarse, así que desvié mi mirada y observé mis zapatos.
Podría enamorarme de cualquier persona. Del padre de mi amiga, del sacerdote del barrio, pero de la anguila con patas.
¡Ja Ja Jamás!, Dios me libre y me vuelva lesbiana.
El riquillo aclaró su garganta. Lo que provocó que lo voltease a ver. En un gesto poco elegante, me dejó ver su reloj mientras recogía su manga.
Solo han pasado diez minutos, por Dios.
Llevé una de mis manos a mi cabello y abrí la palma de mi mano dos veces.
Él me observó con confusión.
¡Vamos!, ¿aparte de perro también era caído del zarzo?
Dejé los papeles sobre mis piernas y estiré mis dos brazos. Abrí las palmas de mis manos y lo observé.
¿Así o con dibujitos?
—En cinco —Pronunció el riquillo mientras fingía un estornudo.
Raquel lo observó, y yo, pretendí contener mi risa. ¡Porque vamos!, eso se escuchó como un perro aprendiendo a hablar.
—¿Qué te sucede? —Preguntó el presidente interrumpiendo su conversación.
La anguila con patas lo observó.
—Ranitis —Señaló él.
¡Dios mío!, ¿Quién le enseñó a hablar?
El presidente lo ignoró con desaprobación y continuó con su conversación. Después de un par de segundos, el riquillo empezó a conversar con los inversionistas. Su inglés era muy fluido, y debido a que, lo vi conversando, decidí no intervenir. Además, el gran detonante fue que, el rostro del presidente me aterraba. Presentía un aura malvada a su alrededor.
Los veinte minutos se habían convertido en cuarenta. Y en ese entonces era yo la que deseaba dejar esa sala. Después de un par de minutos, los inversionistas se situaron de pie. En sus rostros había cierta felicidad, igual que en los demás rostros de la sala.
Imaginé que cerraron el trato. ¡Bien por ellos!, eso significaba que mi generoso sueldo seguirá en funcionamiento.
Que tan equivocada estaba…
Después de un par de palabras más, se le solicitó al secretario del presidente que acompañara a los inversionistas. Crucé un par de miradas con el que parecía protagonista de telenovela, y después los hombres con maletines, abandonaron la habitación.
Me situé de pie y observé el riquillo. Su rostro lo decía todo, se hallaba molesto conmigo.
—Fredrik, permanece aquí por favor —Anunció el presidente. —Tú también, Raquel. A todos los demás les solicito encarecidamente que abandonen la sala. —El hombre volvió a tomar asiento.
Yo me di la vuelta y pretendí dirigirme a la salida.
—¡Charlotte! —Llamó el riquillo. —, ¿A dónde vas?
Me di la vuelta y lo observé.
—El presidente dijo que…
—Sé lo que dijo —Interrumpió. —Pero él no es tu jefe, el que paga tu sueldo soy yo —La anguila con patas tomó asiento. —. Siéntate —Ordenó.
—Le comenté que saliera. —Escuché la voz del presidente a mis espaldas.
Esto pintaba mal…
—Y yo le dije que se quedara —La anguila con patas sonrió. —Puede darme sed y necesitar un vaso con agua.
Aquí es donde decía. ¿en verdad era tan peligroso ser traficante de drogas?
—Como quieras.
Tomé asiento y dirigí mi mirada hacia la mesa. Las demás personas abandonaron la habitación. El ultimo sonido que se escuchó fue el de la puerta cerrándose. Después de aquel acto, un silencio incomodo, pulsante y desesperante envolvió a todas las personas que habitaban la sala de juntas.
—¿Por qué eres tan incapaz? —Fueron las primeras palabras que quebraron el silencio. —En un acto de humanidad te doy la oportunidad de pertenecer a esta empresa, y no me demuestras más que tu ineptitud.