Chloe no quería terminar así de esa manera con su esposo.
Él la amaba y la dejó libre para que ella pueda estar con el hombre de su vida.
Sentada, en su sofá gris topo, se toma las cabeza con ambas manos y se preguntaba ¿cómo iba a explicarle todo a su pequeño hijo? Se sentía debastada y por un mento, se arrepintió de aquella situación.
Era como vivir un sueño pero a su vez aquel amor era una maldición.
Trata de calmarse y los recuerdos comenzaron a recorrer su mente como películas. Cada día vivído junto a él. Y ella arrojó todo aquello al precipicio por un sueño que no le daba garantías de cuánto tiempo podría llegar a durar.
Suena su teléfono, mientras secaba sus lágrimas y con su voz ahogada responde: —¿Quién habla?.
PETER. —Mirá por la ventana.
Ella se asoma entre las cortinas color durazno y lo ve ahí parado, de jeans claro, una remera negra y anteojos oscuros. No parecía una celebridad de la pantalla grande. Era sólo un hombre enamorado, golpeando su puerta, esperando a que lo inviten a pasar, lo reciban con un gran abrazo y le inviten un café.
Chloe quedó fría, pero al verlo allí, parado en su puerta le dió mucha ternura. Peter, ese era Peter, un hombre cariñoso, romántico y sencillo, no esa persona que interpretó varios personajes fícticios.
Abre la puerta y él la abraza con mucha fuerza y ella se lanzó a sus brazos a llorar.
—Ten calma, no quiero verte llorar —dijo él con un tono dulce y suave—. Estoy aquí para tí.
—Las cosas pudierom ser de otra manera —susurró ella
—.Fue casí toda una vida y....
Peter la interrumpió y la besó.
—Las cosas pasan en esta vida por algo —le susurró al oido—. Era nuestro destino y no lo sabíamos. Estoy aquí porque te amo. La vida es corta y no debemos guardar los sentimientos. Yo te amo y me voy a jugar todo por estar a tu lado sin importarme nada. Estoy preparado para todo y espero que tú tambien lo estés.
Ella lo miró a los ojos y se vió reflejada en esa hermosa y tierna mirada y asintió con la cabeza y se aferró a él.