CHARLOTTE
¿Y qué me importaba que haya sido así?, él no me había empezado a gustar.
Solo sentía pena por él, era todo. Y tal vez, en lo profundo de mi conciencia, estaba decepcionada por haber creído en él.
Aunque gran parte de la culpa la tiene Verónica. Sin embargo, yo había decidido creer.
¿Cómo pude haber hecho algo así…?
Sentí como choqué con algo blando, que al mismo tiempo se sintió fuerte. Alcé mi mirada para encontrarme con el rostro de Luca.
—¿Por qué lloras?
—¿Qué le interesa?
Esquivé su cuerpo y pretendí pasarlo, pero él me detuvo sujetando mi brazo.
—¿Qué hacías acá?
—¿Qué hace usted acá? —Me zafé de su agarre antes de empezar a dirigirme a la puerta.
Mis pasos los marcaba mi ira mezclada con decepción. Recordé a la perfección sus palabras, el tono que utilizó y el modo en el que las dijo. Había sido un error venir tras él.
Y de igual manera, ¿que esperaba lograr con eso?
Salí del edificio y reaccioné al sentir mi cabello empapándose. Había vuelto a llover. Que día tan horrible.
—Usa esto. —Escuché la voz de Luca a mis espaldas, después mi cabeza fue cubierta por el blazer que llevaba puesto.
—No quiero su ayuda —Discutí apartando la prenda de mi cabeza. —. Además, va a mojarse. —Me di la vuelta para observarlo abriendo una sombrilla.
—¿Eres torpe?, tengo mi paraguas. —Sonrió.
Le arrojé su blazer y me di la vuelta para empezar a caminar entre la lluvia. Sentí tanto mis piernas como mis brazos congelarse poco a poco. Sin embargo, era el tipo de situación perfecta para pensar.
—Sé que eres un zoquete, pero eso no te salva de ser inmune al agua —Dialogó. —. ¿A dónde vas? —Sentí de nuevo su blazer sobre mi cabeza.
—¿Le interesa?
—De cierto modo no, pero me da curiosidad saber a dónde te diriges con este clima. —Detuve mis pasos para observarlo a mi costado. Él se acercó más a mí para cubrirme con el paraguas.
—¿Qué es lo que quiere? —Lo observé con irritación.
—No sé, solo siento que esto es más divertido que volver a la empresa. —Sonrió.
Dejé de observarlo y emprendí de nuevo mi marcha. Era un idiota sin remedio porque, continuó siguiéndome hiciera lo que hiciera.
—¿Podría dejar de seguirme?
—¿Por qué?
—Porque no le daré lo que quiere.
—No quiero nada.
—¡Entonces por qué me está siguiendo! —Vociferé antes de detenerme. —¿Cree que he olvidado todo lo que ha hecho?
Lo miré de nuevo con celo.
—Me gustaría disculparme contigo por eso.
Permanecí sorprendida por su comentario.
—Pero no lo haré. No tengo porque hacerlo.
Resoplé.
—¿No tiene nada mejor que hacer?
—¿Por qué llorabas?
—Eso no le incumbe.
Él sonrió.
—Deje de seguirme. —Volví a caminar entre los charcos que ya se habían formado.
La lluvia era intensa. Se escuchaban algunos truenos de vez en cuando y el frio se hacía cada vez más fuerte. Sin embargo, mi mente se hallaba en un estado peor. Había un caos hecho pensamientos.
—Está bien, acepto sus disculpas —Comuniqué. —. Ya no me siga.
—No me he disculpado contigo.
—Entonces deje de seguirme.
—No tengo nada más que hacer.
Ignoré sus palabras y continué caminando. Al principio pensé que se cansaría, pero al llegar al semáforo, me di cuenta que aún estaba empeñado en su juego.
—¿Qué es lo que quiere?, Luca
—Creo que el hablar contigo sería una buena distracción.
—No hay nada de lo que podamos hablar usted y yo —Lo observé. —. Para empezar, ha sido una mala persona conmigo, me ha usado y ofendido.
—¿Ves que aún no me disculpas?
—¡Pero si usted ha dicho que no se ha disculpado!
El semáforo marcó el verde y entre mi ira acumulada y mi arrebato ante la situación, empecé a caminar de nuevo.
Ni siquiera sabía hacia donde me dirigía. Que calles transitaba y cuál era el destino que me esperaba.
—¿Llorabas por la muerte de Roberto?
—No le incumbe.
—¿Quizás por alguna discusión?
—Ya le dije que no le importa.
—¿Llorabas por Fredrik?
—¡No! —Vociferé con rabia. —. No por él, lloraba por mí. Ya obtuvo lo que quería, ¿podría dejarme en paz?
Marqué cada paso con rabia, más que todo porque, después de darle lo que deseaba, él continuó siguiéndome mientras me cubría con su paraguas.
Solo hacia las cosas más difíciles para mí.
Me volví a detener. Pero esta vez, si deje que toda la ira que tenía acumulada, saliera sin importarle las consecuencias.
—¡Déjeme en paz!, ¡¿Por qué continúa siguiéndome?!
—¿Has notado que soy socialmente torpe? —Respondió desviando su mirada hacia un costado. —. No sé cómo actuar cuando alguien me gusta.
La lluvia, el frio, mi impresión y sus ojos que no me determinaban, acompañaron a sus palabras como una orquesta en armonía.
—Charlotte, nunca se me ha dado bien.
—¿Entonces por eso las humilla? —Interrumpí. —. La próxima vez que guste de alguien, no arroje sus pertenencias al suelo. No la insulte, no la deje encerrada.
Luca permaneció en silencio. Lo observé expectante, para después darme la vuelta y continuar caminando entre la lluvia. Estaba volviendo por el camino que ya había transitado, pero no le di importancia.
Pensé en que por fin me había librado de él, sin embargo, segundos después volvió la cubierta del paraguas sobre mi cabeza.
—¿Eso quiere decir que me has rechazado?
—Déjeme en paz.
—¿No me queda ni siquiera la más mínima oportunidad? —Sin percatarme, ya estaba transitando el cruce peatonal.
—Nunca ha tenido alguna —Aclaré firme. —. Además, ¿Cómo puede decir que le gusto?, ¿se ha dado el tiempo de conocerme?