CHARLOTTE
Toda la noche. Dando vueltas alrededor de la cama, moviendo mi almohada de un lado a otro, abriendo y cerrando mis ojos. Pensando una, y otra vez sobre que podría hacer. Al final, lo único que logré fue trasnocharme.
Aquel día eran las doce del mediodía, y estaba en la oficina preparando todo por si llegaba a tomar una decisión definitiva. Apagué el computador y abandoné la oficina con mi vista enfocada sobre el embaldosado. El piso continuaba igual de solitario. No sabía nada acerca de la anguila con patas, pero presumí que se encontraba en presidencia.
—Tal vez quedé con ganas de acostarme contigo. ¿Pensaste que había vuelto por algo parecido al amor?
Aquellas palabras siguieron rondando mi mente. No supe cómo sentirme al respecto, más que todo cuando no sabía si lo que había dicho Verónica acerca de él era verdad.
¿Solo estaba intentando alejar a Raquel?
¡Sí, claro!, nunca me había sentido tan idiota por haber creído en algo como eso.
Sin percatarme, tropecé con algo para que después mi caída inesperada fuese detenida por la ayuda de una mano. Alcé mi vista aún con el repentino susto y observé a Luca con su espalda pegada a la pared y uno de sus pies estirados.
—¿Dónde estabas?, ¿En el mágico mundo de Irlanda? —Bufó.
Continué observándolo expectante, para después soltar su mano. No sabía que me había perdido tanto entre mis pensamientos.
—¿Qué haces acá? —Inquirí enderezando mi cuerpo.
—Esperando a que salieras —Despegó su espalda de la pared. —. ¿Almorzamos juntos?
—Iré a cafetería. —Negué su petición. Desvié mi mirada hacia el frente y caminé hacia el ascensor.
No escuché sus pasos siguiéndome, y de igual manera, al entrar al ascensor, me di la vuelta para observarlo en medio del pasillo. Fruncí el ceño en señal de confusión antes de que las puertas se cerraran.
Era un hombre extraño, en realidad. A veces parecía ser insoportable, y otras veces aparentaba entender el pensamiento de las demás personas. Aún sigo recordándolo de aquel modo.
Al abrirse las puertas en el primer piso, me encontré con el rostro de Verónica desde la recepción. Salí de la caja de metal indiferente, pensando en demasiadas cosas y a la vez contemplando ninguna. Doblé por el pacillo para dirigirme hacia la cafetería antes de detenerme a su llamado.
—Char… —Habló, ni tan fuerte ni tan alto. Yo me di a vuelta y observé su cabello brillando más de lo normal. ella se acercó más a mi posición y me observó con detenimiento. —. ¿Por qué no respondiste mis mensajes?, ¡la curiosidad me estaba matando!, ¿hablaste con él?
—Ah, sí. Eso —Reí. —. ¿Sabes?, creo que a pesar de lo que me dijiste. Fredrik continúa siendo Fredrik.
—¿O sea… cómo?
—Lo que dije. No hay que darle demasiadas vueltas al asunto. —Pronuncié firme. —¿Almorzamos juntas?
—No, no. No lo entiendes Char. Él…
—Verónica, ya está. —Interrumpí. —. Ni siquiera te he dicho que él me gusta —Sonreí. —. Así que está bien, sabes. Es normal confundirse de vez en cuando.
Ella permaneció observándome.
—¿estás bien con eso?
—Si.
—¿Aun sabiendo que se comprometerá con Raquel?
No pude responder de inmediato, más que todo porque Verónica me observó con detenimiento.
—Sí, no hay problema en eso. No es como si me dijeran que las croquetas de pollo dejaran de existir —Bromeé. —. Está bien, Verónica. Desde un principio no fue más que un juego. Además. Entre nosotros no ocurrió nada.
—Charlotte… —Se acercó más a mí. —. ¿Estas segura que no te gusta?
—Ni un poco. —Sonreí.
—Entonces…supongo que el único que perderá será Fredrik. —Percibí duda, tanto en su voz como en su rostro.
—Él te importa, ¿no es así?
—Claro. Aunque me importa más el puesto de vicepresidencia que tendría a su lado —Ironizó. —. Entonces si para ti está bien, supongo que nada se puede hacer. Cada quien decide sobre su vida —Sonrió. —. Iré a terminar unos documentos, ve apartando una mesa.
—Bien.
Verónica se dio la vuelta, igual que yo al verla. Fredrik se comprometerá. Inesperadamente, después de escuchar sus palabras el corazón siguió taladrándome el pecho. Por primera vez en mi vida, tuve una situación que no podía controlar. Intentaba no sentirme de esa manera, porque después de todo no había un porque en tal acto, solo había una suposición con acciones vacías. Sabía lo que se sentía que no te correspondieran, lo experimenté muchas veces, sin embargo, el sentimiento en aquella ocasión era diferente. No podría llamarlo amor, mucho menos cariño o apego, era un algo más que no tenía palabras para definirlos. Eran los falsos sentimientos intentando prevalecer sobre los buenos.
No podría decir que, en una semana no viví muchas cosas con él, con tan solo mencionar que pude haber muerto ya era una situación particular. La anguila con patas se convirtió en el único escape en ese mundo absurdo, lleno de complejidades sin sentido y repleto de mentiras incesantes. Y fue irónico que, él siendo el escape, fuera el mismo que se sumergía entre ellas dos.
Me acerqué a la barra y solicité pechuga asada con una ensalada leve. Alcé mi vista visualizando a Luca solitario sobre una mesa. Caminé hacia él para después permanecer inmóvil en frente de su posición.
—Siendo la primera en marcharse, pensaba que ibas a ser la primera en llegar —Comentó sonriente. —. ¿No te sentaras?
Creo que, al final. Continuaba siendo incapaz de no intentar cosas nuevas. Y se podría decir que me había hartado de eso.
—No he venido a comer contigo. —Aclaré para su confusión.
Imagino que, alrededor de mi vida siempre había necesitado motivos fuertes para dar el primer paso hacia el cambio. Esa vez preferí dar un golpe certero, actuar antes de que fuera tarde, a una rendición que solo abriera una nueva herida. Entendí el por qué lo de Joel había sanado, porque un nuevo sentimiento nació en mí.