Egoísmo y cobardía

Palabras y acciones

CHARLOTTE

 

Fue difícil conciliar el sueño después de haber estado despierta hasta las tres de la mañana, y más que todo cuando no pude evitar dar vueltas alrededor de la anguila con patas.

Si era verdad, si tan solo Verónica no mintió, podía ser que me encontraba enredada dando vueltas en un espiral.

Si todo lo que escuché fue cierto, había juzgado mal al riquillo.

—No puede ser. ¿en realidad le gusto?

Comencé a dar vueltas sobre la silla. Mi mente no pudo pensar en algo más que no fuera en él. Desde que se marchó hasta que escuché sobre su pasado.

Supe que, había dicho que no iba a caer en su juego de palabras. Pero aquel día en específico se me hizo un poco más difícil mantener mi punto de vista.

Dejé de dar vueltas y aferré mis manos al escritorio.

Podía no ser verdad, existía esa posibilidad… pero, ¿Por qué estaba deseando que no fuera así?

—Respira y piensa con calma, Charlotte.

Aunque fuese verdad o mentira, no tenía por qué importarme. ¿Por qué me importaría algo acerca de él?

Recargué mi espalda a la silla y observé el computador. Ya había terminado mi trabajo, sin embargo, continuaba con mi mente agobiada.

—¿Por qué pregunté eso?, ¿Por qué no me quedé callada…?

Llevé mi vista al techo y cerré mis ojos.

La anguila con patas… el riquillo… Fredrik, ¿Qué estuviste haciendo?, ¿acostarte con las abogadas?

Abrí mis ojos y dejé salir un suspiro.

Creo que, si tan solo hubiera podido hablar con él por un momento hubiese aclarado todas mis dudas. Solo habría de preguntarle el por qué estuvo acostándose con tantas mujeres. Por qué aquella discusión con Raquel casi lo hizo llorar. Por qué soy la única a la que le dijo que lo delatara con Raquel.

Y el por qué me había besado…

Dejé que mi cabeza golpeara mi escritorio y respiré con pausas para calmarme. Alcé mi vista y me paré de la silla. 

Cuando más difícil se te hace pensar, más débil se vuelve tu corazón. Lo sabía, por eso decidí abandonar la oficina. Atravesé la puerta y la cerré. En frente de mi quedó el extenso pasillo, con la luz de la tarde filtrándose por los cristales. Fue una de las pocas veces que deseé vestir falda y no un pantalón tan cálido.

Después de que mis ojos se adaptaran al cambio de luz, empecé a caminar por el pasillo. El color gris de la puerta del ascensor llamó mi atención. Mi mirada se perdió para no ser encontrada. Recordé muchas cosas, cosas que ahora no me parecen malintencionadas, sino más bien cautivadoras, agradables.

Estaba consciente de que, los hombres eran capases de fingir cualquier cosa por pasar una noche con una mujer. Desde pequeña se me fue inculcada la idea de que, el otro sexo era peligroso, mentiroso e impulsivo. Tal vez sea así para la mayoría, pero no para todos.

Y quizás, en algunos de mis deducciones apresuradas había sido prejuiciosa.

Al llegar al ascensor, lo llamé presionando un botón. Mantuve mi vista en frente esperando que llegara, sin embargo, mi mirada se desvió hacia las escaleras al escuchar el sonido provocado por los zapatos al chocar con el embaldosado.

Quizás fue por mi sorpresa, pero sentí el tiempo trascurrir más lento en ese momento. Retrocedí un par de pasos por la impresión y mantuve mis ojos firmes, colisionando con su mirada.

El color negro de su cabello desordenado, y su piel un poco bronceada, combinaban con el oscuro del smoking, y el blanco de su camisa. Sus mejillas rojizas y su poca preocupación en notar que no traía abotonadas las mangas de su camisa me dijeron que quizás tenía prisa.

No me atreví a mencionar palabra, ya que no tenía nada preparado. Solo me dejé atrapar por el momento y la velocidad de la conmoción.

—Charlotte… hola.

Acomodó su postura encorvada y permaneció observándome sin dejarme ver alguna expresión.

—Señor Fredrik… ¿Qué hace por ac…?

—Vine a verte, Charlotte —Interrumpió impaciente. —. He estado en agonía estos días, y tú eres el único pensamiento que ha habitado en mi cabeza —Movió las manos torpemente. —. No sabía que estabas en este lugar… pero… —Detuvo el movimiento de sus manos y las guardó en los bolsillos de su pantalón. Hizo un gesto de inquietud con la boca, intentó hablar, pero no lo logró. —¿Cómo has estado?, Charlotte.

Lo observé, pestañeé y continué observándolo. No supe que responder, ni siquiera recordaba las palabras que dijo. Pero el sentimiento extraño, recóndito que sentí al escuchar su voz, recorrió todo mi cuerpo para prevalecer por unos segundos más.

—He luchado en vano desde un principio sabiendo que jamás podría ganar. Charlotte, si te dijera que te quiero… ¿creerías en mis palabras?

Continuó inmóvil, sin mover un solo musculo, igual que yo. Esta vez sus palabras tenían un significado diferente, y yo, al no poder pronunciar otras palabras, le permití a mi boca hablar a voluntad.

—Por qué… ¿Por qué me besó? —Mi voz desprendió inocencia, sensibilidad, fragilidad.

Fredrik no cambió su rostro, no mostró alguna expresión, permaneció igual por un par de segundos.

—¿Por qué me be…? —Mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de un celular. Supe que el tono de llamada no me pertenecía, y para confirmar mis palabras, Fredrik sacó su teléfono celular de uno de sus bolsillos.

—Conteste. —Indiqué ante su rostro de duda. Él dejó de observarme y llevó su celular a su oreja. Su semblante, rostro, voz y personalidad las noté diferentes. Me di cuenta que las palabras mencionadas por Verónica me hicieron cambiar mi punto de vista acerca de él, acerca de sus acciones.

—¿Qué?... ven, espera. ¿Dónde está?

La expresión en su rostro cambió, permitiéndome ver una de angustia mezclada con confusión. Apartó el celular de su oreja y perdió su vista en el piso.



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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