El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 12

Capítulo 12

John

—Ya no tengo dudas, ¿John o Jonathan Holden? —la escuche e inmediatamente volteo. Su sonrisa victoriosa, con su cabeza en la almohada me indica que probablemente no esté mintiendo.

—¿Dalia Mogens?

—En vivo —dice.

—¿Cómo es que—

Me siento sobre la cama, esto debe ser un sueño. O una pesadilla.

No estoy seguro si debo sentirme aliviado que sepa que yo no soy solo “John”... sino también “Jonathan Holden”.

—¿Creías que al momento de irte de la escuela, jamás volveríamos a encontrarnos? —dice, sentándose sobre la cama.

—No creía nada —dije seco.

—Bueno, tenemos que ponernos al día porque—

—No hay nada con lo que tengamos que ponernos al día —la interrumpí—. Sigue en pie, nuestro trato. Cada quien se irá por su lado una vez te lleve a la cadena hotelera —su rostro indica que no se esperaba esto… de hecho, yo tampoco.

—Esto jamás pasó, Dalia. Seguimos y seguiremos siendo unos completos extraños el uno con el otro.

Ella no dijo nada. Yo no esperaba que ella encontrara la foto de 5to. grado y me reconociera al instante.

Y ninguno de los dos, esperábamos que terminara así.

En el momento en el que pronunció mi nombre: “Jonathan Holden” quería retroceder el tiempo y decirle todo lo que ella quería escuchar y yo quería decir. Todo.

Dalia, fue la chica nueva en 5to. grado, y por exquisita coincidencia del destino se sentó frente a mí. Y al estar en la primera hora de clase: “Pensamiento crítico” trabajamos en parejas. Jamás con la misma persona, el punto era trabajar con alguien con quien no sueles hacerlo muy seguido.

Entonces, fui yo quien le propuse que trabajáramos juntos. Su sorpresa fue de corta duración, le dio más alegría saber que no tendría que trabajar sola en su primer día de clases.

Hicimos el trabajo. Nos quedamos charlando después de haberlo terminado, y para la hora del receso seguimos.

Luego siguió pasando el tiempo y a mediados de año (6 meses), ella comenzó a alejarse… a lo que yo decidí no hacer.

Me acerqué a ella, cuando tuve la oportunidad y le pregunté qué era lo que pasaba. De estar en confianza conmigo, pasó a tener nervios de mi:

—¿Qué te está pasando? —recuerdo preguntar.

—Nada —comenzó a caminar al baño de chicas, esa siempre fue su salida cada vez que no quería enfrentar las cosas. El baño.

—Ah no —me coloque frente a la entrada del baño, esquivando el paso—. ¿Qué pasa?

—Ya no podemos seguir siendo amigos —dice con la cabeza baja.

Eso me detuvo, pero no como para irme solo porque me haya dicho eso.

—¿Por qué no? —volví a preguntar.

—Porque le gustas, ¿porque más? Duh —dijo saliendo del baño su mejor amiga: Kat.

Ella nos vio a ambos y supo que no tenía que haber dicho eso. Al menos no frente a mi.

Inmediatamente, Dalia salió corriendo.

—Gracias —le susurre a Kat antes de comenzar a perseguir a Dalia.

Llegué al área de juegos de los pequeños, ellos no estaban pero sabía que estaba oculta en algún rincón.

—Tienes razón —dije recuperando el aliento—. No podemos seguir siendo amigos, porque los amigos no se gustan entre sí. A eso, se le llaman novios.

Vi parte de su cabello castaño, detrás del árbol de juegos. Me acerqué lentamente, antes de que se moviera.

Di un salto, y extendí mi mano contra el árbol. Bloqueando, otra vez, su salida.

—Ambos nos gustamos, ¿qué hay de malo en eso?

—Todo —dijo—. Faltan meses para que te vayas, y se que no te volveré a ver. Solo tocara decir “Adiós”.

Ese era un adiós, al que emocionalmente no estaba preparado. Es decir, en ningún punto.

Me gustaba Dalia, y ahora gracias a su amiga Kat sabía que yo también.

Y decirle “adiós”... se convertiría a lo largo del tiempo en “El Adiós Que Nunca Quise”.

El presente…

Ella se levanta, con la sábana entre sus brazos en dirección hacia su habitación. Seguido de esto, cierra la puerta.

—La cagué —susurro volviendo a acostar llevando mis manos a mi cabello.

Jamás imaginé que volvería a ver a Dalia.

Es decir, en un bosque cuando yo soy fugitivo de la justicia y ella la está esquivando.

De ninguna manera, sigue siendo la misma niña que conocí en mi 5to. grado… ahora es una mujer.

Una mujer, con la que sigo sintiendo atraído. Ahora más, de saber que es Dalia Mogens.

La chica de quién me enamoré y tuve mis mejores días de adolescencia.

La chica que busqué, y busqué en redes sociales sin éxito alguno.

La chica con la que aprendí a exteriorizar mis sentimientos.

La chica con la que lloré el último día de clases del 2011, y por la que lloré. Noche tras noche, con la esperanza de volver a verla.

Pero después de años, ella está aquí. El destino me ha permitido volver a verla y con eso me basta para levantarme de la cama e ir directo a su habitación.

Toqué la puerta, no tenía que preguntar quién era o que yo dijera quien soy.

Pero no recibí respuesta.

—El corazón no olvida a personas que se atesoran con amor —dije apoyándome sobre la puerta—. Cuando mi abuelo me dijo eso, sabía que tu eres la chica a la que jamás podré olvidar. Y no lo hice.

—¡Vete! —la escuchó gritar.

—Estoy huyendo de la policía, Dalia —dije. Ella no merecía sentirse mal porque yo rechacé la oportunidad de “ponernos al día” y yo no merecía tratarla así bajo un pobre pretexto.

Mis razones no son motivos para que la haya tratado así. No después de tanto tiempo de extrañarla y quererla ver.

—Jonathan Holden está siendo buscado por la policía, y yo no quería que tú lo supieras porque sabía que te daría miedo. O te dará cuando sepas el porqué.




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