Egoísmo y cobardía

Cuando una persona está atrapada, su puerta interior se abre

CHARLOTTE

 

—¿Le han dicho que es un idiota? —Mis palabras desprendieron enojo.

Después de que mi voz se extinguiera, la anguila con patas cayó de forma horizontal. Sus dientes temblaban y su cuerpo también.

¿Acaso estaba pasando por una metamorfosis?

—¿Qué hace? —Inquirí inmóvil. —¿Ya va a dormir?

Él continuó temblando.

—Fr–frio —Tartamudeó.

Me paré de una manera lenta. Dejé el bolso en la esquina del ascensor y me acerqué a él meticulosamente. Como si se tratase de un adolescente pretendiendo escapar de casa.

Al hallarme frente a él, pateé su cuerpo de forma suave.

—¿Qué le sucede? —Él tenía sus ojos cerrados, y su escalofrió parecía real.

—He–he estado así desde hace u–nas horas —Informó entre dientes.

Me agaché y situé mi mano en su frente. No sabía cuál era la temperatura normal de alguien, pero lo percibí caliente al comparar su calor con el mío.

—Oh, se va a morir —Canté. —. Es mejor llamar a seguridad y que lo vengan a sacar.

Él continuó temblando.

—Bien, como quiera —Me situé de pie y me alejé de él. —. Si no me da el número, no podré ayudarlo. —Me volví a sentar en el mismo lugar de antes.

Estiré mis piernas y permanecí observado su actuación.

Era bueno, tenía que admitirlo. Incluso en esos casos era capaz de mantener su mentira en funcionamiento. Al menos había que reconocer que se esforzaba.

¡Hasta tosía!, que bien. Me daban ganas de ovacionarlo.

—Es probable que se le haya infectado alguna herida —Seguí su juego.

Pensaba que mi comentario iba a hacerlo reaccionar, sin embargo, al pasar cinco minutos continuó temblando, y tosía cada vez más seguido.

Me volví a situar de pie y caminé hacia él. Volví a agacharme y a checar su temperatura. Estaba un poco más caliente.

En verdad se enfermó. ¡Qué débil era!

Busqué mi bolso y saqué lo que mi madre decía que siempre llevara conmigo, Aspirina. Saqué una botella con agua y me volví a acercar al riquillo. Me senté a un costado de su cabeza y después alcé su cabeza y la acosté en mis piernas.

—Abra la boca —Ordené.

Su cuerpo continuaba temblando, abrió sus ojos lentamente y habló.

—¿Me be–besaras? 

Golpeé su cabeza con la botella y le repetí que abriese su boca. Él lo hizo, alcé su cabeza un poco más y metí la pastilla en su boca. Le di un pequeño trago de agua y cerré la botella.

Siempre llevaba Aspirina conmigo, aún la sigo llevando, de hecho. Más que todo porque soy irregular. el no saber cuándo te puedan atacar los cólicos es ir a la guerra sin espada. Al menos con la Aspirina tenía un escudo.

—Esto hará que se mejore un poco —Con cuidado, volví a dejar que su cabeza tocara el piso. Caminé hacia mi bolso y lo tomé, lo llevé hasta donde el riquillo y acomodé su cabeza encima de él.

La anguila con patas se veía vulnerable, fácil de herir. En esa ocasión se veía tan débil, que por mi mente pasó la idea de robarle la billetera.

Pero vamos, mis padres me criaron muy bien. Podía tener conmigo esos pensamientos, pero sin duda alguna no los llevaré a cabo.

Además, sabría que fui yo.

Desvestí mi chaqueta y se la lancé encima, más que todo para que pudiera cubrir su cuello.

Y digamos que, si no hubiera llevado conmigo una camisa manga larga debajo de la chaqueta, lo dejaría morir de frio.

Aseguré bien la chaqueta alrededor del riquillo. Me cercioré que se hallara bien abrigado, y después, volví a mi posición de antes.

Me acosté en frente de él, del otro costado del ascensor mientras lo observaba. Ya había dejado de temblar tan abruptamente, el toser se hizo menos frecuente y lo único que me reproché, fue haberle dado mi chaqueta.

Pero vamos, sin jefe no había empleo, y sin empleo no había dinero.

Froté mis manos y cerré mis ojos.

A lo mejor, en unas horas ya vendrían por nosotros.

Cuan equivocada estaba…

 

FREDRIK

 

Cálido. Apreciaba mi cuerpo en un estado de calma. Como si mi corazón hubiera sido abrigado después de mucho tiempo.

Era una sensación diferente a cuando amanecía en la habitación de una mujer, sintiendo que mi cuerpo desnudo necesitaba unirse al de ella para sentirme cómodo. Seguro.

En mi mente observaba a mi hermano charlar. La voz de mi madre intentando alcanzarme. Yo intentando prevalecer.

El mismo pensamiento que habitaba mi mente cada noche, continuaba con su rutina habitual. Logrando despertarme.

Al abrir mis ojos con serenidad, me encontré de lleno con el rostro de la peli roja a unos metros de mí.

Le di la vuelta a mi cuerpo topándome con un abrigo encima de mí. sentí algo bajo mi cabeza y mi garganta doler. Alcé mi cuerpo y resoplé.

Me dolía toda la cara. Sentía mi nariz un poco tapada, y mis recuerdos abarcar mi mente. Las consecuencias de tener las defensas bajas habían afectado nuevamente a mi cuerpo.

Giré mi cabeza para volver a observar a la peli roja. Dormía tranquila, situación que me aturdió.

Era probable que ya confiara en mí, o eso es lo que quería pensar, pero la razón me dijo que estaba exhausta.

Me puse de pie y recogí su chaqueta. Me encaminé hacia ella y la arropé con su prenda.

Lo único bueno de pertenecer a esta empresa, era que podía conocer personas como estas. Que se adentraban en tu mente, el tipo de persona que te causaba el deseo de querer conocerla más.

El tipo de persona que es capaz de golpear a su jefe. Lo acepto, un poco de masoquismo habita en mis más profundos deseos. Hasta el día de hoy sigo recordando la fuerza con la que me golpeó un par de veces.

La observé con más detenimiento. Destacando los rasgos llamativos de su rostro. Rasgos que, se me hicieron conocidos en aquel tiempo.



#28706 en Novela romántica
#4766 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.